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Nuestro solo derecho
Nuestro solo derecho es empezar otra vez
bajo la luz del sol sereno
Juan Gelman, Otras partes
Ella se curvó nuevamente a la orilla del río y continuó lavando. Tenía los ojos irritados, no podía dejar de pensar en Jimena. Ya no volvería a verla, ya no la tendría nunca más a su lado, con esa fuerza hermosa que tenía, cargando los atados de ropa y haciéndole guiñadas risueñas.
Miguel, el hermano de Jimena, tenía apenas dos años menos que ella y con sus diecisiete años se había ido desde Artigas a Montevideo “para probar suerte” con otros trabajos. Le pesaba demasiado la muerte de su padre en los cañaverales
y por eso le había dicho a Juanita, su madre:
–Voy a probar, mamá, no te preocupes, vas a ver que algún trabajito consigo.
Juanita y Jimena lo habían ayudado a preparar sus cosas la noche antes de su partida para Montevideo. Las dos lloriqueaban, o mejor dicho los tres lloriqueaban, cuando se despidieron en la terminal de ómnibus. Durante todo el viaje Miguel le fue dando vueltas en su corazón a aquellas dos mujeres de su vida, las dos lavanderas desde siempre. En ese largo viaje ya empezó a sentir la falta de esas dos lavanderitas; las imágenes se sucedían lentamente, a ritmo de caricias: su madre ya no tan joven y siempre cobijándolo, con su trabajo y con sus abrazos llenos de cariño; su hermana, un jurguillo, pegadita a su madre mientras lavaban en el río,
cargando y correteando con la ropa.
–Sí Miguel, venite enseguida. Murió Jimena –y su madre estalló en llantos en el teléfono.
Hacía apenas dos años que Miguel estaba en Montevideo. Había hecho todo tipo de changas. Trabajos que le exigían tanto físicamente y que le rendían apenas para subsistir. Le dolía en el alma la lejanía de su tierra, de sus amigos, de su historia, de su padre muerto, de sus dos lavanderitas. Otra vez un largo viaje de vuelta, otra vez mil imágenes de esa su historia, a la que hoy tenía que agregar la muerte de Jimena. Sin saberlo, pensó como su madre:
nuestro solo derecho es empezar otra vez.
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(*) Relato en formato .pdf:
Nuestro solo derecho
reflejos en el río Arno de Florencia, Italia.
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Abrir en página nueva, audiovisual:
Cuando llora la esperanza. Pablo Estramín
Duración: 4’47”
Se muestran imágenes del barrio Nuevo Comienzo
(en Santa Catalina, Montevideo, Uruguay),
una ocupación de terrenos abandonados
que partió en enero de 2020
y que ha sido duramente hostigada.
Audio: Cuando llora la esperanza
Letra y Música: Pablo Estramín.
En la voz del autor.
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Cuando llora la esperanza
Un disparo suena en la noche,
muerte disfrazada de amigo.
Un pibe que pasa corriendo,
con un monedero escondido.
En la esquina fumando base,
con los ojos de roja nube,
buscando aliviar la tristeza,
hay cuatro botijas que curten.
La esperanza llora en la noche
por las calles del rancherío,
con mi canto le hago este poncho
pa’ que no se muera de olvido.
Les mostramos desde la tele
las mansiones, la buena vida,
los banquetes de los famosos,
y ellos con la mesa vacía.
Para protegernos más tarde,
de la realidad que creamos,
los mandamos al calabozo,
para que los caguen a palos.
La esperanza llora en la noche
por las calles del rancherío,
con mi canto le hago este poncho
pa’ que no se muera de olvido.
Cuando salen, vuelven al barrio
al dolor de todos los días,
a los gurisitos descalzos,
al terror de la policía.
No entendemos que la injusticia
es la madre de la violencia,
el garrote no arregla nada.
¡Dignidad, comida y escuela!
La esperanza llora en la noche
por las calles del rancherío,
con mi canto le hago este poncho
pa’ que no se muera de olvido.
La esperanza llora en la noche
por las calles del rancherío,
La esperanza llora en la noche,
¡nunca te me mueras de olvido!
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Galería de imágenes
(*) Album de fotografías:
Tener una vivienda no es delito, es un derecho
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(*) Listado en formato .pdf:
Música y cantares desde el Uruguay
(*) Lista de audiovisuales:
Música y cantares desde el Uruguay
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