1) RAÍCES
Tristezas y dolores,
alegrías intensas, vividas en otras tierras
no bastaron para generar raíces
-al menos tan profundas, retorcidas
y apretadas a las piedras subterráneas-
como éstas que me adhieren,
vitales, a un trocito muy pequeño
de este mapa americano.
Historias de juglares y ordinaria utopía.
Raíces, una poesía de Gonzalo Pérez Iribarren (Uruguay).
RAÍCES
Las raíces, ¿qué son?
¿serán sólo los recuerdos
de paisajes, de olores y colores,
de imágenes bucólicas
o de agitadas efervescencias juveniles?
¿Consistirán en la memoria vital
de las uvas madurando en febrero,
del sabor de los higos llenos de miel
o de las tardes de arroyos
con bogas y bagres,
tironeando de la línea
y arrastrando suavemente la chalana
por el espejo del cielo y de los sauces?
¿Tanto poder poseerán
aquellas noches junto
a un hogar de leña
mientras el frío
soplaba con fuerza y agua
golpeando vidrios y tejados,
y un padre conversaba con nosotros
entre el crepitar de las llamas
y el del mate,
o la figura de nuestra madre,
tejiendo silenciosa
las bufandas y levantándose
a mirar nuestras tareas escolares?
¿Habrán desarrollado
y endurecido sus tentáculos
aferrados al suelo y al subsuelo,
a piedras y terrones,
las largas caminatas por la orilla
del río grande,
las noches de los fuegos de artificio
de las fiestas patronales,
las charlas de café con compañeros,
las guitarreadas nocturnas
del sábado y domingo,
los plátanos callejeros,
plenos de nudos y cáscaras,
blancos y negros entre la neblina
con luces irisadas
al acompañar al amigo,
(por décima vez)
hasta su casa en la medianoche
ciudadana?
¿Se habrán nutrido con las violetas
humildemente decididas a otorgar
su perfume clandestino
en los jardines de las tías y la abuela,
o con el amarillo de aquellas rosas
enormes que sólo sabía colorear
aquel viejo vecino?
Tristezas y dolores,
alegrías intensas, vividas en otras tierras
no bastaron para generar raíces
-al menos tan profundas, retorcidas
y apretadas a las piedras subterráneas-
como éstas que me adhieren,
vitales, a un trocito muy pequeño
de este mapa americano.
¿No llovió a tiempo,
faltaron los abonos,
el trabajo de la pala o del arado?
A mis ignorancias sumo ésta:
no saber qué son, cómo nacen
y crecen, y se arraigan
(justamente en mundos lejanos,
fuera de su nutriente natural)
estas mis raíces afirmadas
en mi tierra.
Sólo intuyo que mi ser es campesino;
que dejaré mi cuerpo fertilizando
la tierra que me vió nacer.
Hasta que, recuperado mi cadáver
para mí,
se reconozca hasta en la piel,
por el color de la arcilla de la arena
que, tantos otros,
tendrán junto conmigo.
Gonzalo Pérez Iribarren
17 de enero de 1983

sobre el río Uruguay
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Raíces
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2) ASÍ DE SENCILLO
“Gracias a la vida,
que me ha dado tanto,
me ha dado la risa,
y me ha dado el llanto...”

Mirada azul
Vacía no se puede andar. Si una se larga vacía por la vida, flota, se vuela, se enreda en los cables como cola de cometa.
Sí, hay que cargar con las cosas. Eso. Ver de llevarlas. Acomodarlas, que dejen caminar, que no traben los pasos, eso sí. Tenerlas, porque nunca se sabe cuándo habrá que echar mano y a qué.
Así de sencillo. Si hay que llorar se llora, pero si hay que cantar se canta.
“Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me ha dado la risa, y me ha dado el llanto...”
Gracias, señor espejo.
En Mujer que se mira,
Julio César Castro (Juceca), Nadie entiende nada,
Editorial Planeta, 2003, Montevideo, p. 197
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3) AFROIDENTIDADES. MANDINGA.
“Yoruba soy,
cantando voy,
llorando estoy,
y cuando no soy yoruba,
soy congo, mandinga, carabalí.”

Coronación de los Reyes Congo
Historias de la palabra y de otras historias.
La etimología de mandinga.
Mandinga. Se deriva de Manding, nombre geográfico, y también gentilicio, de un pueblo que habita en el África occidental; pero en español, principalmente en las zonas rurales de América, adonde el nombre llegó traído por esclavos africanos, es el nombre del diablo. En el portugués del Brasil, y también en varias regiones de Sudamérica por influencia brasileña, es el nombre de una hechicería que tiene por objeto ‘cerrar el cuerpo’ a los actos hostiles procedentes del exterior. En las zonas rurales americanas, esta palabra se vincula a todo lo que se refiere a brujerías o influencias sobrenaturales no explicadas por la religión. Así, en el norte de Argentina, los fuegos fatuos o luces malas, que brillan en la oscuridad debido a la combustión del fósforo al entrar en contacto con el oxígeno, se llaman farol de Mandinga o farol del diablo.
En el poema Martín Fierro, del argentino José Hernández (1834-1886), el personaje epónimo atribuye al diablo los fenómenos cuya causa no comprende:
«Parece cosa ‘e Mandinga», dice Martín Fierro.
La palabra también llegó de África a Cuba, país que tuvo una intensa explotación de mano de obra esclava. Tal vez el poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989) haya sido el único autor latinoamericano que usó la palabra en su sentido original africano, como gentilicio:
Yoruba soy,
cantando voy,
llorando estoy,
y cuando no soy yoruba,
soy congo, mandinga, carabalí.
Fuente: elcastellano.org
“La página del idioma español”
Ricardo Soca, La fascinante historia de las palabras.
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Mandinga
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4) IDENTIDADES Y PARECERES.
AFRICA EN AMÉRICA.
*Recomponiendo identidades

Dice Pedro Figari:
“Mi pintura no es ‘una manera de hacer pintura’
sino un modo de ver,
de pensar, de sentir y sugerir.”
Es decir, la pintura como lenguaje, el pintor como juglar que trata de narrar desde adentro, que narra para intentar sanar, recomponiendo historias e identidades. Un lenguaje y una propuesta, una mirada y un subrayado, una lectura de la evidencia y fundamentalmente de los intersticios; cada ‘palabra’ encierra ese pensar, ese sentir y sugerir, y en cada ‘palabra’ se acomodan recostándose nuestras propias historias y sugerencias; y, sin quizás, escuchando esas historias se puede sanar y seguir soñando futuros.
La identidad de la que se habla en este caso es la de la población afrodescendiente en Latinoamérica, en el Uruguay; mejor dicho, el sabor afro de la cultura oriental. ¿Cómo llegaron, quiénes eran, qué hacían, cómo y dónde vivían, qué cantaban, por qué cantaban, por qué bailaban los negros del Uruguay? Y cómo esos por qué fueron coloreando y componiendo la cultura de los uruguayos.
Las obras que se presentan son todas de autores uruguayos y en su mayoría pertenecen a Pedro Figari. Entre otros, el Museo Nacional de Artes Visuales, el Museo Blanes y el Museo Figari de Montevideo exponen obras de este artista.
También se incluyen obras de: Juan Carlos Amoretti, Ruben Galloza,
Carlos Páez Vilaró y Marta Szerel.
Se presentan también algunas imágenes de figuras en papel maché de claro corte figariano (como el árbol, el abrazo, el negro con el tamboril), que pertenecen a la obra “Kit Básico para la fundación de un pueblo”, de Cecilia Mattos y Nacho Seimanas, obra hecha con la idea de compartir comunitariamente esa reconstrucción de identidades retomando la iconografía figariana. La obra fue expuesta en abril de 2011 en el Museo Figari de Montevideo.
*Fotografías. Una gran parte de las fotografías expuestas son el hoy de ese sentir cultural de los uruguayos, expresado en este caso en la fiesta de carnaval que residentes uruguayos en Argentina realizaron en Buenos Aires, el 5 de marzo de 2011, en Avenida de Mayo; una fiesta de identidad oriental y rioplatense, otro abrazo de claro corte afrodescendiente.
*Música.
1) Jacinto Vera
(de Yamandú Beovide y Roberto Darvin), (candombe),
2) Candombe del mucho palo
(de Carlos Barea y Ricardo Zubiría).
Interpretadas por:
Pareceres y Jorge Do Prado.
*Enlace audiovisual (7’58”),
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Identidades y Pareceres
Africa en América.
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