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La UES 1973. Historias de la Unión de Estudiantes Secundarios

Historias de la Unión de Estudiantes Secundarios


Cine latinoamericano

SALA YUCATAN

Programación: Medio y Largometrajes

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Películas que colaboran para narrar
la heroicidad de las luchas populares en América Latina,
poniendo al desnudo la criminalidad extrema de liberalismos (y neoliberalismos)
y de las democracias exportadas (por los civilizadores de turno);
películas que repican y redoblan sueños y fracasos, penas y esperanzas;
que nos ayudan a interrogarnos profundamente indagando en el pasado.

Películas entre cuyos méritos se cuente estimular el “no te olvides”,
el no te olvides ni de esos tiempos ni del sentir de los pueblos latinoamericanos,
y, como consecuencia de ese mismo no te olvides,
ayudar a recuperar identidad y proyectar futuro,
estimular el seguir creyendo en la posibilidad de un mundo
más humano, más digno y más justo,
desde ya, desde estos primeros años de post-historia reciente.

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En esta sala puede verse, por ejemplo:

La UES 1973. Historias de la Unión de Estudiantes Secundarios


Dirección: Felipe Pigna. Argentina. 2019. Documental. Duración: 1h47’.

Cuatro capítulos de historias de la UES.

La Unión de Estudiantes Secundarios (UES) fue una organización política argentina de estudiantes secundarios creada en 1953 por Armando Méndez San Martín, que en ese momento era ministro de Educación en el Gobierno del presidente de la República Argentina Juan Domingo Perón.

En la Argentina de los años setenta, es un movimiento de adolescentes que pretende un país justo y democrático. Estos chicos, luchan por cambiar la educación orientándola a la producción de cada lugar del país, sumarse a reclamos gremiales y por supuesto, obtener reivindicaciones a nivel escolar; se acoplan a la tendencia revolucionaria del peronismo. Luego de vivir tiempos hermosos en la primavera camporista, la historia de estos jóvenes empieza a cambiar drásticamente: Perón, el líder, les da la espalda. De ser los futuros impulsores de un cambio, pasan a sufrir las consecuencias de un aparato represivo cada vez más poderoso.

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Contenido:

Capítulo 1. La fundación.

Capítulo 2. La militancia.

Capítulo 3. Los operativos.

Capítulo 4. La clandestinidad.

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Versión original en 4 capítulos:

La UES 1973. Historias de la Unión de Estudiantes Secundarios

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con medio y largometrajes:
Sala Yucatán

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contenidos de las salas Yucatán,
De los Azulejos
y otras referencias audiovisuales
de la Memoria latinoamericana,
en documento pdf:
Memorias en la pantalla

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Álvaro Yunque. Mocho y el espantapájaros

Cuento infanrtil. Álvaro Yunque. Mocho y el espantapájaros


Pequeña Biblioteca

Es muy difícil levantarse luego de haber sido tan golpeados.
Pero es posible, construyendo y re-construyendo el tejido social que han destrozado.
Nunca solos, con memoria y colectivamente.

“Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.”
Carta del Che Guevara a sus hijos.

Memoria y justicia
Pintura mural.
Imágenes y palabras se hermanan en homenaje a Plef.
Tomás Basañez y Avda. Rivera,
Buceo, Montevideo.

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Tantas cosas deberíamos incluir en nuestra pequeña biblioteca.
Hoy proponemos este cuento infantil de Álvaro Yunque.

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Mocho y el espantapájaros

Me querés acompañar a la chacra de mi tía? —dice Tula—. Mamá me manda llevarle esta torta. Yo tengo miedo al espantapájaros que hay a la salida del pueblo.

—¡Puf! —hace Mocho, y se yergue, satisfecho de que Tula, ¡tan limpia, tan suave, tan modosa!, le haga este pedido, confíe en su valor y en su fuerza, apoye en él su debilidad femenina.

—¿Me acompañás? —insiste ella.

—¡Vamos!

Comienzan a andar uno al lado del otro. Son de la misma edad, diez años, pero Mocho es bastante más alto, y parece de más edad con su corpachón vigoroso de muchacho crecido al sol y al aire libre, con su cabeza de pelos enmarañados, negros y duros, con su cara morena y como amasada a golpes. No en vano la delicada y dulce Tula busca su apoyo. El muchacho exhibe fortaleza y coraje, ¡vaya!, ¿no lo ha visto ella misma enredarse a puñetazos con chicos mayores o correr a pedradas a perros grandes?

Caminan y conversan. Él:

—¿Por qué le tenés miedo al espantapájaros? No es nada más que un espantapájaros. Y vos no sos un pájaro. ¿O te creés que sos un gorrión?

—Ya sé que no soy un gorrión, pero abuela dice que de noche el espantapájaros se pone a caminar, y yo pienso que si vuelvo tarde, sola, y me encuentro el espantapájaros por el camino... ¡Ay! Con solo pensarlo, mirá, se me pone carne de gallina, me enfrío. Tocá.

Mocho no se lo hace repetir. Toca la piel aterciopelada del brazo de su amiga, y habla. Habla seguro de sí:

—¡Son macanas eso que dice tu abuela! Yo he pasado de noche por el camino y el espantapájaros estaba allí como si fuese de día.

—¿Habrás pasado una noche de luna?

—He pasado en noches de luna y en noches de tormenta. El espantapájaros no se mueve de su sitio.

—¿Noches de tormenta? ¡Qué valiente!

Mocho sonríe, gozoso. Tula cree lo que él afirma.

Y dice:

—¡Para eso soy hombre! Los hombres somos valientes.

Continúan andando. De vez en vez, ella lo mira de reojo. Y vuelve a hablar:

—Yendo a tu lado no tengo miedo de pasar por allí frente al espantapájaros.

Él calla. Una ola de satisfacción le sube desde el pecho al rostro y se lo colorea. Saber que esta muchacha tan linda, tan suave, tan graciosa, confía en él, le da mayor seguridad todavía. Calla, mete las manos en los bolsillos, pisa más fuerte.

Ella insiste:

—¿Y si saliera el espantapájaros a atajarnos en el camino?

—¡Bah! —hace él y se encoge de hombros, despreciativo: no toma en cuenta una suposición tan descabellada.

—Sí, ya sé que no saldrá, al fin ahora es de día. Pero... ¿si saliera?...

—¡Lo rompo todo! ¡No le dejo una hilacha! —afirma él, y continúa andando. Lo dice con tanta firmeza que Tula sonríe, contagiada de la seguridad de su amigo.

—¿Qué torta llevás allí? —pregunta él, y las pupilas le relucen de gula.

—Una torta de dulce de membrillo para mi tía, la de la chacra. Hoy es su cumpleaños.

—A ver, dejame tomar el olor... ¡Ah, qué rica ha de ser!

—Sí, es rica. Yo te daría un pedazo, pero... si mamá sabe...

—¿Y cómo puede saberlo?

—Muy fácil: que mi tía, mañana, cuando la vea, le diga: a tu torta le faltaba un pedazo.

—Es cierto.

—Mamá hizo otra torta para nosotros. Esta noche, cuando me den mi pedazo, en el postre de la comida, no lo comeré. Te lo guardaré para vos.

—Guardame la mitad —concede él, un poco caballero.

—No, te lo guardaré todo.

—No, la mitad.

—Bueno, la mitad —accede la chica, y agrega—: También le puedo pedir a mamá un pedazo para vos. Le puedo decir que me acompañaste. ¿Qué te parece?

—Me parece mejor. Así con tu medio pedazo y mi pedazo, yo me como un pedazo y medio.

Tula no responde, aunque en verdad, Mocho no ha interpretado su pensamiento. Ella pensaba que pidiendo para él, este se conformaría con su pedazo.

En fin...

Doblan el camino.

—¡Allí está! —exclama ella, se toma de la mano de Mocho, aminora el paso.

—¿Y qué? —dice él, despectivamente—. ¡Vas conmigo!

Llegan delante del espantapájaros. Un sombrero de paja medio caído y, sobre la cruz de palo de sus hombros, colgantes harapos de lo que fuera un saco de hombre.

Mocho lo enfrenta, burlón y valiente:

—¡Hola, espantapájaros! ¿Qué decís? ¿Cómo te va?

Recoge unas piedras y le tira. Acierta con una y le bambolea el sombrero. No se conforma con esa demostración de valentía. No oyendo a Tula que le balbucea:

—¡No, Mocho, no hagas eso! Mirá que de noche se puede vengar... ¡No, Mocho!...

El muchacho, de un brinco, salta el alambrado, se acerca al espantapájaros y le quita el sombrero. Ríe a carcajadas. Se topa con él y continúa andando, regocijado de su hazaña cuanto del temor con que su trémula compañera, pálida y temblorosa, lo sigue.

Mocho se da vuelta y, saludando, grita:

—¡Chau, espantapájaros! ¡Tanto gusto de saludarlo con su sombrero, señor espantapájaros! —Y le tira el sombrero que cae entre los trigos de su custodia.

A la vuelta, después de haber dejado el obsequio en manos de la tía, más satisfechos, porque ésta los ha invitado con masas y sándwiches, Mocho vuelve a enfrentarse con el espantapájaros:

—¡Adiós, che! Te has quedado sin cabeza. Te voy a poner el sombrero.

Vuelve a saltar el alambrado, recoge el sombrero y lo hunde en el palo que sirve de cuello al espantapájaros. Antes de doblar el camino, se vuelve para burlarlo:

—¡Adiós, espantapájaros! ¡Seguí asustando a gorriones, que a mí no me asustás!

—¡Pero a mí me asusta! —agrega la chica, y se toma de su mano. Llegan a las casas del pueblo.

—Hasta mañana, Mocho valiente.

—Hasta mañana, y ya sabés...

—¿Qué, Mocho?

—¿Te olvidaste lo del pedazo y medio de torta?... ¡Me quedé con unas ganas de probarla!

Por la noche, una noche sin luna, con oscuros nubarrones que rezongan truenos, Mocho sale al camino. Va a buscar al espantapájaros. Va a probarle que, si de día no le tuvo miedo, de noche tampoco se lo tiene. ¡Y eso que no es noche de luna! Se burlará de él, le quitará el sombrero de paja, le desgarrará el saco. Porque el espantapájaros estará allí, en el sitio de siempre, inmóvil e inofensivo, solo sirviendo para asustar a tontos gorriones o débiles niñas como Tula...

Pero ¿qué? ¿Quién viene allí por el camino? ¿Es el espantapájaros?

¡No puede ser! ¡Y es el espantapájaros, sí! Lentamente, con sus harapos al viento, con su sombrerote de paja agitado, allí viene, por el camino, y en dirección contraria a la suya. Mocho se detiene, sorprendido y temeroso. Siente que un frío de hielo le paraliza las piernas, que la piel se le eriza, que los cabellos se le ponen de punta. Intenta gritar, y no puede. La voz se le corta.

¿Pero entonces era verdad lo que decía la abuela de Tula? ¿Es verdad que el espantapájaros sale de noche a andar por los caminos? ¡No puede ser! ¿Cómo creer en tal cosa? Y sin embargo, allí está, en el camino, andando como un hombre y dirigiéndose hacia él, quizás dispuesto a vengarse de sus burlas y de sus pedradas. Ya se acerca, se acerca... Mocho no resiste más. Da vuelta y, temblando de miedo, echa a correr.

Pero corre torpemente, sus piernas temblorosas han perdido el vigor y la agilidad habituales. Y oye detrás suyo los pasos del espantapájaros que lo persigue. Los oye más cerca, ¡más cerca todavía!, ya parece que lo tiene junto a él, no puede más...



Pide auxilio. ¿A quién pedirlo sino a la madre?

Intenta dar un salto, y grita:

—¡Mamá, mamá! —Siente que ha caído. Porque Mocho acaba de rodar de la cama donde estaba soñando. Se hace la luz. A su lado está la madre, afligida:

—¿Qué te pasa, querido?

Mocho la mira con ojos espantados. Va a decirle que el espantapájaros lo corría, pero calla. ¿Cómo decir tal cosa? Calla y se aprieta contra su pecho, sollozante. La madre lo consuela y acaricia:

—Estabas soñando. Una pesadilla, seguramente. Eso te pasa por comer mucho y a cada rato. No es nada. Acostate, querido. Yo te acompañaré.

Lo tiende en la cama, lo arropa. Y se instala a su lado. Mocho se siente seguro, cierra los ojos, se duerme.

Pero a la mañana siguiente, día de sol radiante y magnífico, pasando por delante del espantapájaros inmóvil, sigue derecho, lo contempla de reojo. No se le ocurre burlarlo ni tirarle piedras.

Marc Chagall

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Mocho y el espantapájaros,
de Álvaro Yunque (seudónimo de Arístides Herrero Gandolfi),
está incluido en el libro Mocho y el espantapájaros: y otros cuentos;
el libro fue publicado en 1972
y prohibido en época dictatorial. Argentina.

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Cantares de Numa Moraes. Qué lindo es vivir así


Audiovisual, duración 2'10"

Un canto a la vida

Numa Moraes canta en el marco de «1983-2023. A 40 años del viaje de los niños del exilio. Presentación de una muestra fotográfica», actividad llevada a cabo en la sede de la Junta Departamental de Montevideo,
el 22 de noviembre de 2023.

Marcas de la Memoria, Marcas como Abrazos:
Niños en vuelo desde el exilio,
26 de diciembre de 1983.

Se conmemoran los 40 años del viaje de 154 niños provenientes del exilio uruguayo, que a su llegada a Uruguay, el 26 de diciembre de 1983, desde el aeropuerto de Carrasco fueron conducidos a este local en una caravana de ómnibus. La Coordinadora del Transporte del Pit se encargó de los vehículos, los niños pudieron abrazar a sus familias y un pueblo se volcó a la calle para recibir a sus hijos.

Música
Compañero,
de Marcos Velásquez,
en la voz de Héctor Numa Moraes.

Compañero

Qué lindo es vivir así
sabiendo que el hombre es bueno,
sabiendo que el hombre es bueno,
que la semilla ni sabe
que la culpa es del terreno,
que la semilla ni sabe
que la culpa es del terreno.

Llegará el día, sí señor,
verá qué lindo, verá qué bueno,
que usted tire un beso al aire,
verá qué justo, verá qué cierto,
sabiendo que donde caiga
no caerá preso
no caerá preso.

Es lindo mirar a un niño
porque cuanto más pequeño,
porque cuanto más pequeño,
es más puro, más semilla,
menos patrón y más dueño,
es más puro, más semilla,
menos patrón y más dueño.

Dele usted la mano a un niño
verá qué lindo, verá qué bueno,
y dígale con confianza,
verá qué justo, verá qué cierto,
y dígale como a un hombre
¿cómo le va, compañero?

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Galería de imágenes

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Álbum: El mundo del nosotros está naciendo

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documento en formato pdf, Cuentos infantiles prohibidos

para visitar la Pequeña Biblioteca

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Un monte para vivir. Gustavo Roldán

Cuentos infanrtiles. Gustavo Roldán


Pequeña Biblioteca

Es muy difícil levantarse luego de haber sido tan golpeados.
Pero es posible, construyendo y re-construyendo el tejido social que han destrozado.
Nunca solos, con memoria y colectivamente.

“Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.”
Carta del Che Guevara a sus hijos.

Tucán
Pintura mural.
Montevideo.

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Tantas cosas deberíamos incluir en nuestra pequeña biblioteca.
Hoy proponemos este cuento infantil de Gustavo Roldán.

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Un monte para vivir

El río de aguas marrones corría bordeado por la sombra de los árboles. Pequeños remolinos jugaban con las hojas que caían bailoteando en el aire. Y un rumor de abejas flotaba en la tarde. En fin, era una buena tarde de verano.

Pero el coatí estaba triste.

El mono estaba triste.

La pulga estaba triste.

El quirquincho estaba triste.

En realidad, todos estaban tristes. Nadie cantaba, ni jugaba, ni corría, nadie hacía ningún ruido, porque hacía un tiempo que el tigre andaba al acecho.

Y cuando no hay ruidos, el monte se vuelve triste.

Y un monte triste es un mal lugar para vivir.

–Claro –dijo la paloma–, si no puedo decir currucucú, mis plumas pierden el brillo.

–Y yo –dijo el monito–, cuando no puedo saltar de rama en rama, ando arrastrando la cola.

–Si no puedo correr –dijo el coatí–, se me caen las lágrimas, y cuando se me caen las lágrimas me dan ganas de llorar.

–Lo peor –dijo la pulga– es que ya no tengo ni ganas de picar.

–¡Bah! –dijo la vizcacha–, todo es cuestión de acostumbrarse. Esto tiene muchas ventajas.

–Yo no le encuentro ninguna –gritó la pulga medio enojada.

–Pero tiene muchas. Todo está muy ordenado. Y eso de que los monos no puedan andar saltando de rama en rama me parece muy bien. ¿Acaso vieron alguna vizcacha que ande haciendo eso?

–¡Pero yo no puedo decir currucucú! –dijo la paloma.

–Sí, sí –dijo la vizcacha–. Pero, ¿qué tiene de lindo? Yo no digo nunca currucucú y así estoy muy pero muy bien.

–Pero doña vizcacha –dijo el tordo–, todos decían que mi canto era muy lindo y ahora no puedo cantar.

–Son los excesos, m’hijo, los excesos. Usted silbaba todo el día. Míreme a mí, yo nunca silbo, y tan contenta.

El picaflor, que ahora tenía que estar quietito en una rama, protestó:

–Los picaflores siempre estamos volando. Comemos volando, tomamos agua volando, y vamos como una flecha de un lado para el otro.

–Eso es lo que yo digo. ¿Alguien vio que una vizcacha haga una cosa así? ¿Qué es eso de quedarse parado en el aire? A mí nunca se me ocurriría hacerlo. Y me parece muy bien que el tigre haya prohibido todas esas cosas.

–Los que tenemos patas largas necesitamos correr –dijo el piojo parado en la cabeza del ñandú.

–Bueno, bueno –dijo la vizcacha–, pero el tigre prohibió todo y listo. Es la nueva ley y hay que respetarla.

–Pero la mano viene un poco más dura –dijo el tatú–. Y por algunas cosas que hice, el tigre me anda buscando con malas intenciones. Mejor me voy a vivir al otro lado del río.

–Y yo también me voy –dijo el loro–. Parece que estoy entre los primeros de la lista, y me voy al otro lado del río.

–A mí me tiene marcado el murciélago orejudo –dijo el hornero–. También es mejor que me vaya.

–Y yo también y yo también –dijeron la calandria y la iguana, y mil animales más.

Y se fueron a buscar un lugar para vivir.

Se fueron, pero no se fueron contentos.



–Yo me quedo aquí –dijo la pulga–, y que me encuentren si son brujos.

–Yo también –dijo el tordo–. Yo no sé cantar en otro lado, y ya veré cómo me las arreglo.

–Y yo –dijo el monito–, yo me cuidaré muy bien de lo que hago. O por lo menos delante de quién lo hago.

–Y yo y yo y yo –dijeron el coatí y el sapo y la paloma y la cotorrita verde y mil animales más.

Se quedaron, pero no se quedaron contentos.

Y así pasaron los años. Muchos.

A veces había noticias de los unos para los otros.

A veces algún encuentro los llenaba de alegría y de tristeza.

A veces comenzaban a olvidarse. Pero otras veces, no.

En el fondo, todos estaban un poco tristes.

Las aguas marrones del río seguían jugueteando con las hojas, cada vez con menos entusiasmo. El piojo, parado en la cabeza del ñandú, miraba el río y pensaba.

Después de un rato dijo:

–Los que tenemos patas largas ya no aguantamos más.

–Sí, pero ¿qué podemos hacer? –preguntó la paloma.

–Yo digo ¡punto y coma, el que no se escondió se embroma! –bramó la pulga con bramido de pulga.

–Y yo y yo y yo –dijeron el quirquincho y el tordo y el coatí y la cotorrita verde y mil animales más.

Sí, pero ¿qué podemos hacer? –repitió la paloma.

–Bueno, bueno –dijo el sapo–. No es que este sapo quiera saber más que nadie, pero ya tenemos la solución.

–¿Cuál es? ¿Cuál es?

–Ésa que dijo la pulga y que repitieron todos: ¡punto y coma, el que no se escondió se embroma! ¿Qué les parece si bss bss bss? –y contó en secreto sus planes.



El picaflor voló más rápido que nunca para contarles a los que se habían ido.

El tordo voló para el otro lado.

Y la paloma para el otro.

Y la cotorrita verde para el otro.

Y el quirquincho. Bueno, el quirquincho no voló, pero se fue con trotecito de quirquincho también para algún lado.

El tigre, el zorro, la vizcacha, el carancho, la y el murciélago orejudo vieron de lejos la polvareda que se acercaba.

–¿Qué es eso? –rugió el tigre–. ¡Aquí estoy mis amigos y no me gusta toda esa tierra!

–¡Y qué ruido, don tigre! ¡Eso le debe gustar menos! –dijo la vizcacha, zalamera.

–¡Voy corriendo a ordenar silencio! –se ofreció el zorro.

Y se fue al trote para poner un poco de orden.

Pero al ratito estaba de vuelta con la cola entre las patas.

–Mire, don tigre, me parece que la cosa se complica...

–Bah –dijo el tapir–, dejen todo en mis manos.

Y se fue a ver qué pasaba.

Al rato volvió con la cabeza gacha. Y la polvareda seguía acercándose cada vez más.

–No y no –dijo la yarará moviendo la cabeza para todos lados–, dejen todo en mis manos... digo, dejen todo a mi cargo.

Y se fue arrastrando su veneno hacia la polvareda.

Pasó un rato. Pasó otro rato. Cuando al tercer rato la yarará volvía, el tigre empezó a ponerse nervioso.

En eso la vio llegar. Venía chata y arrastrándose con esfuerzo.

–Don tigre, don tigre –dijo sacando esa lengua que ya no asutaba nadie–, vienen todos juntos, los que se fueron y que se quedaron.

–¿Todos juntos, los que se fueron y los que se quedaron?

–Sí, don tigre, y vienen gritando: ¡Punto y coma, el que no escondió se embroma!

–¿Y vienen muchos?

–Muchos no, don tigre, ¡vienen todos!

–¿Y gritan fuerte?

–A grito pelado, don tigre.

–¿Y con los ojos brillantes?

–Muy brillantes, don tigre.

–¡Pero yo soy el tigre!

–Sí, sí, eso lo saben...

–Ah, me conocen bien...

–Sí, lo conocen bien, y por eso vienen gritando: ¡Adónde está ese tigre!

–Entonces conviene que el murciélago orejudo vaya a ver –dijo el tigre mirando para todos lados.

Pero el murciélago orejudo hacía rato que se había borrado y no quedaban ni rastros de él.

–Don tigre –dijo la vizcacha temblando–, me parece que ya llegan. Ruja don tigre, así se asustan.

El tigre respiró hondo, abrió muy grande la boca y largó su rugido más fuerte. Pero apenas se oyó un grr de gatito con hambre.

Entonces dijo:

–¿Y si nos vamos?

Dicen que corrieron y corrieron, mientras la gran polvareda los seguía de cerca.

Dicen que se fueron hasta donde el sol se pone.

Hasta donde nacen los ríos.

Hasta donde se acaba el viento.

Dicen que se fueron con un miedo como para siempre.

El monte volvió a llenarse de ruidos, de silbidos de tordo, de monos saltando de rama en rama, de palomas que decían currucucú.

–Juguemos una carrera –le dijo el piojo al picaflor–. Los que tenemos patas largas queremos correr siempre.

Y corrieron. Y llegaron juntos hasta el río de aguas marrones que ahora jugueteaba con las hojas haciendo mil remolinos.

–Uf –dijo el piojo parado en la cabeza del ñandú–, cuesta trabajo, pero qué lindo es tener un monte para vivir.

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Gustavo Roldán,
16/agosto/1935, Roque Sáenz Peña, provincia del Chaco
3/abril/2012, Buenos Aires, Argentina.

Fue profesor de Literatura Hispanoamericana y Argentina.
Dirigió las colecciones “Libros del Malabarista”
y “El pajarito remendado”, de Ediciones Colihue.

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Nota:
la caracola
me deja en el oído
viejos pregones

Mario Benedetti, haiku n° 43

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Fuegos y Tornasoles.
Cielo y Agua, Verde y Amarillo



Audiovisual, duración 6'00"

Fantasías de la imagen y de la música.
Fuegos y tornasoles del atardecer,
un saludo al sol,
un saludo a las tierras rioplatenses.
Cielo y agua, tierra y fuego,
identidades,
en el son de una guitarra.

Música

1) En verde y amarillo,
de Rubén Lena;

2) El fuego sagrado,
de Mariana Ingold;

interpretadas en guitarra
por Gustavo Ripa.

Comenta Gustavo Ripa para la edición de su CD Calma
(Ediciones Ayuí/Tacuabé, Serie Sin palabras, Montevideo, 2010):
"Calma como pedido, como propuesta,
como estado que cobija el alma,
como necesidad, como deseo"
.

En verde y amarillo.
"El maestro Lena ha dejado un legado de canciones estupendas.
Ésta siempre me conmovió,
en mi memoria musical suena la versión de Larbanois y Carrero,
con la voz de Mario arrancando el tema. Un lujo"
.

El fuego sagrado.
"Canción que me evoca un círculo de personas alrededor del fuego.
Este tema me da energía, alegría y sentido de unión"
.

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Taller de tejido: Memorias de la Enseñanza

1° de agosto. Memorias de la enseñamza


Crónicas de la resistencia
Colección “Tejiendo Memorias”


Al final de este viaje en la vida quedará
nuestro rastro invitando a vivir.

Silvio Rodríguez, “Al final de este viaje”

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Albumes fotográficos de la Memoria
Para los navegantes con ganas de viento
la memoria es punto de partida


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Patrimonios de cultura y lucha populares
La historia de nuestra gente y nuestros barrios
forma parte de nuestro Patrimonio.

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Memorias de la Enseñanza. 2024

Descripción: Acto del 1° de agosto de 2024, Día del Detenido Desaparecido de la Enseñanza,
llevado a cabo en Montevideo, en la plaza de la Terminal Goes.

También se incluyen imágenes relativas a la muestra fotográfica inaugurada el 30 de julio en el Centro Cultural Goes, que tiene por objeto la memoria gráfica de las conmemoraciones del 1° de agosto.

Nuestra memoria sostiene la lucha de ayer y de hoy
1° de agosto.
Día del detenido-desaparecido
de la Enseñanza
Plaza Terminal Goes,
Montevideo, 2024.

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Memorias de la Enseñanza. 2023

Descripción: Acto del 1° de agosto de 2023, Día del Detenido Desaparecido de la Enseñanza,
llevado a cabo en Montevideo, en la plaza de la Terminal Goes.

“Aquí vivimos en un mundo de merengue: batimos y rebatimos claras de huevo y azúcar. Cuando hemos llegado a soluciones, ellas son espuma. Y como espuma que son, sirven sólo de adorno o se pierden en la nada. Con los rancheríos, con la reforma agraria, con los desalojos rurales, con los créditos agrícolas, ha pasado y pasará lo mismo. (…) Hablamos de un problema y lo damos por resuelto. Pero en los hechos, en lo concreto, NO HACEMOS NADA”.
Y Julio pone letras mayúsculas a esta frase: no hacemos nada, escrita en 1945, ...

Así decía el también maestro Miguel Soler en: “Julio Castro, persona buscada a seguir buscando”. Palabras pronunciadas en el acto de homenaje a Julio Castro realizado en el Paraninfo de la Universidad de la República, Montevideo, 28 de agosto de 1987.

Nuestra memoria sostiene la lucha de ayer y de hoy
1° de agosto.
Día del detenido-desaparecido
de la Enseñanza
Plaza Terminal Goes,
Montevideo, 2023.

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El semanario Marcha hace suyo ese encabezamiento del maestro Julio Castro:
Aquí vivimos en un mundo de merengue
y hoy nos lo recordaba una intervención plástica
en la actividad llevada a cabo en la plaza Goes.

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toc toc ... zapato marrón
perdido en la vereda
en busca del pie descalzo
de la maestra Elena

tiz tiz ... canta la tiza
se está alegrando la escuela
porque dicen que ya viene
la señorita Elena
El zapato busca a Elena...
Elena busca su zapato

1° de agosto.
Día del detenido-desaparecido
de la Enseñanza.
Narrando historias,
intervención del colectivo
Fogones de la Memoria.
Plaza Terminal Goes,
Montevideo, 2023.

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Memorias de la Enseñanza. 2021

Descripción: Acto del 1° de agosto de 2021,
Día del Detenido Desaparecido de la Enseñanza,
llevado a cabo en Montevideo,
en la explanada de la Universidad.

Música y cantares por la memoria ...
1° de agosto.
Día del detenido-desaparecido
de la Enseñanza
Intervención del grupo Les Cacas.
Frente a la Universidad,
edificio central,
Montevideo, 2021.

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Memorias de la Escuela. 2018

Descripción: Acto del 1° de agosto de 2018,
Día del Detenido Desaparecido de la Enseñanza,
llevado a cabo en Montevideo,
en la sede sindical de Ademu,
Asociación de Maestros del Uruguay.

Colores de la Memoria ...
1° de agosto.
Día del detenido-desaparecido
de la Enseñanza.
Bocetos de Diego Vieytes,
para un Mural de la Memoria en Ciudad de la Costa.
Sede sindical de Ademu,
Asociación de Maestros del Uruguay,
Montevideo, 2018.

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Con los mismos guardapolvos ...
1° de agosto.
Día del detenido-desaparecido
de la Enseñanza.
Intervención de estudiantes
de Magisterio.
Sede sindical de Ademu,
Asociación de Maestros del Uruguay,
Montevideo, 2018.

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Recordando a Luis Eduardo Chiqui González

Descripción: Recordando a Luis Eduardo Chiqui González,
detenido-desaparecido en Montevideo el 13 de diciembre de 1974,
y colocación de placa en memoria.

Escuela N° 17, “Domingo de Arce”.
Young, Departamento de Río Negro.

Texto en la placa: «En esta escuela fue alumno Luis Eduardo Chiqui González, detenido, torturado y desaparecido en diciembre de 1974 durante la dictadura cívico militar.
Nunca más terrorismo de Estado
28 de agosto de 2017
».

Recordando a Luis Eduardo Chiqui González,
detenido-desaparecido,
en Montevideo el 13 de diciembre de 1974,
y colocación de placa en memoria.
Escuela N° 17, “Domingo de Arce”,
Young, Departamento de Río Negro.
28 de agosto de 2017.

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Imagen, Memoria e Historia

«A mí me costó mucho
encontrar una fotografía
para ponerme en el pecho ...
No tener las fotos de la familia
es como no formar parte
de la historia de la humanidad ...
»

Diálogo en la película La ciudad de los fotógrafos.

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Crónicas de la resistencia. Colección “Tejiendo Memorias”

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La escuela en primera línea

Escuela Pública. Young, Río Negro


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Los colores de la Escuela Pública. Young, Río Negro

Imágenes de la Escuela N° 17,
“Domingo de Arce”,
Young,
Departamento de Río Negro, Uruguay.

Sembrando colores,
cosechando horizontes

Escuela Pública N° 17,
“Domingo de Arce”.
Young,
Departamento de Río Negro, Uruguay.

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Retirada del Gran Tuleque. Murga Falta y Resto


Audiovisual
Duración: 3’52”

La murga Falta y Resto, en la Sala Zitarrosa, Montevideo, 9 de diciembre de 2014, en el Festival por Ayotzinapa, organizado por Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos-Desaparecidos, HIJOS Uruguay, el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ) y el grupo Uruguay por Ayotzinapa en apoyo a las familias de los estudiantes asesinados y desaparecidos, y a beneficio de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, México.

Daniel Viglietti, Falta y Resto, Braulio López, Ruben Olivera y Diego Kuropatwa, Cuatro Pesos de Propina y Christian Berdar brindaron su música y apoyo solidario a los estudiantes y a todo el pueblo de México.

También la actuación del Grupo de Teatro del Oprimido-Montevideo. conmovió al público con su interpretación denominada “Búscame”.

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Audio:
Despedida del Gran Tuleque
Letra de Mauricio Rosencof.
Música de Jaime Roos. 1987.
En las voces de la murga Falta y Resto.
En vivo, en la Sala Zitarrosa,
9 de diciembre de 2014.

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Despedida del Gran Tuleque

Carnaval ...
El dios Momo te ha vuelto a soñar
y la murga,
despierta divina,
fugaz golondrina
que siempre volverá.

Somos laburantes enamorados
que vienen a buscar la colombina,
sombra de la sombra de una esquina,
la noche que el amor fue clausurado.

Palpitante de alegres canciones,
hoy venimos al barrio a dejar
farolitos de lindos colores,
pa' que alumbren en cada zaguán.

Redoblando esperanza y coraje,
con margaritas de amor y de paz,
por los chiquitos que faltan,
por los chiquitos que vienen,
¡Uruguayos ... Nunca más!

Cabalgando en la paz de la brisa,
la murguita del humo se va,
paso a paso, sin pausa y sin prisa,
la del humo siempre volverá.

Esta murga que dice y no grita,
esta murga que no fallará,
vendrá por las callecitas,
arrabaleando la vida.
La del humo, ... cumplirá.

(recitado:)
Se va,
se va la murga que dice y no grita,
la murga que vino, se va,
pero esta murga por la Margarita,
esta murga siempre volverá,

Redoblando esperanza y coraje,
con margaritas de amor y de paz,
por los chiquitos que faltan,
por los chiquitos que vienen,
¡Uruguayos nunca más!


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Uruguay, sus gentes y sus territorios

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Cuentos infantiles prohibidos

Cuentos infantiles prohibidos

Donde hubo fuegos cenizas quedan
Tejiendo memorias. Reconstruyendo identidades


Cuentos infantiles prohibidos por la dictadura cívico-militar en Argentina

«Los zapatos voladores»
de Margarita Belgrano,
ilustraciones de Sara Conti

En 1977, el Centro Editor de América Latina (CEAL) lanzó una colección de cuentos infantiles escritos por autores y autoras argentinas e ilustrados también por artistas nacionales: eran historias breves, sencillas, atractivas que mostraban los innovadores recorridos iniciados por escritores nacionales de ese momento. Entre los cuentos publicados en la colección “Los cuentos de Chiribitil” estaba “Los zapatos voladores”, con ilustraciones de Sara Conti (Chacha), que fue prohibido por la dictadura cívico militar por considerarlo “subversivo”.
Sara Conti, hermana de Oski, comenzó a dibujar en colaboración con él intencionadas caricaturas políticas, que firmaba Van Pog, para el semanario“Cascabel”. Después se volcaría a la ilustración infantil, realizando personalísimas tapas e ilustraciones que firmaba Chacha, para la revista “Mundo Infantil”.

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«Los zapatos voladores»

En esta época en que todo el mundo habla de platos voladores a alguien se le ocurrió hablar de zapatos voladores.

Fue en un pueblo tranquilo en el que nunca había un bochinche ni un berrinche. Hasta el día en que, en medio de una calle, se escucharon los chillidos de un chico pelirrojo:

—¡Un zapato pasó volando arriba de mi cabeza! ¡Otro cruzó muy cerca de mi nariz! –gritaba. Y pegaba saltos señalando el aire.

Pero nadie vio nada en el aire. Salvo alguna que otra mosca y un gorrión chiquito que aprendía a volar, nada raro pasaba por sobre las cabezas.

—Habrá sido una mariposa gorda o un pajarito de cuero –le decían al chico en tono de burla.

Al otro día se repitió una escena parecida. Doña Rosa, la panadera, había salido a comprar dulce para rellenar alfajores y cuando llegó a la esquina vio que un zapato volaba a toda velocidad por arriba de los techos. Mientras muy sofocada aseguraba que el chico pelirrojo tenía razón salió corriendo García, el farmacéutico, para avisarles a los vecinos que había encontrado un zapato marrón enganchado en la antena del televisor, sobre la azotea de su casa.

La gente salió a cuchichear a las veredas: “¿Serán espías interplanetarios disfrazados de zapatos? ¿Serán platos voladores que no tienen forma de platos?”.

Todo el pueblo hizo cola frente a la casa del farmacéutico. Entraban de a diez para que las escaleras no se desplomaran y subían hasta la azotea para observar el extraño fenómeno atrapado por la antena de la televisión.

Bueno, de extraño no tenía mucho porque era ni más ni menos que un zapato marrón, bastante gastado, con suela, taco y cordones, como casi todos los zapatos.

Lo miraban con curiosidad y desconfianza. Nadie se atrevía a tocarlo por temor a morir pulverizado.

El zapato, quietito en su lugar, no daba muestras de inteligencia ni, menos que menos, de saber volar.

Al día siguiente nadie fue a trabajar. Los chicos faltaron a la escuela, las fábricas durmieron en silencio, los cines no pasaron películas, las veredas no fueron barridas, los almacenes no vendieron nada.

¿Por qué? Porque todos estaban haciendo cola para ver el zapato. Era tan larga que ocupaba cuadras y cuadras y se enroscaba por las manzanas del barrio como un hilo alrededor de un carretel.

Tal escándalo se armó que el gobernador, para restablecer el orden, hizo sobrevolar la interminable cola por un avión con micrófono y convocó a una reunión en la plaza principal.

La gente fue hacia allá.

—¡Yo lo vi! ¡Yo lo vi! –vociferaba doña Rosa apretujada por la multitud.

—¡Yo lo vi primero! –gritó el chico pelirrojo.

—¡Está en la azotea de mi casa! –dijo el farmacéutico, medio ronco por haberlo contado tantas veces.

El gobernador salió al balcón y rugió:

—¡Silencio! ¡Nuestro pueblo debe volver a la normalidad! ¡Déjense de historias y terminemos con esta farsa! Yo no le creo a nadie. Los pájaros vuelan. Los zapatos no son pájaros. Por lo tanto, los zapatos no vuelan. Buenas tardes.

Una nena dijo en voz muy alta:

—¡¡Mentiras!! Los aviones tampoco son pájaros y sin embargo vuelan.

En ese momento se escuchó la sirena de los bomberos. El camión colorado se abrió paso entre la muchedumbre hasta llegar al balcón del gobernador. Un bombero bajó, hizo una reverencia, colocó una larga escalera para subir hasta el balcón y, entregándole un paquete al gobernador, le dijo:

—Señor gobernador, en nombre de los bomberos voluntarios que arriesgaron sus vidas en esta peligrosa hazaña le hago entrega del zapato volador, que hemos cazado en casa del farmacéutico García para que usted lo vea con sus propios ojos.

El gobernador tomó el paquete entre sus manos, lo abrió sin ningún temor y, muy fastidiado, dijo:

—Esto no es un zapato volador. Esto es, simplemente, un zapato.

—¡QUE VUE-LE! ¡QUE VUE-LE! –pedía la multitud.

—¡SI, SEÑOR GOBERNADOR, EL ZAPATO ES VOLADOR! –continuaban coreando.

Pero el zapato, quietito en manos del gobernador, ni se movió.

Mientras la gente insistía y pateaba impaciente las piedritas de la plaza apareció el cartero Cartín, quien todas las mañanas repartía la correspondencia casa por casa.

Como era bajito se trepó a babucha de un farol y dijo lo más alto que pudo:

—¡Un momento, señor gobernador! ¡No se retire! Tengo que decir unas palabras.

El gobernador lo miró y observó que estaba descalzo. Entonces chilló:

—¿Cómo se atreve a presentarse descalzo ante este balcón que es orgullo de nuestro pueblo?

—Porque tiré mis zapatos por la ventana y ahora no tengo más qué ponerme –respondió Cartín.

Alrededor pudo escucharse un agitado murmullo.

El cartero prosiguió:

—Vengo a disculparme por haber causado este revuelo sin querer. Yo soy el causante del desorden.

—Explíquese y pronto, que estoy muy ocupado y es la hora de tomar el té –dijo el gobernador.

—Resulta que cuando me enfurezco tengo mucha fuerza –explicó Cartín–. Un día me enfurecí, arrojé los zapatos por la ventana y volaron como cohetes. Al otro día volví a enfurecerme y tiré el otro par. Ahora ando descalzo porque se me acabaron los zapatos.

La gente pataleó con ansiedad.

—No termino de entender –dijo el gobernador–, y el té se enfría.

Cartín, entonces, algo nervioso, explicó las razones que tenía para enfure-cerse.

—Me dolían los pies, señor gobernador, y eso es una injusticia. Y a mí la injusticia me enfurece.

—¿Ajá? –contestó el gobernador a punto de perder la paciencia–. ¿Así que el dolor de pies es una injusticia? ¿Para escuchar semejante tontería estoy per¬diendo mi valioso tiempo?

—La injusticia es tener que caminar...

—¿No me diga? ¿Qué quiere usted? ¿Volar como los pájaros? ¿Arrastrarse como las lombrices? –se sulfuró el gobernador.

—Digo que la injusticia es tener que caminar tanto, tanto, para repartir las cartas casa por casa, sin un triste triciclo o bicicleta o borrico que me lleve de una calle a otra.

—¿Y por qué no se compra un triciclo, una bicicleta o un borrico?

—Porque mi sueldo de cartero no me alcanza, señor gobernador. Y hay quienes se pasan el día sentados trabajando en oficinas, y sin embargo tienen auto o bicicleta, aunque no lo precisen tanto como yo y...

Las voces de la gente que llenaba la plaza no lo dejaron continuar:

—¡Bl-Cl-CLE-TA! ¡Bl-CI-CLE-TA!

—Trataremos... –dijo el gobernador.

—¡BI-CI-CLE-TA! ¡BI-CI-CLE-TA!

—Trataremosss... –repitió más fuerte.

—¡Bl-Cl-CLE-TA! ¡BI-CI-CLE-TA! –seguía coreando la multitud.

—TRATAREEEMOOOSSSS DE... –insistió el gobernador– DE SOLUCIONAR SU PROBLEMA LO MAS PRONTO POSIBLE, LUEGO DE CONSULTAR CON MIS COLABORADORES Y CONVOCAR A UN EQUIPO DE INVESTIGADORES QUE SE OCUPAN DE...

Pero nadie escuchaba ya al gobernador. Porque todos estaban arrojando monedas en un gran macetón vacío que adornaba el centro de la plaza. Y como la gente era tanta las monedas fueron muchas.

Las suficientes como para que Cartín el cartero pudiera comprarse una bicicleta y un lindo par de zapatos nuevos

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Cuentos infantiles prohibidos
algunos cuentos infantiles aquí incluidos, en formato pdf:

Los zapatos voladores; de Margarita Belgrano

El pueblo que no quería ser gris; de Beatriz Doumerc

La ultrabomba; de Mario Lodi

Monigote en la arena; de Laura Devetach

Jacinto; de Graciela Cabal

La caída de Porquesí, el malvado emperador; de Silvia Schujer

El deshollinador que no tenía trabajo; de Laura Devetach

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Abrir documento pdf en página aparte:

Cuentos infantiles prohibidos


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Nota. Las imágenes que acompañan esta entrada son fotografías tomadas el 1° de agosto de 2023, en ocasión del Día del detenido-desaparecido de la Enseñanza; Plaza Terminal Goes, Montevideo. El cuento del zapato perdido fue presentado por el grupo Fogones de la Memoria, haciendo referencia al secuestro y desaparición de la maestra Elena Quinteros, y a la larga lucha de Tota, madre de Elena, junto al pueblo uruguayo, ante la impunidad que siempre ha tenido ese delito. Al mismo grupo de Fogones también pertenece este gato:

y se viene el gato, a volar los zapatos

Gato del zapato
Hace un tiempo vino un gaucho
a enseñarle a los niñitos
como se bailaba el gato
en la ronda del fogoncito
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si necesitás calzarte
venite a bailar un rato
que se armó en el fogón
la ronda de los zapatos
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se baila con tanto afán
que la tierra está temblando
los pies prendidos fuego
y los zapatos volando
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y como dijo la Tota
que no vuelvan más las botas

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Un álbum de fotografías con las imágenes de tal actividad,
puede verse, en página aparte, en:

Memorias de la Enseñanza. 2023


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Audiovisuales de los cuentos incluidos en esta recopilación

Los zapatos voladores; de Margarita Belgrano (9'15")


El pueblo que no quería ser gris; de Beatriz Doumerc (7'01")


La ultrabomba; de Mario Lodi (3'45")


Monigote en la arena; de Laura Devetach (7'05")


Jacinto; de Graciela Cabal (7'17")


La caída de Porquesí, el malvado emperador; de Silvia Schujer (4'58")


El deshollinador que no tenía trabajo; de Laura Devetach (13'29")

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Fantasías ...

Es hora de acostarnos, leer un libro
y ponernos a dormir.
... con el augurio de muy felices sueños.
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Tejiendo memorias... La torre de cubos

La torre de cubos, Laura Devetach

Donde hubo fuegos cenizas quedan
Tejiendo memorias. Reconstruyendo identidades


«La torre de cubos» de Laura Devetach

Todos los cuentos de este libro infantil fueron prohibidos por la dictadura cívico-militar en Argentina. La torre de cubos fue publicado en 1966 y se prohibió primero en la provincia de Santa Fe, después siguió la provincia de Buenos Aires, Mendoza y la zona del Sur, hasta que se hizo decreto nacional en el año 1979.

«Maravillosamente el libro siguió circulando pero sin mi nombre: era incluido en antologías, los maestros hacían copias a mimeógrafo y se los daban para leer a los alumnos. Muchos lectores se me acercaron después y me dijeron que habían leído mis cuentos en papeles sueltos, sin saber de quién eran. Recuerdo varias Ferias del Libro en las que las maestras me acercaban esas hojas mimeografiadas para que se las firmara»; testimonio de Laura Devetach, tomado de la revista La Educación en nuestras manos, N° 75 (Buenos Aires, SUTEBA, marzo de 2006).

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A todas las maestras y todos los maestros
que hicieron rodar estos cuentos
cuando no se podía, ¡muchas gracias!
Laura Devetach


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La planta de Bartolo
Es un cuento del libro La torre de cubos

El buen Bartolo sembró un día un cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol, y cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.

Pronto la plantita comenzó a dar cuadernos. Eran cuadernos hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con muchas hojas muy blancas que invitaban a hacer sumas y restas y dibujitos.

Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:

— Ahora, ¡todos los chicos tendrán cuadernos!

¡Pobrecitos los chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribían mucho y los iban terminando, se enojaban y les decían:

— ¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!

Y los pobres chicos no sabían qué hacer.

Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:

— ¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos!

Una bandada de parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita del buen Bartolo y todos los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del brazo.

Y así pasó que cada vez que acababan uno, Bartolo les daba otro y ellos escribían y aprendían con muchísimo gusto.

Pero, una piedra muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo y los chicos. El Vendedor de Cuadernos se enojó como no sé qué.

Un día, fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa de Bartolo. Golpeó la puerta con sus manos llenas de anillos de oro: ¡Toco toc! ¡Toco toc!

— Bartolo –le dijo con falsa sonrisa atabacada–, vengo a comprarte tu planta de hacer cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de colores.

— No –dijo Bartolo mientras comía un rico pedacito de pan.

— ¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.

— No.

— Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.

— No.

— Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.

— No.

— ¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?

— Nada. No la vendo.

— ¿Por qué sos así conmigo?

— Porque los cuadernos no son para vender sino para que los chicos trabajen tranquilos.

— Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.

— No.

— Pues entonces –rugió con su gran boca negra de horno–, ¡te quitaré la planta de cuadernos! –y se fue echando humo como la locomotora.

Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.

— ¡Sáquenle la planta de cuadernos! –ordenó.

Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando, y también llegaron los pajaritos y los conejitos.

Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche”, mientras los pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones.

Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al Vendedor con sus calzoncillos colorados, gritando como un loco, que tuvieron que sentarse a descansar.

— ¡Buen negocio en otra parte! –gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el Vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.
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La torre de cubos,
de Laura Devetach
algunos cuentos infantiles aquí incluidos, en formato pdf:

La torre de cubos


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Audiovisuales de los cuentos incluidos en la recopilación

La planta de Bartolo (4'31")


La torre de cubos (10'47")


Monigote de carbón (13'15")


El pueblo dibujado (21'29")


Fantasías ...

Es hora de acostarnos, leer un libro
y ponernos a dormir.
... con el augurio de muy felices sueños. «««-»»»

Tejiendo memorias ...
Un elefante ocupa mucho espacio

Un elefante ocupa mucho espacio. Elsa Bornemann


Donde hubo fuegos cenizas quedan
Tejiendo memorias. Reconstruyendo identidades


«Un elefante ocupa mucho espacio»,
un libro infantil prohibido por la dictadura argentina en 1977.

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Un elefante ocupa mucho espacio
de Elsa Bornemann

Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se decidió una vez a pensar “en elefante”, esto es, a tener una idea tan enorme como su cuerpo... ah... eso algunos no lo saben, y por eso lo cuento:

Verano. Los domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado de la gran carpa. Los animales velaban desconcertados. No era para menos: cinco minutos antes, el loro había volado de jaula en jaula comunicándoles la inquietante noticia.

El elefante había declarado huelga general
y proponía que ninguno actuara en la función del día siguiente.

–¿Te has vuelto loco, Víctor? –le preguntó el león, asomando el hocico por entre los barrotes de su jaula. –¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante sin haberme consultado?
¡El rey de los animales soy yo!

La risita del elefante se desparramó como papel picado en la oscuridad de la noche:

–Ja. El rey de los animales es el hombre, compañero.
Y sobre todo aquí, tan lejos de nuestras anchas selvas...

–¿De qué te quejas, Víctor? –interrumpió un osito, gritando desde su encierro–.
¿No son acaso los hombres los que nos dan techo y comida?

–Tú has nacido bajo la lona del circo... –le contestó Víctor dulcemente–. La esposa del domador te crió con mamadera... Solamente conoces el país de los hombres y no puedes entender, aún, la alegría de la libertad...

–¿Se puede saber para qué hacemos huelga? –gruñó la foca,
coleteando nerviosa de aquí para allá.

–¡Al fin una buena pregunta! –exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó a sus compañeros que ellos eran presos... que trabajaban para que el dueño del circo se llenara los bolsillos de dinero... que eran obligados a ejecutar ridículas pruebas para divertir a la gente... que se los forzaba a imitar a los hombres... que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que patatán. (Y que patatín fue el consejo de hacer entender a los hombres que los animales querían volver a ser libres... Y que patatán fue la orden de huelga general...).

–Bah... pamplinas... –se burló el león–. ¿Cómo piensas comunicarte con los hombres?
¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma?

–Sí –aseguró Víctor–. El loro será nuestro intérprete –y enroscando la trompa en los barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera. Enseguida, abrió una tras otra las jaulas de sus compañeros.

Al rato, todos retozaban en torno a los carromatos. ¡Hasta el león!

Los primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles de los animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la ventana de su casa rodante. El calor parecía cortar el aire en infinidad de líneas anaranjadas... (Los animales nunca supieron si fue por eso que el dueño del circo pidió socorro y después se desmayó, apenas pisó el césped...).

De inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:

–Los animales están sueltos! –gritaron a coro, antes de correr en busca de sus látigos.

–¡Pues ahora los usarán para espantarnos las moscas! –les comunicó el loro no bien los domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos nuevamente.

–¡Ya no vamos a trabajar en el circo!
¡Huelga general, decretada por nuestro delegado, el elefante!

–¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas! –y los látigos silbadores ondularon amenaza-doramente.

–¡Ustedes a las jaulas! –gruñeron los orangutanes.

Y allí mismo se lanzaron sobre ellos y los encerraron. Pataleando furioso, el dueño del circo fue el que más resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el tiempo detrás de los barrotes.

La gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías,
las encontró cerradas por grandes carteles que anunciaban:

CIRCO TOMADO POR LOS TRABAJADORES.
HUELGA GENERAL DE ANIMALES

Entretanto, Víctor y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres:

–¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de fuego!

–¡Mantengan el equilibrio apoyados sobre sus cabezas!

–¡No usen las manos para comer!

–¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Píen! ¡Ladren! ¡Rujan!

–¡Basta, por favor, basta! –gimió el dueño del circo al concluir su vuelta número dos-cientos alrededor de la carpa, caminando sobre las manos–. ¡Nos damos por vencidos! ¿Qué quieren?

El loro carraspeó, tosió, tomó unos sorbitos de agua
y pronunció entonces el discurso que le había enseñado el elefante:

–... Conque esto no, y eso tampoco, y aquello nunca más, y no es justo, y que patatín y que patatán... porque... o nos envían de regreso a nuestras anchas selvas... o inauguramos el primer circo de hombres animalizados, para diversión de todos los gatos y perros del vecindario.
He dicho.

Las cámaras de televisión transmitieron un espectáculo insólito aquel fin de semana: en el aeropuerto, cada uno portando su correspondiente pasaje en los dientes (o sujeto en el pico, en el caso del loro), todos los animales se ubicaron en orden frente a la puerta de embarque
con destino al África.

Claro que el dueño del circo tuvo que contratar dos aviones: en uno viajaron los tigres, el león, los orangutanes, la foca, el osito y el loro. El otro fue totalmente utilizado por Víctor...
porque todos sabemos que un elefante ocupa mucho, mucho espacio...

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Un elefante ocupa mucho espacio,
de Elsa Bornemann
edición completa de la obra, en formato pdf

Un elefante ocupa mucho espacio


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Despedida y homenaje: El año verde

El año verde en la escuela,
(5’38”)

El Año Verde


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Texto, en formato pdf:

El Año Verde


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Audio con la lectura,
(5’51”)

El Año Verde


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«Bien verdes,
como los años que
–todos juntos—
han de construir día por día»,
resuena el eco en los valles
y remonta las faldas de las montañas...

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Fantasías ...

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y ponernos a dormir.
... con el augurio de muy felices sueños.

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