MARCAS COMO HUELLAS
La gente manda cariño,
manda nostalgia,
manda tristeza.
La gente no cree en la muerte,
quiere la vida, busca belleza.
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En agosto de 2006 se realizó en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República la presentación del proyecto “Lugares de la Resistencia”, ante el pedido realizado por la Asociación Memoria de la Resistencia 1973-1985. La tarea había sido asignada al Instituto de Diseño
y desarrollada por el programa de Diseño de Comunicación Visual.
No fue poco el tiempo ni los acontecimientos que ocurrieron desde la presentación hasta este 24 de junio de 2010, día en que la Junta Departamental de Montevideo aprobó el proyecto. La resolución, votada en forma unánime por todas las fuerzas políticas allí representadas decidió “la instalación en la ciudad de marcas urbanas como conjunto de lugares simbólicos de la resistencia a la dictadura cívico-militar,
del pueblo uruguayo”.
Dicha instalación se realizará mediante un convenio elaborado entre la Asociación, el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, la Intendencia de Montevideo y el PIT-CNT.
Si se hace memoria y se ordenan los acontecimientos transcurridos entre estas fechas, particularmente los vinculados a la recuperación de la historia reciente, podría explicarse la razón del tiempo transcurrido.
Interpelamos a la sociedad por la presencia consecuente de los familiares de desaparecidos pero también al incorporar el valor del papel jugado por el pueblo en la resistencia a la dictadura. Este ejercicio de análisis realizado por la Asociación Memoria de la Resistencia, sumado a su persistencia, permitió ratificar una consideración inicial: la dictadura cívico-militar que padeció el país afectó a todos los uruguayos.
En consecuencia, multiplicidad de actores participaron en la resistencia a la dictadura, interviniendo en diversos planos de la sociedad y en distintas formas, fragmentarias, individuales u organizadas. Poner de relieve esta participación, no como mero discurso sino como señas de identidad permitirá apreciar el hilo conductor que existe, por ejemplo, entre la movilización popular del 9 de julio de 1973 en la plaza del Entrevero, durante la Huelga General y el multitudinario acto del 27 de noviembre de 1983 en el Obelisco.
De todo esto tiene que dar cuenta la ciudad. La memoria requiere de un lugar desde donde acontecer y desde donde reconstruir. Para hacerlo en estos años, se debió recrear infinitos gestos, miradas y sucesos –muchas veces encontrados en su valoración– pero siempre en el entendido de que la vida de cada uno de nosotros está afectado por una serie de “marcas-lugares-símbolos”.
Ellos conforman nuestra memoria, marcan y nos marcan,
entrelazando los planos de lo público y lo privado,
lo individual y lo colectivo, el pasado y el presente.
Apelamos a una memoria colectiva que se despliega en un marco social y que es capaz de recordar en tanto se resitúa en ese marco. Todo esto, creemos, permitió el enriquecimiento político del proyecto y el apoyo unánime del gobierno departamental. Y si nombrar el pasado es darle una interpretación, hemos librado una batalla por la memoria. Lo hemos hecho en el espacio público de la ciudad, aquello que nos fue prohibido por formar parte de nuestro acervo cultural y político. Allí se instalarán las marcas-lugar que generen un espacio para el encuentro. Serán un lugar-símbolo para detenerse, para estar, para dar lugar a la memoria. Serán también un lugar-dato que identifica el sitio de la resistencia actuando como dato-fragmento que en forma sistemática compone el todo y nos dignifica.
Las marcas urbanas ¿Vuelven presente las ausencias? ¿Señalan, denuncian, recuerdan? ¿Qué sentimiento no hemos compartido aún recordando la sede de un sindicato, con dirigentes presos, trabajando en la clandestinidad, convertido en una comisaría? Y cuál es el relato de la emoción contenida ante una sala teatral vulnerada, ajena, cuando todavía sentíamos los ecos explosivos:
¡Cuidado comendador, cuidado comendador!
La construcción que nos planteamos no resulta de una sola intervención, se sumará a distintas expresiones ya existentes y a otras, que nuevas generaciones volverán significativas a través de su propio diálogo con el pasado. Las marcas urbanas de este proyecto se convirtieron en monumento por disposición del órgano legislativo departamental, en consecuencia se necesitaba para su aprobación una mayoría especial de voluntades políticas y culminó votándose por unanimidad. Seguramente hemos comprendido su verdadera monumentalidad, la que encierran miles de actitudes y acciones humanas en la conquista de la libertad.
* Marcas como abrazos, artículo de Antonia Yáñez en la revista “No te olvides”, Nro. 10, 2012.
Fuente: “Asociación Memoria de la Resistencia 1973-1985”,
Proyecto “Marcas de la Memoria”.
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