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Fantasías. Cabalgando cometas he aprendido a soñar

Fantasías. Cabalgando cometas he aprendido a soñar


Al final de este viaje en la vida quedará
nuestro rastro invitando a vivir.

Silvio Rodríguez, “Al final de este viaje”

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La calesita volante
Juegos del Parque Rodó,
Montevideo

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Nuevas fantasías

Fantasías,
relatos cortos,
lecturas breves,
pocas palabras,
como para picar,
pero no antes de la cena,
sino por la noche,
poco antes de dormir,
con el augurio de muy felices sueños.


«-»

Cometas y barriletes

Cabalgando cometas,
he aprendido a soñar.
Y a veces pasa que uno anda caminando
y se encuentra con gente
y un simple encuentro hace de ese día
un día demasiado.
Porque hay días tristes
y días normales,
días buen día
y buenos días demasiado.
Y quizás el soñar sea eso,
el soñar tierra y el soñar cielo.
Y quizás el encontrarse sea eso,
convidar sueños.


«-»

Vuela que vuela,
la niña en la rayuela,
para al cielo
su vida entera llevar.
Tira que tira,
el niño a la cometa,
para el cielo
a la tierra traer,
tira que tira,
la cometa a los niños,
para la tierra
al cielo llevar.


«-»

¡Cuántas palabras
para el mismo juguete!
¡Cuántos mensajes
con los mismos sueños!
¡Cuántos colores
en el mismo cielo!
¡Cuántos sueños
en la misma tierra!


«-»

Barrilete
y tonelete,
cambucha
y piscucha,
chichigua
y chiringa.
¡Cuántas palabras
para el mismo juguete!


«-»

Lechuza y papagayo,
pájara y pandorga,
papalote, como la mariposa,
y papelote, mariposa de papel.
¡Cuántos colores
en el mismo cielo!


«-»

Cachirulo
y abilucho,
pandero
y papaventos.
¡Cuántos mensajes
con los mismos sueños!


«-»

Capuchina, la pequeñita,
y estel, la estrella,
volador
y volantín.
¡Cuántos sueños
en la misma tierra!


«-»

¡Cuántos colores
en el mismo cielo!
¡Cuántas palabras
para el mismo juguete!
Cometas y papalotes,
todo es un juego
que quiero aprender.
¡Cuántos sueños
en la misma tierra!

¡Cuántos mensajes
con los mismos sueños!
Todo es un un sueño
al que quiero jugar,
esos mismos sueños
que no quiero olvidar.


«-»

Boga que boga,
el barquito,
en la fuente
abriendo horizontes;
boga que boga,
el capitancito,
soñando su fuente
hecha mar.


«-»

Rueda que rueda,
al compás niño,
todos de la mano
y sin tirar,
rueda que rueda,
pañuelitos blancos,
manos y pies libres,
ese es el compás.


«-»


Zumba que zumba
la abeja alrededor.
Dame tu vuelo
–dice la flor–.

Dame tu dulzura,
quisiera tu frescura,
–susurra la abeja–
tu vida y tu color.


«-»

Vuela que vuela,
la niña en la rayuela,
tira que tira,
el niño a la cometa,
para el cielo
a la tierra traer,
para la tierra
al cielo llevar.


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El trencito de lata

Subo al tren y me siento junto a la ventanilla. Ya de viaje miro los campos y las montañas. Converso con la señora que está sentada frente a mí; me cuenta que va a ver a su hijo que vive en Horizonte. Y recuerdo a mi madre que me había regalado un trencito para mi cumpleaños. Era un trencito de lata, a cuerda, con una locomotora y dos vagones, que viajaba sobre el pequeño círculo que formaban las vías.

Yo era muy chico en aquel entonces y el paisaje, las barreras, los túneles, la estación y la gente y todo cuanto veía en el pueblo donde me llevaba el trencito estaban sólo en mi mirada; olvidaba que mi trencito giraba siempre en su pequeño círculo e imaginaba que iba muy lejos, que se perdía en el horizonte, y yo viajaba en él y llegaba a otros pueblos y conocía a otros niños.

Un día a mi trencito se le rompió la cuerda. Me dolió mucho porque sin él ya no podría viajar hacia el horizonte y hoy me duele mucho más por mi madre, que me lo había regalado para que yo pudiera soñar.

«««-»»»

Coplas del trencito

Corre que corre,
el trencito de lata,
girando veloz
con sus vagones;
pita que pita,
la locomotora,
viajando sin tiempos
hacia el horizonte.


«-»


Ríe que ríe,
el niño-mago,
jugando a la escondida
aparece y desaparece.
‘Está’ ‘no está’ –le digo,
ríe que ríe
–dice el mago,
oculto y transparente.


«-»

Gira que gira,
el trompito,
con todas sus fuerzas
hasta el final;
zumba que zumba,
risueño y panzón,
envuelvo la cuerda
y lo vuelvo a lanzar.


«-»

Sube que sube,
la cartita,
¡barrilete cartero
no la vayas a perder!
Llevo que llevo,
tu mensaje,
¡ven conmigo, y no te olvides,
con tu pueblo, ven!


«-»

Boga que boga,
el barquito,
en la fuente
abriendo horizontes;
boga que boga,
el capitancito,
soñando su fuente
hecha mar.


«««-»»»

Salta que salta
como la ranita,
baila que baila
manos al cielo.
Rueda que rueda,
al compás niño,
todos de la mano
y sin tirar,
rueda que rueda,
pañuelitos blancos,
manos y pies libres,
ese es el compás.


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Acompañando al río
Ponte a Ema,
Florencia, Italia

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Cabalgando cometas, he aprendido a soñar



Cabalgando cometas, he aprendido a soñar

audiovisual duración 6'52"

Cabalgando cometas

Música y esperanzas de ayer y de hoy:
- la pintura de Antonio Berni (Argentina)
- la música del grupo Negrita (Italia).

¡Qué grande que es el mundo y qué pequeño,
qué lejos los amigos y qué cerca!

Líber Falco (Uruguay)

Música:
Ho imparato a sognare (He aprendido a soñar),
por el grupo Negrita

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Ho imparato a sognare

Ho imparato a sognare,
che non ero bambino
che non ero neanche un' età.

Quando un giorno di scuola
mi durava una vita
e il mio mondo finiva un po là.

Tra quel prete palloso
che ci dava da fare
e il pallone che andava
come fosse a motore.

C'era chi era incapace a sognare
e chi sognava già.

Ho imparato a sognare,
e ho iniziato a sperare
che chi cha davere, avrá.

Ho imparato a sognare
quando un sogno è un cannone,
che se sogni
ne ammazzi metà.

Quando inizi a capire
che sei solo e in mutande,
quando inizi a capire
che tutto è più grande,
c'era chi era incapace a sognare
e chi sognava già.

Tra una botta che prendo
e una botta che dò
tra un amico che perdo
e un amico che avrò,
che se cado una volta

una volta cadrò
e da terra, da lì m'alzerò.

C'è che ormai che ho imparato a sognare,
non smetterò.

Ho imparato a sognare,
quando inizi a scoprire
che ogni sogno
ti porta più in là.

Cavalcando aquiloni,
oltre muri e confini,
ho imparato a sognare da là.

Quando tutte le scuse
per giocare son buone
quando tutta la vita
è una bella canzone,
c'era chi era incapace a sognare
e chi sognava già.

Tra una botta che prendo
e una botta che dò
tra un amico che perdo
e un amico che avrò,
che se cado una volta
una volta cadrò
e da terra, da lì m'alzerò.

C'è che ormai che ho imparato a sognare,
non smetterò.


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He aprendido a soñar

He aprendido a soñar,
que no era ni siquiera un niño
que no era ni siquiera una edad.

Cuando un día de escuela
me duraba una vida
y mi mundo acababa casi allá.

Entre el cura aburrido
que nos daba el deber
y la pelota que iba
como andando a motor.
Había quien era incapaz de soñar
y quien sueños los tenía ya.

He aprendido a soñar,
y he empezado a esperar
que quien debe tener, tendrá.

He aprendido a soñar
cuando un sueño es cañón,
que si sueñas
matas la mitad.

Cuando a entender empiezas
que estás solo y desnudo,
cuando a entender empiezas
que todo es más grande,
había quien era incapaz de soñar
y quien sueños los tenía ya.

Entre golpe que tomo
y un golpe que doy
entre amigo que pierdo
y un amigo que habré,
y si caigo una vez
una vez caeré
y del suelo, de allí, levantaré.

Y es que ya que he aprendido a soñar,
ya jamás dejaré.

He aprendido a soñar,
cuando a descubrir empiezas
que cada sueño
te lleva más allá.

Cabalgando cometas,
más allá de fronteras y muros,
he aprendido a soñar, desde allí.

Cuando cualquier excusa
para jugar es buena,
cuando toda la vida
es una bella canción,
había quien era incapaz de soñar
quien sueños los tenía ya.

Entre golpe que tomo
y un golpe que doy
entre amigo que pierdo
y un amigo que habré,
si caigo una vez
una vez caeré
y del suelo, de allí, levantaré.
Y es que ya que he aprendido a soñar,
ya jamás dejaré.


Colores de la tierra
cerámica raku


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ENSAYO SOBRE LA CEGUERA

Oigamos la campana, José Saramago

PANTALLAZOS DEL PUENTE
HISTORIAS DE ORDINARIA UTOPÍA

OIGAMOS LA CAMPANA

José Saramago
febrero de 2002


Comenzaré por contar en brevísimas palabras un hecho notable de la vida rural,
ocurrido en una aldea de los alrededores de Florencia hace más de 400 años.

Estaban los habitantes en sus casas o trabajando los cultivos,
entregado cada uno a sus quehaceres y cuidados,
cuando de súbito se oyó sonar la campana de la iglesia.
En aquellos píos tiempos (hablamos de algo sucedido en el siglo XVI)
las campanas tocaban varias veces a lo largo del día,
y por ese lado no debería haber motivo de extrañeza,
pero aquella campana tocaba melancólicamente a muerto,
y eso sí era sorprendente,
puesto que no constaba que alguien de la aldea
se encontrase a punto de fenecer.

Salieron por lo tanto las mujeres a la calle,
se juntaron los niños,
dejaron los hombres sus trabajos y menesteres,
y en poco tiempo estaban todos congregados en el atrio de la iglesia,
a la espera de que les dijesen por quién deberían llorar.
La campana siguió sonando unos minutos más,
y finalmente calló.

Instantes después se abría la puerta
y un campesino aparecía en el umbral.
Pero, no siendo éste el hombre encargado de tocar habitualmente la campana,
se comprende que los vecinos le preguntasen dónde se encontraba el campanero
y quién era el muerto.
“El campanero no está aquí, soy yo quien ha hecho sonar la campana”,
fue la respuesta del campesino.
“Pero, entonces, ¿no ha muerto nadie?”,
replicaron los vecinos, y el campesino respondió:
“Nadie que tuviese nombre y figura de persona;
he tocado a muerto por la justicia,
porque la justicia está muerta”
.

¿Qué había sucedido?
Sucedió que el rico señor del lugar (algún conde o marqués sin escrúpulos)
andaba desde hacía tiempo cambiando de sitio los mojones de las lindes de sus tierras,
metiéndolos en la pequeña parcela del campesino, que con cada avance se reducía más.
El perjudicado empezó por protestar y reclamar, después imploró compasión,
y finalmente resolvió quejarse a las autoridades y acogerse a la protección de la justicia.
Todo sin resultado; la expoliación continuó.

Entonces, desesperado, decidió anunciar urbi et orbi
(una aldea tiene el tamaño exacto del mundo para quien siempre ha vivido en ella)
la muerte de la justicia.
Tal vez pensase que su gesto de exaltada indignación lograría conmover
y hacer sonar todas las campanas del universo,
sin diferencia de razas, credos y costumbres, que todas ellas, sin excepción,
lo acompañarían en el toque a difuntos por la muerte de la justicia,
y no callarían hasta que fuese resucitada.
Un clamor tal que volara de casa en casa, de ciudad en ciudad,
saltando por encima de las fronteras,
lanzando puentes sonoros sobre ríos y mares,
por fuerza tendría que despertar al mundo adormecido...

No sé lo que sucedió después,
no sé si el brazo popular acudió a ayudar al campesino
a volver a poner los lindes en su sitio,
o si los vecinos, una vez declarada difunta la justicia,
volvieron resignados, cabizbajos y con el alma rendida,
a la triste vida de todos los días.
Es bien cierto que la historia nunca nos lo cuenta todo...

Supongo que ésta ha sido la única vez, en cualquier parte del mundo,
en que una campana, una inerte campana de bronce,
después de tanto tocar por la muerte de seres humanos,
lloró la muerte de la justicia.

Nunca más ha vuelto a oírse aquel fúnebre sonido de la aldea de Florencia,
pero la justicia siguió y sigue muriendo todos los días.
Ahora mismo, en este instante en que les hablo,
lejos o aquí al lado,
a la puerta de nuestra casa,
alguien la está matando.

Cada vez que muere,
es como si al final nunca hubiese existido para aquellos que habían confiado en ella,
para aquellos que esperaban de ella lo que todos tenemos derecho a esperar de la justicia:
justicia, simplemente justicia.
No la que se envuelve en túnicas de teatro y nos confunde con flores de vana retórica judicial,
no la que permitió que le vendasen los ojos y maleasen las pesas de la balanza,
no la de la espada que siempre corta más hacia un lado que hacia otro,
sino una justicia pedestre, una justicia compañera cotidiana de los hombres,
una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de lo ético,
una justicia que llegase a ser tan indispensable para la felicidad del espíritu
como indispensable para la vida es el alimento del cuerpo.
Una justicia ejercida por los tribunales, sin duda,
siempre que a ellos los determinase la ley,
mas también, y sobre todo,
una justicia que fuese emanación espontánea de la propia sociedad en acción,
una justicia en la que se manifestase, como ineludible imperativo moral,
el respeto por el derecho a ser que asiste a cada ser humano.

Pero las campanas, felizmente,
no doblaban sólo para llorar a los que morían.

Doblaban también para señalar las horas del día y de la noche,
para llamar a la fiesta o a la devoción a los creyentes,
y hubo un tiempo, en este caso no tan distante,
en el que su toque a rebato era el que convocaba al pueblo
para acudir a las catástrofes,
a las inundaciones y a los incendios,
a los desastres, a cualquier peligro que amenazase a la comunidad.
Hoy el papel social de las campanas se ve limitado al cumplimiento de las obligaciones rituales
y el gesto iluminado del campesino de Florencia se vería como la obra desatinada de un loco
o, peor aún, como simple caso policial.
Otras y distintas son las campanas que hoy defienden y afirman, por fin,
la posibilidad de implantar en el mundo aquella justicia compañera de los hombres,
aquella justicia que es condición para la felicidad del espíritu
y hasta, por sorprendente que pueda parecernos,
condición para el propio alimento del cuerpo.

He dicho que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal como está redactada,
y sin necesidad de alterar siquiera una coma, podría sustituir con creces,
en lo que respecta a la rectitud de principios y a la claridad de objetivos,
a los programas de todos los partidos políticos del mundo,
expresamente a los de la denominada izquierda, anquilosados en fórmulas caducas.
Añadiré que las mismas razones que me llevan a referirme en estos términos
a los partidos políticos en general,
las aplico igualmente a los sindicatos locales y, en consecuencia,
al movimiento sindical internacional en su conjunto.
De un modo consciente o inconsciente,
el dócil y burocratizado sindicalismo que hoy nos queda es, en gran parte,
responsable del adormecimiento social
resultante del proceso de globalización económica en marcha.
No me alegra decirlo, mas no podría callarlo. Y, también,
si me autorizan a añadir algo de mi cosecha particular a las fábulas de La Fontaine,
diré entonces que, si no intervenimos a tiempo –es decir, ya–
el ratón de los derechos humanos
acabará por ser devorado implacablemente
por el gato de la globalización económica.

¿Y la democracia, ese milenario invento de unos atenienses ingenuos
para quienes significaba,
en las circunstancias sociales y políticas concretas del momento,
y según la expresión consagrada,
un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo?
Es verdad que podemos votar,
es verdad que podemos,
por delegación de la partícula de soberanía que se nos reconoce como ciudadanos
con voto y normalmente a través de un partido,
escoger nuestros representantes en el Parlamento;
es cierto, en fin, que de la relevancia numérica de tales representaciones
y de las combinaciones políticas que la necesidad de una mayoría impone,
siempre resultará un gobierno.
Todo esto es cierto,
pero es igualmente cierto
que la posibilidad de acción democrática comienza y acaba ahí.

¿Qué hacer?
De la literatura a la ecología,
de la guerra de las galaxias al efecto invernadero,
del tratamiento de los residuos a las congestiones de tráfico,
todo se discute en este mundo nuestro.
Pero el sistema democrático no se discute.
Mas si no estoy equivocado, si no soy incapaz de sumar dos y dos,
entonces, entre tantas otras discusiones necesarias o indispensables, urge,
antes de que se nos haga demasiado tarde,
promover un debate mundial sobre la democracia y las causas de su decadencia,
sobre la intervención de los ciudadanos en la vida política y social,
sobre las relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial,
sobre aquello que afirma y aquello que niega la democracia,
sobre el derecho a la felicidad y a una existencia digna,
sobre las miserias y esperanzas de la humanidad
o, hablando con menos retórica, de los simples seres humanos que la componen,
uno a uno y todos juntos.
No hay peor engaño que el de quien se engaña a sí mismo.
Y así estamos viviendo.

No tengo más que decir.
O sí, apenas una palabra para pedir un instante de silencio.
El campesino de Florencia acaba de subir una vez más a la torre de la iglesia,
la campana va a sonar.
Oigámosla, por favor.

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Mensaje de José Saramago,
escritor portugués y Premio Nobel de Literatura,
en la clausura del Foro Social Mundial de Porto Alegre.
Se transcriben sus fragmentos más importantes.

Fuente: Página|12, 24/02/2002

Enlace: OIGAMOS LA CAMPANA

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JUGLARES DE LA HISTORIA
ENSAYO SOBRE LA CEGUERA


CEGUERA: UNA EPIDEMIA COLECTIVA
QUE CONDUCE A LA MÁS DESCARADA VULGARIDAD

por Norberto Lenzi (Italia),
8 de julio de 2010

Hace unas semanas ha muerto José Saramago,
uno de los más grandes escritores de todos los tiempos.
Después de sufrir el predecible ostracismo por parte de los editores de Berlusconi,
su memoria ha sido brutalmente aplastada por el Osservatore Romano,
con acentos de una amargura tan rencorosa
que parece inusual incluso para un periódico
que nunca ha escatimado reproches hacia quienes manifiestan su laicismo.

Uno de sus libros más bellos y más originales se llama Ensayo sobre la ceguera.
En una ciudad cualquiera de cualquier país,
un conductor se detiene en un semáforo esperando el verde
y en ese momento se da cuenta que ha perdido la vista.
Al principio piensa que se trate de un fenómeno pasajero,
y luego pasa a través de un crisol de emociones
que van desde la incredulidad, a la esperanza, a la desesperación.

Es el comienzo de una epidemia que afecta cada vez más a toda la ciudad y al país entero,
creando una situación de emergencia
que lleva a que los ciegos sean recluidos en un antiguo manicomio
y que vivan allí en un embrutecimiento total,
vigilados por soldados armados que no dudan en disparar a los que tratan de escapar.
En la mayoría, estas condiciones desatan los peores instintos,
el individualismo más exasperado, la opresión de los más débiles.

Esta es la alegoría despiadada de lo que puede suceder
cuando la vida social recibe una perturbación
que aleja a la comunidad de las normas de convivencia
y empuja a la realización exclusiva de salvajes
y egocéntricos intereses individuales,
conducida hasta el extremo de la supresión física
de quienes puedan oponerse a tales intereses.
Y es entonces cuando,
tan inexplicablemente como había aparecido,
la epidemia desaparece;
todos recuperan su vista
y toman conciencia de la enorme desolación
y de los escombros creados por la epidemia.

... ... ...

En el libro de Saramago
sólo una mujer logró milagrosamente preservar la vista
y no lo mostraba a los demás por vergüenza y por temor,
pero continuaba intentando ser una guía para los demás
acompañándoles en el cotidiano e imperioso vivir sus necesidades.
También entre nosotros, afortunadamente existen muchas mujeres y hombres
que han logrado mantener este sentido indispensable.
Algunos de hecho,
como sucede en ciertas situaciones que en el mundo animal
estimulan el instinto de supervivencia de las especies,
son capaces incluso de acrecentar su vista.

Y es en ellos que nos apoyamos
y que deberemos apoyarnos en el futuro,
para que todos estos ciegos,
como en la parábola de Bruegel,
no caigan en el abismo.
Dicen que nosotros, los jubilados,
tenemos una molesta tendencia a la apología.
Espero que en lugar de ello
se trate de una feliz predisposición para la profecía.

... ... ...

Fuente, original en italiano: Domani - Arcoiris.tv, 08/07/2010

Enlace: CECITÀ: UN’EPIDEMIA COLLETTIVA
CHE PORTA VERSO LA PIÙ SFACCIATA VOLGARITÀ


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El Abecedario. Historias de la palabra

Historias de la palabra. El abecedario


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Historias de la palabra.
El abecedario

También los signos del abecedario tienen su historia, una historia en la que ya se reflejan las relaciones entre los pueblos: los signos viajan desde Egipto a Palestina, con los fenicios hasta Grecia y desde allí a la zona meridional de Italia y a la antigua Etruria ... Y viajando se transforman, mueren y renacen, instrumentan, con “acta del lenguaje”, la comunicación entre los hombres. Este último es el valor fundamental de la escritura.

Documento en formato pdf,
El Abecedario.
Historias de la palabra.


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El sonido de la lluvia, obra de Miguel Fabruccini

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Controles ambientales

Controles ambientales. Curtiembres y pasteras


Pongamos las barbas en remojo con el actuar de grandes empresas como Upm, las sojeras, las tantas Aratirí que pululan en nuestras tierras americanas. La justicia italiana actúa en la Región Toscana condenando el tráfico mafioso de residuos tóxicos derivados del trabajo en las curtiembres.

Lu Diablo sabe piu viejo, ke por Diablo – 1962
Xul Solar
Año: 1962
Museo Xul Solar. Colección permanente

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«Escándalo de las curtiembres»,
nuevos secuestros en la Toscana


il Manifesto, periódico comunista, edición del 19.1.2022.

Riccardo Chiari, Florencia Ecomafias.

La incautación de bienes por un total de 5 millones de euros del empresario calabrés Francesco Lerose, considerado por la Dirección Distrectual Antimafia (DDA) toscana como cercano a las familias de la mafia calabresa ('Ndrangheta) de Crotone, a su vez en conexión con el clan Grande Aracri de Cutro, vuelve a centrar los focos sobre el «escándalo de las curtiembres», un colosal ecotráfico-mafioso de unas 80 mil toneladas de “Keu”, una mezcla de desechos y cenizas tóxicas derivadas del tratamiento de los fangos producidos por el curtido de pieles y cueros, que acabaron bajo el asfalto de la nueva carretera regional 429 de la zona Empolese Valdelsa y en varias obras repartidas por la comarca, gracias a la complicidad de otros empresarios también cercanos a la 'Ndrangheta.

La Dirección Distrectual Antimafia de Florencia continúa pues investigando, después que en la primavera pasada el arresto de Lerose y los líderes de la Asociación de Curtiembres de Santa Croce, acusados de haber puesto en práctica un "sistema" para la eliminación de residuos de las curtiembres para eludir las restricciones, autorizaciones, leyes nacionales y leyes comunitarias. La investigación también había incluido a la misma Región Toscana, involucrando al ex jefe de gabinete Ledo Gori, al consejero regional Andrea Pieroni y a la alcaldesa de Santa Croce sull'Arno, Giulia Deidda.

Al mismo tiempo, las investigaciones de los Carabineros y de la sección de Policía Judicial de Florencia, convencieron a los jueces de la causa para que se embargase por segunda vez las dos plantas de reciclaje de residuos propiedad de Lerose, una en Pontedera y otra en Bucine. en la zona de Arezzo. También se embargaron algunas empresas en conexión con Lerose, relaciones financieras, bienes muebles entre los cuales autos y camiones, viviendas, garajes y terrenos a nombre tanto del empresario como de su familia.

“Este secuestro está en continuidad con la investigación de Keu -resume Salvatore Calleri, que dirige la Fundación Caponnetto- y demuestra que a pesar del silencio sobre el caso, el trabajo de quienes investigan continúa”. Los que no callan son los numerosos comités locales, que se organizaron tras el descubrimiento de que los venenos se habían dispersado en cantidad en sus territorios, y que desde hace meses piden al gobierno regional que deje de actuar como "muro de goma" y actúe las necesarias bonificaciones.

Los análisis de los investigadores ambientales en el área de Montramito-MassaRosa en Versilia han revelado, por ejemplo, una concentración de cromo hexavalente (un indicador de los desechos de curtiembre) que supera el límite legal en 70 veces. En Bucine, la administración municipal ha bloqueado la construcción de una serie de casas adosadas, ya que el terreno está contaminado no sólo por cromo hexavalente sino también por arsénico, cobre, selenio y sulfatos. La situación es similar en el área de la nueva carretera regional 429 de Empolese Valdelsa y en las obras de Vacis en Pisa, donde las interceptaciones ambientales revelaron que Lerose también estaba dispuesto a pagar a los contratistas de las obras de construcción siempre que se deshicieran del «material de relleno». Igualmente grave es la situación trazada en los municipios de Crespina y Lorenzana y Peccioli, en la zona de Pisa.

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Donde hay soja hay glifosato, donde hay pasteras hay empobrecimiento de tierras y erradicación de trabajadores del campo. No a las sojeras y a las pasteras que trafican con la salud y la dignidad humana

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JUGLARES:
A MI GENTE

Chiquillada. A mi gente. José Carbajal, El Sabalero

PANTALLAZOS DEL PUENTE
JUGLARES DE LA HISTORIA


¡Qué lejos y qué cerca!

¡Qué grande que es el mundo y qué pequeño,
qué lejos los amigos y qué cerca!


Líber Falco

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No hay que perder jamás la esperanza
y tampoco la decisión de luchar.
María Ester Gatti


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Tronco de un castaño centenario.
Palazzuolo sul Senio,
Provincia de Florencia, Italia.

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Culturas e identidades.
En las montañas de los Apeninos, en el tramo tosco-emiliano,
los niños conocían el árbol de castaño que los había cobijado al nacer,
de ahí que pudieran referirse a ése en particular,
al que fuera "su árbol, su castaño".
Al pie del castaño
Obra de Sara Fabbri.
Lastra a Signa. Provincia de Florencia.
Región Toscana. Italia.

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CHIQUILLADA
A MI GENTE


Canta José Carbajal, El Sabalero

Enlace audiovisual (6’43”):
A MI GENTE



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A MI GENTE
A mi gente,
porque quiere ser homenaje a José Carbajal, El Sabalero,
cantor del pueblo, de sus penas y de sus sueños.
A mi gente,
porque acercándose el nuevo año
quiere ser un abrazo a los caminantes,
a los tantos como El Sabalero,
que dieron su vida y la siguen dando
para que sus breves sueños-pueblo sean posibles.
A mi gente,
porque es un abrazo a los amigos
con los que comparto tantas penas y alegrías,
tantas esperanzas y sueños,
a mi gente,
porque sigo refugiándome en esos amigos hermanos
que no pierden la esperanza,
que creen y que luchan por una comunidad humana más digna y más justa.
A mi gente,
porque son fantasías,
relatos cortos,
lecturas breves,
pocas palabras,
como para picar,
pero no antes de la cena,
sino por la noche,
poco antes de dormir,
con el augurio de muy felices sueños.

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LA MONTAÑA DE LAS BANDERITAS
Los niños,
con muchas banderitas de colores,
llegaron a la montaña de arena,
y las clavaron tan cerca unas de otras
que de lejos parecían una sola bandera
de todos los colores.
Luego vino una paloma
y construyó su nido en la montaña,
y cuando un viento fuerte sopló
y volaron todas las banderitas,
la paloma se quedó con los niños
que seguían jugando
juntos
en la arena.

Héctor

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HORIZONTES:
SE PUEDE,
SI HAY OJOS QUE ESCUCHAN, SE PUEDE

Lo que el tiempo me enseñó. Tabaré Cardozo, Canario Luna

UN HIMNO A LA VIDA


Abrir el audiovisual en página nueva:

Lo que el tiempo me enseñó
Tabaré Cardozo y Canario Luna


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Música:
Lo que el tiempo me enseñó

El tiempo me enseñó que con los años
se aprende menos de lo que se ignora
el tiempo que es un viejo traicionero
te enseña cuando ya llegó la hora
El tiempo me enseñó como se pudo
en la universidad arrabalera
con la verdad prendida en una esquina
igual que un farolito en la vereda

El tiempo me enseñó que los amigos
se cuentan con los dedos de la mano
por eso debe ser que no los cuento
para pensar que tengo mil hermanos
El tiempo me enseñó que los traidores
se sientan en la mesa a tu costado
y el hombre que te da la puñalada
comparte el pan con esas mismas manos

Porque no tengo nada que me sobre
por eso es que yo digo que soy rico
porque prefiero ser un tipo pobre
a ser alguna vez un pobre tipo
El tiempo me enseñó que las banderas
son palos con girones que flamean
y el mapa es un papel que se reparten
los reyes mientra los hombres se pelean

El tiempo me enseñó que la miseria
es culpa de los hombres miserables
que la justicia tarda y nunca llega
pero es la pesadilla del culpable
El tiempo me enseñó que la memoria
no es menos poderosa que el olvido
que solo el tiempo y la victoria
se encargan de olvidar a los vencidos

El tiempo me enseñó que los valientes
escribirán la historia con su sangre
pero la historia escrita de los libros
se escribe con la pluma del cobarde
El tiempo me enseñó que desconfiara
de lo que el tiempo mismo me ha enseñado
por eso a veces tengo la esperanza
que el tiempo pueda estar equivocado

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Lo que el tiempo me enseñó
Quizás tenga que ver poco con esta página,
o al menos así parezca,
pero este es un trabajo de mi hijo,
también uruguayo por el mundo,
un trabajo que no hizo pensando en ser uruguayo,
sino como himno a la vida,
con mástiles sin banderas,

como "El tiempo me enseñó" del murguista:
Las banderas son palos con jirones que flamean

como el "Vagabundear" de Serrat:
Y para no olvidarme de lo que fui,
mi patria y mi guitarra la llevo en mí.
Una es fuerte y es fiel;
la otra, un papel


Héctor

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de Guzmán Tierno: HORIZONTES


Animación hecha en la escuela.
Como un trabajo sobre sólidos, todos los modelos de vehículos
han sido diseñados con Sketchup, por alumnos de 13 años.
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EL MILAGRO DE LA VIDA Y CANTARES

Heitor Villa-Lobos. Bachianas brasileiras, numero 5

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El milagro de la vida


Presentación de Nicolás Svistoonoff - Quito, Ecuador.

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Bachianas brasileiras, numero 5
de Heitor Villa-Lobos.


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