Candombito de las ollas. Cacerolazos de la resistencia



Inauguración de la Plaza Luisa Cuesta en Montevideo,
12 de marzo de 2020.
Actuación de la murga Metele que son pasteles.

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En la Pampa argentina,
Oscar Alberto Perna, “El Pajarito del Monte”

Uruguayo y cantor

Una de las acciones represivas más graves que padeció el mundo de la cultura pampeana tuvo como víctima al guitarrista y compositor uruguayo Oscar Alberto Perna, radicado en General Pico. Tenía 31 años cuando fue secuestrado en esa ciudad, el 27 de noviembre de 1976, y estuvo desaparecido durante un mes en Santa Rosa, a disposición de la Subzona 14. En la Seccional Primera fue torturado, y ya deteriorado física y psíquicamente, enviado al hospital.

Uruguayo y músico de folclore: esas fueron las causas de la detención, tortura e internación de Oscar Perna en un pabellón psiquiátrico del Hospital Lucio Molas. La víctima relató, junto a su esposa Élida Rodríguez Jara, los 31 días en el infierno y la desesperada búsqueda de la mujer por comisarías, hospitales y la misma gobernación. Finalmente, sólo le dijeron que había sido “un error”. “Según ellos fue por una denuncia.
Al final me dieron un papelito y nada más”, aseguró Perna.

Este “uruguayo y cantor”, como se definió a sí mismo en un reportaje de La Arena, había tocado con Alfredo Zitarrosa y Los Olimareños. En 1970 se trasladó por primera vez a la provincia y recaló en La Maruja buscando trabajo con su otro oficio, pintor de letras, ante la crisis económica que vivía su país. Pasó luego por Santa Isabel, y después se trasladó a Rosario,
Santa Fe, y finalmente, en 1975, se radicó en General Pico.

Allí comenzó a tocar la guitarra en la peña El Alero, donde ganó reconocimiento. Por algunas conexiones, ingresó a trabajar en el ferrocarril a fines del 75. Meses después llegó el golpe militar. El 27 de noviembre, mientras estaba barriendo en la administración de la empresa ferroviaria, paró un patrullero y dos policías le preguntaron al capataz por él. “Me tiene que acompañar”, dijo uno; y una vez en la Seccional, el comisario le informó que estaba detenido “por orden de la Subzona 14, los militares”. “La orden, me enteré luego, llegó por el coronel (Oscar) Cobuta. Nunca me dijeron por qué, pero seguro sospecharon porque era uruguayo, hacía poco tiempo estaba en el país y tocaba folclore”, precisó Perna. Nunca había tenido militancia política y pocos días antes la Policía Federal le había entregado la cédula, lo que indicaba que no tenía antecedentes. Sin embargo, fue detenido igual.

Perna fue enviado a Santa Rosa esposado en un colectivo de línea, junto con un piquense que estudiaba en La Plata. Fue encarcelado e incomunicado en la Seccional Primera. Contó: “Me vendaron los ojos y, mareado, me dieron una paliza. Nunca los insulté, pero me dejaron todo el abdomen negro de golpes. (...) Me decían que yo era guerrillero, era todo absurdo. Se escuchaba de fondo una máquina de escribir y me decían que cantara. Les decía: ‘Yo canto milongas’, y me exigían que les cantara las letras. (...) Reconocí a uno que había estado de comisario en La Maruja. En un momento, entre los golpes en los oídos, me preguntó si conocía a alguien de allá y lo reconocí, era (Roberto) Fiorucci. (...) Además me decían que iban a matar a mi mujer y a mi hijo y cosas terribles de ellos. Se escuchaban gritos de una mujer (a la) que le estaban pegando en otra celda y me decían que era mi esposa”. Esa tortura psicológica fue la peor. Solo en una celda, sin comer, tuvo una crisis nerviosa. Empezó a romper la instalación eléctrica del cubículo y sufrió un ataque. “Enloquecí y se me borró la imagen. Varios días después me desperté esposado a una cama del pabellón psiquiátrico”, en el Hospital Lucio Molas, relató.

La otra parte de la historia la contó su mujer, Élida Rodríguez Jara. Antes de detenerlo lo habían ido a buscar a su casa y como no regresó a la noche, ella sospechó lo peor. Cuando le dijeron que lo habían llevado a Santa Rosa, fue a buscarlo, aunque no conocía la provincia. Recibió entonces la solidaridad de varios músicos que conocían a su esposo, como Delfor Sombra y Rubén Evangelista. Primero se quedó con su hijo en la casa de Sombra y luego, cuando éste partió al exilio, continuó la búsqueda con Evangelista. Ante la peor perspectiva, lo rastreó desesperada junto con Evangelista en todas las dependencias policiales de la ciudad, la Catedral y el Regimiento de Toay. En el Destacamento fue recibida por el jefe militar y por él se enteró que estaban por llegar el obispo Adolfo Arana y el jefe de Policía, Luis Baraldini, “para hablar sobre un extranjero”. En otra oportunidad habló con el médico policial Máximo Pérez Oneto, al que buscó en su domicilio y éste sólo atinó a decirle que su esposo estaba “clínicamente bien”. La mujer recaló finalmente en el Hospital, donde a duras penas le informaron que el detenido había estado internado allí, y nada más. Cuando se iba, una mujer la llamó desde atrás de un árbol y le dijo que su esposo estaba en el pabellón psiquiátrico,
y pudo verlo “de contrabando”, gracias a las enfermeras.
“Estaba en un catre, atado y desnudo, todo golpeado y con un gran temor”, recordó.

Comenzó entonces a pedir por su liberación. Ante la falta de noticias, se dirigió a la Gobernación. Nadie la recibía y a la fuerza se hizo atender por el subsecretario de Gobierno, que mantuvo una charla con ella. “Cuando me fui me di cuenta que me estaba grabando”, dijo.

La mujer contó: “Cuando accedí a verlo con una licencia, nos dimos cuenta, por cómo nos trataban, que se habían percatado de que se habían equivocado. En Navidad, que la pasamos en el Hospital, ordenaron poner una mesa para que celebremos. A mi hijo nunca lo llevé a ese lugar para preservarlo”. Días después, Élida volvió a ir a la gobernación para reclamar por la liberación. Cuando se retiraba, fue abordada en el pasillo por Baraldini, que le dijo: “Vaya a la Primera, que su marido está ahí”. Luego de 31 días, Perna fue sacado del pabellón, trasladado hasta la Seccional Primera y liberado. Apenas le dieron un papel que decía que había estado demorado, y días después el mismo Baraldini se disculpó por el “error”.

Fuente. ASQUINI, Norberto G. y PUMILLA, Juan Carlos; El informe 14. La represión ilegal en La Pampa (1975-1983). Santa Rosa, Edicioness CPE, 2008.

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archivo en formato pdf, 328 pp.:

El informe 14
ASQUINI, Norberto G. y PUMILLA, Juan Carlos


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Audiovisual
Duración: 2’56”

Candombito de las ollas.
Cacerolazos de la resistencia



Descripción: Las imágenes, por un lado dan cuenta de la participación de la murga Metele que son pasteles, en el espectáculo realizado el 2 de marzo de 2020, en el Velódromo Municipal, en solidaridad con Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos; por otro lado, las imágenes también registran la actuación de dicha murga en la inauguración de la Plaza Luisa Cuesta en Montevideo, en la intersección de las calles Lima y Francisco Acuña de Figueroa, acto realizado el 12 de marzo de 2020. El mural de José Gallino en memoria de Luisa Cuesta, está ubicado en dicha plaza. En ambas actuaciones, la murga Metele que son pasteles presentó su cuplé del cacerolazo, «iremos a la plaza, para dar batalla ...», fuertemente aplaudido y participado por el público presente en ambos espectáculos.

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Audio. Candombito de las ollas
La música que acompaña a tales imágenes es una composición inédita del guitarrista uruguayo Oscar Perna, “el Pajarito del Monte”. En esa época de la composición, 1986, Oscar Perna vivía en exilio en General Pico, Provincia de la Pampa, Argentina, donde también sufrió secuestro, cárcel y persecución por parte de la dictadura argentina.

Se trata de la musicalización de un texto anónimo que circuló en Uruguay con motivo de los caceroleos contra la dictadura, comenzados el 25 de agosto de 1983 (medida que fue acompañada por un gran apagón voluntario de luces en todo el país).

Respecto a esos cacerolazos iniciales, reportamos la siguiente información:

«25/08/1983 -Entre las 20.00 y las 20.30 miles de uruguayos en Montevideo, Salto, Paysandú y Colonia apagan las luces de sus casas y comienzan a golpear cacerolas. La medida adquiere características masivas inesperadas que llevan a la dictadura a registrar el hecho en un comunicado oficial, señalando que se había escuchado “un fuerte golpeteo de utensilios de cocina”. También se registra una concentración frente a Serpaj en apoyo al ayuno de los religiosos y otra en 18 de Julio. Se produce una fuerte represión a estas manifestaciones y se registran más de 300 detenciones.»

Fuente. la Diaria, en: Cronología 1983

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Por la edición de ésta como de otras piezas musicales inéditas de Oscar Perna, agradecemos en particular la intervención de Rubén Olivera y del Estudio La Mayor de Montevideo, gracias a quienes pudieron recuperarse las antiguas grabaciones.

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Murga Metele que son pasteles
Actuación en el "Carnaval solidario
con Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos".
2 de marzo de 2020,
Velódromo Municipal de Montevideo.

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Candombito de las ollas
Letra

En una noche de agosto
que batuque que escuché
miren a los tamboriles
pero que lindo que fue.

Se apagaron muchas luces
quedó a oscuras la ciudad
y de a poquito las ollas
comenzaron a sonar.

El piano en la cacerola
el repique en el sartén
y en el hervidor de leche
el chico sonó también.

Las ollas de todo un pueblo
están sonando señor
si están sonando vacías
debe haber una razón.

Métale Doña a la olla
hágala sonar nomás
si suenan todas juntas
tal vez se puedan llenar.

El piano en la cacerola
el repique en el sartén
y en el hervidor de leche
el chico sonó también.

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Galería de imágenes

en: Carnavales por la Memoria. 2020

en: Memorias del pueblo. Plaza Luisa Cuesta

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