EL MINERO 33
LOS QUILAPAYUN



PANTALLAZOS DEL SUR
Inundaciones en el barrio de Juanito Laguna.
Obra de Antonio Berni.

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EL MINERO N° 33
Luis Urzúa
Chile, Copiapó, 14 de octubre de 2010

Un brindis con él
y con sus compañeros de trabajo,
con los mineros
y con los trabajadores,
un brindis porque volvieron a la vida
y por la vida que nos regalan día tras día.
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El minero 33
Por Martín Granovsky

Se paró frente al presidente Sebastián Piñera y,
de jefe a jefe, le dijo:
“Espero que esto nunca vuelva a ocurrir”.
Y también:
“Estoy orgulloso de vivir en este país”.
Después, Luis Urzúa se abrazó con Piñera,
abrazó fuerte al ingeniero Andrés Sougarret,
de la Corporación del Cobre,
abrazó muy fuerte a su hijo,
habló con ellos y con otros
y rompió el protocolo médico. Nada de camilla.
Nada de apuro. Terminó de pie cantando ese himno
que pone a Chile como “tumba de los libres”
o como “asilo contra la opresión”.
Si fuera por la vida de Urzúa, según la contó
para el diario El Mundo de España el periodista Jorge Barreno,
hasta anoche su país fue más tumba que asilo.

Su padre era dirigente sindical del Partido Comunista.
Está desaparecido
desde el comienzo de la dictadura de Augusto Pinochet,
que el 11 de septiembre de 1973
derrocó a Salvador Allende.
Su padrastro, Benito Tapia,
era dirigente sindical de los mineros del cobre
y miembro del Comité Central de las Juventudes Socialistas.
En octubre de 1973 lo asesinaron en el cementerio de Copiapó
y lo enterraron en una fosa común sin ataúd junto a dos compañeros.
Fue una de las víctimas de la Caravana de la Muerte,
el escuadrón de exterminio que partió de Santiago en helicóptero
al mando del general Sergio Arellano Stark y fue matando
selectivamente a dirigentes sociales y funcionarios de Allende.
Tapia tenía 32 años. Luis Urzúa, 17.
Luis, a quien los asesores de la NASA
caracterizaron como “un líder natural”, tiene 54 años
y es minero desde 1979. Era el más experimentado de los 33 mineros
que quedaron bajo tierra, fue quien los organizó desde el derrumbe
y quien resolvió, como lo narró con elegancia a Piñera,
“administrar las provisiones”.

También contó que lo primero que se preguntaron,
cuando las piedras taparon el fondo de socavón,
fue qué habría pasado con los demás.
Se habían salvado, pero ellos lo ignoraban.
Estaban bajo un mar de polvo que tardó tres horas en disiparse.
Y además, con razón, no confiaban en los propietarios.
“Cuando escuchamos ruido, unos días después,
pensamos que estaban trabajando en la mina”, contó Luis.
Es decir, imaginaron que no buscaban mineros vivos
sino más cobre justo ahora cuando,
el mineral que Allende llamaba “el sueldo de Chile”,
alcanzó su precio internacional más alto
en los últimos cincuenta años.

La historia no es una línea recta.
Allende nacionalizó la gran minería del cobre
(no la San José, que en Chile es considerada minería mediana) en 1971.
Designó al frente de la empresa estatal Codelco a
uno de sus asesores jóvenes, Jorge Arrate.
La nacionalización aceleró el golpe.
Pinochet dio marcha atrás con buena parte
de las decisiones económicas de Allende,
pero no reprivatizó el cobre,
que siguió asegurando divisas a Chile
y financiamiento a las Fuerzas Armadas.
Lo estableció una cláusula por ley.
Codelco siguió formando cuadros técnicos
y transmitiendo oficios y saberes
y durante los últimos dos meses organizó con éxito
el rescate que el sector privado chileno era incapaz de afrontar.

Ahí abajo, a 622 metros de la superficie seca de Atacama,
un hijo de víctimas de la dictadura
escribió un día un papelito informando que los 33 estaban vivos
y organizó la rutina cotidiana
sin dejar de alertarse cuando decaía la moral del grupo.
Nelly Iribarren, su madre de 78 años,
relató que “yo me imaginaba
cómo mi negro debía estar dando vueltas por el refugio
pasando lista a sus compañeros, racionando la comida
y entregándoles labores, porque él es así,
mandón pero ordenado”. Describió a Urzúa como “muy disciplinado”
y dijo que “en la casa era el que llevaba la batuta
entre sus seis hermanos”.

Sociedad con tradición autoritaria,
que a veces parece fragmentada en castas,
Chile no trató bien a sus trabajadores
y se ensañó con ellos
–con su vida, con sus organizaciones, con su salario,
con sus condiciones de trabajo– desde 1973.
Para un minero no es novedad la vida de otro.
Mario Castillo, dirigente de los estatales de Río Turbio,
recordaba ayer que cuando él empezó en el oficio
todavía largaban un pajarito a las galerías.
“Si vivía es que había oxígeno sufriente”, dijo.
“O prendíamos una llama y veíamos el color
para darnos cuenta de si había gases peligrosos
en el ambiente”, dijo también.

En junio de 2004 murieron en Río Turbio 14 trabajadores.
La empresa que había sido concesionaria hasta 2002
perteneciente a Sergio Taselli, deslindó responsabilidades.
“La seguridad mejoró después del accidente”, dijo Castillo.
Según la OIT, que encabeza el chileno Juan Somavía,
existe constancia de que más de dos millones de personas
mueren por año en el mundo
por causa directa de sus condiciones de empleo
o por enfermedades contraídas en él.
Nadie puede decir seriamente que la simple exposición
de un problema a mil millones de personas a la vez,
en transmisión desde Copiapó, dejará ese problema resuelto.
Pero si la política y la acción sindical
se sumaran con eficacia a la exposición pública
contarían a su favor con un dato evidente:
el rescate que terminó anoche hizo más visible para el mundo
cómo es la vida de un minero y qué riesgos corre
cuando aumenta la desproporción entre la rentabilidad empresaria
y la seguridad de los trabajadores.

Por eso Luis Urzúa,
el minero 33,
el último del grupo que dejó el socavón,
el último al que le gritaron
Chichichi/lelele/
Minerosdechile
,
se merece un buen pisco.

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Seguramente, aunque muchas veces así nos lo presenten,
el problema de los umbrales no es un problema matemático.
Un problema para el cual existen, sin embargo,
premisas ciertas y matemáticas.
Existen quienes deciden el qué, cuánto y hasta dónde
de los derechos del hombre,
sin mirar a los hombres.
Existen quienes deciden el qué, cuánto y hasta dónde
es digno y tolerable mirar, escuchar y recordar,
sin escuchar a los hombres.
Existen quienes deciden que el umbral es siempre pocos,
quienes resuelven el problema, mágica y matemáticamente:
en términos de umbral, los pocos es siempre más que los muchos.
En esos términos, pues,
si el umbral se mira al derecho,
el norte es el sur del hombre
y desde ese sur brindamos con un pisco
y con un
Chichichi/lelele/
Minerosdechile
,
para Luis Urzúa, el minero 33,
y para todos sus compañeros.

Caminantes

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3 comentarios:

  1. Calidad del periodismo español: El Premio Nobel, pero de la estupidez, deberían otorgárselo a Jorge Barreno, periodista de diario El Mundo, enviado especial a cubrir el rescate de los mineros a Chile. Barreno intentó pasarse de listo y publicó en ese diario una crónica sobre el "triste pasado" de uno de los rescatados en que prácticamente toda su familia había sido asesinada en "la dictadura de Pinochet". Para ello, robó textos a un periodista chileno que escribió un antiguo reportaje, y que ahora lo denuncia por plagio. Lo más increíble es que la información era falsa y solo se trataba de un alcance de nombres. Por supuesto que esto no podrá ser leído en El Mundo, diario que censura los comentarios relacionados con este caso.

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  2. Creo que no cambia el sentido último de esta entrada, pero a su vez es justo que se refieran los hechos tal como son. Por eso transcribo algunas informaciones que rectifican algunos de los elementos relativos a la “genealogía” de Luis ‘Lucho’ Urzúa.
    Luis Urzúa no es ‘hijo de un fusilado’ y no es ‘hijastro’ del asesinado dirigente sindical minero Benito Tapia Tapia, víctima de la Caravana de la Muerte. En efecto, Don Lucho nació en Providencia, Santiago, el 18 de febrero de 1956, y fue registrado como hijo de Nelly Iribarren, oriunda de Vallenar, y don Luis Urzúa. Pero la pareja no prosperó y, según una investigación difundida el 14 de octubre por el diario La Tercera, doña Nelly regresó a su tierra natal cuando el Don Lucho de hoy tenía 3 años, y rehizo su vida afectiva con don Clodomiro Tapia, con quien tuvo cinco hijos. Don Clodomiro falleció de cáncer al hígado en 1973 y el joven Luis Alberto, de 17 años, debió trabajar para mantener y educar a sus hermanos, y simultáneamente estudió en la entonces llamada Escuela de Minas de Copiapó. Su padre biológico, Luis Urzúa, falleció de un infarto en 1987. Fuente: ‘La real historia de Don Lucho’, Ernesto Carmona, Clarín, Chile, 16/10/2010,
    página: http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=22672&Itemid=45. Sigue ...

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  3. Sigue ...
    En esa misma fuente (El Clarín) se refiere que Benito Tapia (erróneamente indicado como padrastro de Luis Urzúa), efectivamente fue asesinado a los 32 años, cuando era dirigente de la Confederación Nacional del Cobre y miembro del Comité Central de la Juventud Socialista , según consta en la página 267, Tomo 1, del Informe Rettig. Fue detenido el 17 de septiembre del 1973 y asesinado al día siguiente, junto a otros luchadores sindicales y políticos del área minera de Atacama/Copiapó, donde se explotaban importantes yacimientos de cobre como Potrerillos y El Salvador, nacionalizados por Salvador Allende como toda la gran minería cuprífera.
    El asesinato de Benito Tapia Tapia nos los refiere también, entre otros: ‘Memoria Viva, Benito Tapia Tapia’:
    página: http://www.memoriaviva.com/ejecutados/ejecutados%20t/tapia_tapia_benito.htm.

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