UNA HISTORIA Y DOS SONRISAS

Una historia y dos sonrisas


Historias de ordinaria belleza
de nuestra gente


Buen viaje
y buenos sueños


Una historia y dos sonrisas
Les quería contar una linda historia
que me pasó el otro día,
el jueves 8 de octubre,
cuando fui a Parma
porque se recibía la hija de Alicia y Ernesto,
dos amigos uruguayos residentes en Italia.


Después de haber estado en la universidad
junto con los padres,
que desbordaban de alegría por ese título
que su hija había obtenido
gracias a cuanto todos juntos
habían colaborado para obtener
(y ésta sería otra historia
que me gustaría contarles),
nos fuimos a comer algo,
a hacer una “picadita” digamos,
en una especie de barcito no muy lejos
de la universidad, allí en Parma.
Creo que era la una de la tarde más o menos,
y nuestro grupito estaba formado por Carina
(la hija de Alicia y Ernesto)
con siete u ocho de sus amigos,
sus padres y su hermano Matías,
y cuatro o cinco personas más,
de las cuales yo era el único uruguayo.

A cierta altura Ernesto me dice:

–Escuchá esa música, es Silvio Rodríguez.


La música provenía desde el interior
de ese barcito donde nos encontrábamos,
porque nosotros estábamos afuera conversando,
en la vereda digamos,
y entonces nos dirigimos hacia el interior del bar,
hacia el mostrador,
para comentárselo a una muchachita joven
que estaba trabajando allí.
Cuando se lo dijimos,
con una carita sonriente espectacular nos dice:

–Sí, la puse yo a propósito para ustedes.


Como nos había oído hablar castellano entre nosotros
y había oído la palabra Uruguay,
había querido regalarnos
a Carina y a nosotros esa canción.
Y aquí ya podría terminar la historia.

Pero no es así, no termina,
es todavía más hermosa,
porque luego seguimos conversando con ella
y nos dice que es uruguaya,
que había llegado muy chica a Italia
con sus padres y una hermana gemela.

Se llama Marcela, y por lo que ella sabe
allí en Parma no hay otros uruguayos.
Sus padres ahora se han vuelto al Uruguay
y ella se quedó en Italia con su hermana,
trabajando como empleada detrás de ese mostrador
en un barcito de Parma.

Quizás la historia la podría terminar con una imagen,
con la imagen de su sonrisa
cuando me respondió a una pregunta que le hice:

–Y de Silvio Rodríguez, ¿tenés “Ojalá”?


Entonces, se le iluminaron los ojos y me respondió:

–Sí, tengo todo el CD.


Y abandonó el mostrador
para ir corriendo
a poner su disquito con ¡Ojalá!

Aprovecho el contarles esta historia
para agradecer nuevamente esos dos regalos,
esas dos sonrisas uruguayitas,
la de Carina y la de Marcela.

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Les adjunto fotos de ese día:

Una sonrisa. Con Carina en la puerta de la Facultad
Sonrisas en Parma, haciendo “la picadita”

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En formato pdf,
Una historia y dos sonrisas

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