RAÍCES Tristezas y dolores, alegrías intensas, vividas en otras tierras no bastaron para generar raíces -al menos tan profundas, retorcidas y apretadas a las piedras subterráneas- como éstas que me adhieren, vitales, a un trocito muy pequeño de este mapa americano. *
Historias de juglares y ordinaria utopía.
Raíces, una poesía de Gonzalo Pérez Iribarren (Uruguay).
RAÍCES Las raíces, ¿qué son? ¿serán sólo los recuerdos de paisajes, de olores y colores, de imágenes bucólicas
o de agitadas efervescencias juveniles? ¿Consistirán en la memoria vital de las uvas madurando en febrero,
del sabor de los higos llenos de miel o de las tardes de arroyos con bogas y bagres, tironeando de la línea
y arrastrando suavemente la chalana por el espejo del cielo y de los sauces?
¿Tanto poder poseerán
aquellas noches junto a un hogar de leña mientras el frío soplaba con fuerza y agua golpeando vidrios y tejados,
y un padre conversaba con nosotros entre el crepitar de las llamas y el del mate, o la figura de nuestra madre,
tejiendo silenciosa las bufandas y levantándose a mirar nuestras tareas escolares?
¿Habrán desarrollado
y endurecido sus tentáculos aferrados al suelo y al subsuelo, a piedras y terrones, las largas caminatas por la orilla
del río grande, las noches de los fuegos de artificio de las fiestas patronales, las charlas de café con compañeros,
las guitarreadas nocturnas del sábado y domingo, los plátanos callejeros, plenos de nudos y cáscaras,
blancos y negros entre la neblina con luces irisadas al acompañar al amigo, (por décima vez)
hasta su casa en la medianoche ciudadana?
¿Se habrán nutrido con las violetas
humildemente decididas a otorgar su perfume clandestino en los jardines de las tías y la abuela,
o con el amarillo de aquellas rosas enormes que sólo sabía colorear aquel viejo vecino?
Tronco en llanto *
Tristezas y dolores, alegrías intensas, vividas en otras tierras no bastaron para generar raíces -al menos tan profundas, retorcidas y apretadas a las piedras subterráneas- como éstas que me adhieren, vitales, a un trocito muy pequeño de este mapa americano. ¿No llovió a tiempo, faltaron los abonos, el trabajo de la pala o del arado?
A mis ignorancias sumo ésta: no saber qué son, cómo nacen y crecen, y se arraigan (justamente en mundos lejanos, fuera de su nutriente natural) estas mis raíces afirmadas en mi tierra. Sólo intuyo que mi ser es campesino; que dejaré mi cuerpo fertilizando la tierra que me vió nacer. Hasta que, recuperado mi cadáver para mí, se reconozca hasta en la piel, por el color de la arcilla de la arena que, tantos otros, tendrán junto conmigo.
Gonzalo Pérez Iribarren 17 de enero de 1983
Crepúsculo en Carmelo, sobre el río Uruguay
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Raíces
Historias de la palabra y de otras historias
La etimología de mandinga
Mandinga. Se deriva de Manding, nombre geográfico, y también gentilicio, de un pueblo que habita en el África occidental; pero en español, principalmente en las zonas rurales de América, adonde el nombre llegó traído por esclavos africanos, es el nombre del diablo. En el portugués del Brasil, y también en varias regiones de Sudamérica por influencia brasileña, es el nombre de una hechicería que tiene por objeto ‘cerrar el cuerpo’ a los actos hostiles procedentes del exterior. En las zonas rurales americanas, esta palabra se vincula a todo lo que se refiere a brujerías o influencias sobrenaturales no explicadas por la religión.
Así, en el norte de Argentina, los fuegos fatuos o luces malas, que brillan en la oscuridad debido a la combustión del fósforo al entrar en contacto con el oxígeno, se llaman farol de Mandinga o farol del diablo.
En el poema Martín Fierro, del argentino José Hernández (1834-1886), el personaje epónimo atribuye al diablo los fenómenos cuya causa no comprende:
«Parece cosa ‘e Mandinga», dice Martín Fierro.
La palabra también llegó de África a Cuba, país que tuvo una intensa explotación de mano de obra esclava. Tal vez el poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989) haya sido el único autor latinoamericano que usó la palabra en su sentido original africano, como gentilicio:
“Yoruba soy, cantando voy, llorando estoy, y cuando no soy yoruba, soy congo, mandinga, carabalí.”
Dice Pedro Figari:
“Mi pintura no es ‘una manera de hacer pintura’ sino un modo de ver, de pensar, de sentir y sugerir.”
Es decir, la pintura como lenguaje, el pintor como juglar que trata de narrar desde adentro, que narra para intentar sanar, recomponiendo historias e identidades. Un lenguaje y una propuesta, una mirada y un subrayado, una lectura de la evidencia y fundamentalmente de los intersticios; cada ‘palabra’ encierra ese pensar, ese sentir y sugerir, y en cada ‘palabra’ se acomodan recostándose nuestras propias historias y sugerencias; y, sin quizás, escuchando esas historias se puede sanar y seguir soñando futuros.
La identidad de la que se habla en este caso es la de la población afrodescendiente en Latinoamérica, en el Uruguay; mejor dicho, el sabor afro de la cultura oriental. ¿Cómo llegaron, quiénes eran, qué hacían, cómo y dónde vivían, qué cantaban, por qué cantaban, por qué bailaban los negros del Uruguay? Y cómo esos por qué fueron coloreando y componiendo la cultura de los uruguayos.
Las obras que se presentan son todas de autores uruguayos y en su mayoría pertenecen a Pedro Figari. Entre otros, el Museo Nacional de Artes Visuales, el Museo Blanes y el Museo Figari de Montevideo exponen obras de este artista. También se incluyen obras de: Juan Carlos Amoretti, Ruben Galloza,
Carlos Páez Vilaró y Marta Szerel.
Se presentan también algunas imágenes de figuras en papel maché de claro corte figariano (como el árbol, el abrazo, el negro con el tamboril), que pertenecen a la obra “Kit Básico para la fundación de un pueblo”, de Cecilia Mattos y Nacho Seimanas, obra hecha con la idea de compartir comunitariamente esa reconstrucción de identidades retomando la iconografía figariana. La obra fue expuesta en abril de 2011 en el Museo Figari de Montevideo.
*Fotografías. Una gran parte de las fotografías expuestas son el hoy de ese sentir cultural de los uruguayos, expresado en este caso en la fiesta de carnaval que residentes uruguayos en Argentina realizaron en Buenos Aires, el 5 de marzo de 2011, en Avenida de Mayo; una fiesta de identidad oriental y rioplatense, otro abrazo de claro corte afrodescendiente.
*Música.
1) Jacinto Vera (de Yamandú Beovide y Roberto Darvin), (candombe),
2) Candombe del mucho palo (de Carlos Barea y Ricardo Zubiría).
Interpretadas por:
Pareceres y Jorge Do Prado.
Investigación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos
Todo está guardado en la Memoria
APUNTES Y PANCARTAS DE LA MEMORIA
Equipo de investigación de la Universidad de la República (Udelar) (mayo 2007), Investigación
Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos, Impo, Uruguay.
Edición 2007. La obra, en cinco tomos, fue publicada por la Presidencia de la República Oriental
del Uruguay, que había encargado la investigación a la Universidad de la República, y
comprende: a) Tomos I a IV, Investigación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos; b) Tomo V,
Investigación Arqueológica sobre Detenidos-Desaparecidos.
El primero de los cinco tomos, reconstruye el denominado contexto represivo e incluye
testimonios, el segundo tomo, incluye datos de las victimas, fichas personales de los casos en
Uruguay y Argentina. El volumen tres contiene datos de las victimas y fichas personales de
situación ocurridas en Argentina, Chile, Bolivia y Colombia. El tomo cuatro incluye
documentación de Comisiones, informes, legislación, decretos, sentencias, denuncias
internacionales, reparación simbólica archivos bibliografías. El quinto tomo despliega una
amplia investigación arqueológica con el informe final 2005 – 2006.
Investigación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos (2007),
obra completa, publicada por la Presidencia de la República Oriental del Uruguay.
El acceso a cada tomo, archivos en formato pdf, se realiza como sigue:
Tomo I. El primero de los cinco tomos, reconstruye el denominado contexto represivo e incluye testimonios.
Tomo 1, Investigación Histórica (2007),
(archivo en formato .pdf, 558 pp.),
[consulta 17/05/2023].
Tomo II. El segundo tomo incluye: Datos de las víctimas y Fichas personales. El presente tomo de la investigación histórica sobre detenidos desaparecidos, así como el tercero, contienen los datos sobre las víctimas. Dicha información se ha organizado por medio de Fichas personales que respetan el orden alfabético y por países: Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia y Colombia.
Por su volumen de información, en el caso de los ciudadanos detenidos desaparecidos en la República Argentina se decidió separar la información en el tomo dos (A-G) y tres (H-Z).
Tomo 2, Investigación Histórica (2007),
(archivo en formato .pdf, 1035 pp.),
[consulta 17/05/2023].
Tomo III. El volumen tres contiene: Datos de las víctimas, Fichas personales, Niños y N.N.
Tomo 3, Investigación Histórica (2007),
(archivo en formato .pdf, 1001 pp.),
[consulta 17/05/2023].
Tomo IV. El tomo cuatro incluye documentación de: Comisiones, Informes, Legislación, Decretos, Sentencias, Denuncias internacionales, Reparación simbólica, Archivos y Bibliografía.
Tomo 4, Investigación Histórica (2007),
(archivo en formato .pdf, 834 pp.),
[consulta 17/05/2023].
Tomo V. Equipo de investigación de la Universidad de la República (Udelar) (2007), Investi-
gación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos, Impo, Uruguay.
Tomo V. Grupo de Investigación de Arqueología Forense (GIAF) de la FHUCE, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Udelar), coordinado por José María López Mazz, Investigación Arqueológica sobre Detenidos-Desaparecidos. Informe Final 2005-2006.
El quinto tomo despliega la amplia investigación arqueológica sobre Detenidos-Desaparecidos en la dictadura cívico-militar, con el informe final 2005 – 2006.
Tomo 5, Investigación Arqueológica (2007),
(archivo en formato .pdf, 184 pp.),
[consulta 17/05/2023].
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Equipo de investigación de la Universidad de la República (Udelar), coordinado por Álvaro Rico
(diciembre 2008), Investigación Histórica sobre la dictadura y el Terrorismo de Estado en el
Uruguay (1973-1985),
3 tomos, Udelar, Montevideo.
Ampliación y complemento de la obra publicada en 2007.
Edición 2008. La obra, en tres tomos, fue realizada en el marco de la Universidad de la República
por el Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación y financiada por la Comisión Sectorial de Investigación Científica.
Recoge información basándose en fuentes documentales inéditas de más de 20 archivos,
gubernamentales, militares y policiales de la época de la dictadura, más precisamente entre los
años 1973 y 1985. Los 18 investigadores e investigadoras coordinados por Álvaro Rico son:
Jimena Alonso, Magdalena Figueredo, Rosita Fuentes, Carla Larrobla, Fabiana Larrobla, Aldo
Marchesi, Carlos Demasi, Graciela Sapriza, Gabriel Bucheli, Mariana Iglesias, Isabel Wschebor,
José Luis Gonzalez, Vanesa Sanguinetti, Valentina Curto, Viviana Ruiz, Ariela Peralta, Jaime
Yaffé y Vania Markarian.
Edición completa de la obra, publicada por la Universidad de la República, en versión digital:
(*) Tomo I (2008). ‘Las violaciones al derecho a la vida’: Recoge información concerniente al
asesinato y a la desaparición forzada de personas. Incluye una ‘sistematización y actualización’
de la Investigación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos, de la Presidencia de la República,
publicada en 2007, sobre 172 ciudadanos y ciudadanas desaparecidas.
(*) Tomo II (2008). ‘Las violaciones a la integridad física y la libertad de las personas’. Estudia el
fenómeno de la prisión prolongada como fenómeno masivo y sistemático. En este tomo también
se aborda lo que se denomina ‘La Vigilancia a la Sociedad Civil (el insilio)’, brindando
abundante documentación oficial sobre lo que los investigadores califican como el intento de
‘control total’ por parte de la dictadura sobre la sociedad. Contiene un capítulo especial dedicado
a la vigilancia y persecución a los uruguayos exiliados y la coordinación con otras dictaduras del
continente y servicios de inteligencia de Usa y Europa.
(*) Tomo III (2008). ‘Las Violaciones a los derechos políticos y sindicales y a la libertad de
enseñanza’. La investigación recoge la represión contra el movimiento sindical, estudiantil y los
partidos políticos. Hay un apartado especial sobre el cambio de la institucionalidad de la
educación y sus consecuencias. En la parte final la investigación incorpora los avances en
‘materia de verdad, justicia, memoria y reparación a las víctimas del terrorismo de Estado’.
RECETAS ORIENTALES Música y cantares desde el Uruguay
Convidar con un plato de comida,
compartir el pan,
sin mirar cuanto se tenga,
es un gesto profundo de solidario y humano encuentro.
Quien cocina para convidar,
cree que para agasajar al huésped, la mejor manera
sea la de ofrecerle un buen plato de su tierra
y se pone a buscar entre las viejas recetas que guarda.
Quien cocina a veces no sabe, porque no se lo dijeron,
que esas antiguas recetas entre las que busca,
tal como las ha aprendido, porque así le enseñaron,
narran, con sus sabores, la historia de su gente.
Quien cocina seguramente sabe, lo siente su paladar,
que esas recetas tienen el sabor de su tierra,
sólo las modifica, a veces, con unas gotitas de limón
o una pizca de no sé qué, que otro encuentro le ha enseñado.
Quien cocina, con el pasar del tiempo, solamente sabe
que esas recetas, que guarda en su recetario,
son su mejor cocina para compartir agasajando
y por eso las convida y las canta.
Y por eso, desde la Banda Oriental del Uruguay, les deseo ¡Buen apetito!
Y un gracias para quienes con sus cantares han permitido este breve recetario,
de abrazo con nuestro pueblo, cantarabrazo de nuestro pueblo.
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Música y cantares desde el Uruguay
LISTA DE PIEZAS MUSICALES Lista en formato .pdf,
pulsando en el título de la pieza musical
se abre el video correspondiente.
Historias de la palabra.
El abecedario También los signos del abecedario tienen su historia,
una historia en la que ya se reflejan las relaciones entre los pueblos:
los signos viajan desde Egipto a Palestina, con los fenicios hasta Grecia
y desde allí a la zona meridional de Italia y a la antigua Etruria ...
Y viajando se transforman, mueren y renacen, instrumentan, con “acta del lenguaje”,
la comunicación entre los hombres. Este último es el valor fundamental de la escritura.
PATRIMONIOS DE CULTURA Y LUCHA POPULARES
La historia de nuestra gente y nuestros barrios forma parte de nuestro Patrimonio
LAS MUCHACHAS DE ABRIL
Homenaje a tres luchadoras sociales:
Diana Maidanic, Silvia Reyes y Laura Raggio.
*
Para Laura, Diana y Silvia Abril no cantará
sus canciones de otoño
ni la tarde verá
proteger el retoño
porque no nacerá
ya no habrá primavera
no vendrán las sonrisas
no se abrirá la puerta
la mañana y su brisa
no las verá despiertas
la muerte anda con prisa
es la muerte de veras
armada con mil hachas
de golpes de tres filos
aplasta tres muchachas
ahogándoles el grito
convertido en escarcha
aguardan con sigilo
regresan de las piezas
de techos destruidos
coraza de entereza
se alza en alaridos
las tres se desperezan
retornan del olvido
se vuelve a oír el grito
no es de llanto ni entrega
es de honor infinito
que terminó la espera
y reclama su sitio
Para Laura, Diana y Silvia, de Ignacio Martínez
*
Diana Maidanic
*
"LAS MUCHACHAS DE ABRIL" Era 21 de abril de 1974.
En el barrio Brazo Oriental, como en tantos barrios de Uruguay,
en aquellos años oscuros de la dictadura, la gente se refugiaba temprano en sus casas.
Desde el golpe militar de 1973, la vida de los uruguayos se fue alterando.
No era seguro andar por las noches en la calle, siempre se podía ser sospechoso de algo,
un volante, una música inconveniente, un aspecto inadecuado podía ser un riesgo de ser demorado,
detenido…, torturado… En el barrio Brazo Oriental, la noche estaba serena.
Nadie podía presagiar la terrible tragedia que habría de suceder en la madrugada.
[...] en aquella noche funesta del 21 de abril de 1974,
en el ap. 3 de la vivienda de Mariano Soler comenzó el infierno.
Algunos vecinos de apartamentos cercanos relatan:
"… de golpe me despiertan gritos y golpes terribles en las ventanas y puerta de entrada…
Con mucho miedo me senté en la cama de un salto y comencé a entender lo que gritaban…
¡¡¡Abran, abran, … somos las Fuerzas Conjuntas, … abran que tiramos!!!"
"… eran muchas voces y seguían golpeando y gritando como desesperados! …
Se oía el ruido de las ametralladoras
y pensé que podían tirar contra las ventanas porque seguían gritando…"
"¡¡¡Abran, abran que tiramos!!!" …
"no entendíamos nada, mi madre dice que eran las 2.45 de la madrugada,
nos parecía que eso no era una realidad, que era una pesadilla…"
"… Al abrir la puerta, se abalanzaron una cantidad de militares con metralletas,
que apuntaban a mis padres y a mí …
El patio estaba lleno de soldados que gritaban y corrían como locos…" Hubo una terrible balacera …
Los vecinos sintieron inermes como disparaban hacia el apartamento de las jóvenes…
Después se hizo el silencio… y vieron como "sacaron los tres cuerpos en parihuelas,…
eran como inmensas muñecas de trapo… ensangrentadas…".
Eran las jóvenes Laura Raggio, Diana Maidanic y Silvia Reyes…
"… ellos dijeron que fue un enfrentamiento -dice Horacio Raggio, hermano de Laura-
pero a Laura la ejecutaron y a Diana la deshicieron…
Yo ví a Laura con un balazo en la cabeza… y cuando la velábamos creí
que se había teñido el pelo de rojo, pero era sangre. Tenía 19 años."
El operativo, según consta en el libro "Ovillos de la memoria",
estuvo a cargo del General Juan Rebollo, y participaron también
los Generales Julio César Rapella y Esteban Cristi,
los Mayores Armando Méndez y José 'Nino' Gavazzo,
el Coronel Manuel Cordero y los entonces Capitanes Mauro Mouriño,
Julio César Gutiérrez y Jorge Silveira…
Hoy, [...] intentando elaborar el dolor de tan terrible matanza seguimos recordando y preguntándonos:
¿¿¿Por qué las asesinaron, por qué semejante ferocidad con estas tres jóvenes militantes sociales???
De acuerdo a la Investigación sobre Terrorismo de Estado, dice el Historiador Alvaro Rico:
"El objetivo de la dictadura militar fue toda la población,…
su objetivo inmediato fue el desmantelamiento de la oposición…
pero tuvo otro a largo plazo, que tiene que ver con la reestructura de las relaciones sociales,
las normas de convivencia, instalando la inseguridad, la desconfianza,
el miedo… que sigue operando hasta hoy día…" Había que sembrar el terror, había de ejemplarizar,
seguir instalando el miedo, la desconfianza…
la inmovilidad, que impidieran , -que sigan impidiendo- toda forma auténtica de resistencia y
organización a un modelo económico y cultural neoliberal…
Seamos o no conscientes, este dolor, … y tantos otros, están en nuestras vidas, condicionándolas,…
impidiendo vínculos, dificultando relaciones, afectando nuestros cuerpos,
limitando la concreción de nuestros auténticos proyectos y sueños alternativos.
*
Silvia Reyes
*
SANGRE Y ROSAS
A 40 años del asesinato impune de las muchachas de abril
El horror y la barbarie de los asesinatos de tres jóvenes, Silvia Reyes, Diana Maidanik y Laura Raggio, siguen reclamando, 40 años
después, el justo castigo. Algunos de los responsables de la “masacre de Brazo Oriental” del 21 de abril de 1974 están entre rejas;
otros siguen desafiantes, a caballo de la impunidad. Justicia es el único capitulo que falta en esta historia,
paradigma de la aberración represiva de la dictadura.
Sólo alguien cansado, medio dormido, con las alertas bajas, podía transitar desprevenido las calles del barrio, a las 4 y media de la
mañana. De hecho, buena parte de los vecinos de Brazo Oriental, en la lengua que se apoya en Burgues y en San Martín, habían huido
despavoridos llevando a sus hijos menores, a sus padres ancianos, no importa a dónde, con tal de escapar de las balas que atravesaban
paredes, rebotaban en el pavimento, salían de las esquinas, de las azoteas, dibujando una malla de muerte antes de que la muerte posible
fuera anunciada por el estruendo, que se oía incluso en el Cerrito y en La Blanqueada.
Dorval Márquez, agente de Policía, pedaleaba su bicicleta con un resto de voluntad después de una jornada de trabajo
agotadora, cuando una bala de carabina o de fusil, salida de no se sabe dónde, disparada por no se sabe quién, lo mató en seco, inmediatamente,
aun antes de que la rueda dejara de girar, acostada en el pavimento. No fue el único muerto por balas militares aquella madrugada de domingo
que completaba una noche de sábado para los que aún tenían ánimo de
juerga después de dos años de guerra interna implacable. Eso sí: no fue una bala perdida la que abatió a Dorval; fue una bala premeditada,
disparada por las dudas, con poca reflexión y mucha impunidad, por si acaso el que pedaleaba la bicicleta fuera el mismo “sedicioso” al que
pretendieron detener dos horas antes. La explosión provocada por el disparo rompió el silencio que se había instalado al fin, y por un
momento se temió que la locura volviera a empezar.
A las 2.30 del domingo 21 de abril de 1974, las decenas de oficiales y soldados del Grupo de Artillería comandados
por el coronel Juan Modesto Rebollo y supervisados a su vez por el Organismo Coordinador de Actividades
Antisubversivas (OCOA) comenzaron a tomar posiciones a lo largo de la calle Mariano Soler, en la paralela Carabelas y en las transversales
Fomento y Ramón de Santiago, aunque el despliegue llegó hasta bulevar Artigas, hasta Luis Alberto de Herrera. No fueron particularmente
sigilosos al cerrar las calles y ocupar todas las azoteas de las cuadras más cercanas al objetivo: un modesto edificio de apartamentos de
Mariano Soler 3098 bis. Las corridas por las veredas, las órdenes asordinadas, los ruidos en el techo, interrumpieron el sueño e
instalaron el miedo en los vecinos.
A las 2 .40, oficiales y soldados entraron en tropel en el estrecho corredor, convencidos de que iban a capturar a Washington Barrios,
“Camilo”, militante del mln, que arriesgaba su legalidad imprimiendo afiches contra la dictadura y
volantes para el próximo Primero de Mayo con una impresora instalada en el sótano de su vivienda. No sabían, los represores, que “Camilo” había
viajado el día anterior a Argentina, con la esperanza de obtener dinero para evacuar a una pareja y una beba de nueve meses, y a dos muchachas.
Todos habían sido liberados recientemente, después de meses de encierro por razones tan nimias que no justificaron, siquiera, el pase al juez
militar. Pero no lograban obtener trabajo, eran políticamente leprosos, y semanalmente debían someterse al destrato de la vigilancia en los
cuarteles. Como muchos otros, dejaron de presentarse en el cuartel y automáticamente se convirtieron en fugitivos. Intentaron ocultarse en
casa de un amigo, en La Teja; providencialmente un vecino les alertó: “Ojo, que hay una ratonera”. Finalmente, a través de una red de amigos,
se contactaron con Washington, que dejó a las dos jóvenes al cuidado de su esposa, en su casa, y solicitó a su cuñada que escondiera a la pareja
y a la beba.
Los militares que entraron en la vivienda de Mariano Soler cometieron un primer error: los oficiales al frente del pelotón
–los mayores José Gavazzo y Manuel Cordero, los capitanes Armando Méndez, Julio César Gutiérrez y Mauro Mauriño, y el teniente Jorge
Silveira– se equivocaron de apartamento, fueron hasta el fondo y golpearon la puerta número 8. Sus aterrados habitantes explicaron que
Barrios vivía en el 5. Desandaron sus pasos a los gritos, contagiando el nerviosismo a los soldados que se agolpaban en el corredor, dispuestos a
cumplir órdenes, a ser sumisos en la disciplina, si tan sólo las órdenes no fueran contradictorias, antagónicas, ilógicas, en el coro
histérico de gritos y amenazas. Volvieron a equivocarse: los oficiales exigieron a los gritos que abrieran la puerta numero 5,
entraron insultando y puteando, blandiendo metralletas que apuntaban indistintamente a los ocupantes, un hombre, su esposa y la hija menor.
“¿Dónde está Washington Barrios?”. El hombre, en calzoncillos, dijo: “Soy yo”, y automáticamente varios se abalanzaron sobre él, golpeándolo y
arrastrándolo hacia el corredor, hasta que alguien gritó: “No, a ese no lo maten que es el padre”.
En un creciente paroxismo los oficiales se abrieron paso a través de los soldados que se apiñaban en el corredor
y enfilaron hacia enfrente, al apartamento número 3. Desde el suelo, Washington Barrios padre; intentaba captar la atención de los militares
para postergar el desenlace que se leía en los rostros crispados, en las miradas desorbitadas, y su esposa, Hilda Hernández, los seguía llorando
y rogando: “No las maten, no tiren que mi nuera está embarazada”.
Derribaron la puerta y entraron en la vivienda disparando sus armas. Se sorprendieron: de hecho, la puerta daba acceso a un patio abierto; las
ráfagas barrieron las paredes y destrozaron el baño y la cocina, que daban al exterior. Los soldados apostados en las azoteas también
comenzaron a disparar. Las balas traspasaban la mampostería. Un vecino de otro apartamento salió despavorido en calzoncillos, pidiendo por
favor que dejaran de tirar porque las balas traspasaban la pared: “Van a matar a mis hijos”; lo obligaron a ponerse con las piernas abiertas y
las manos contra la pared. Desde allí oyó unas voces femeninas gritando que querían entregarse. Otros gritos advirtieron que el capitán
Gutiérrez había caído. (Había sido herido por sus propios camaradas; la bala le perforó el cuello y el capitán murió un mes después.)
Ya no fue posible detener la balacera en el apartamento, en el corredor, en la calle, en las azoteas, que repetía el reflejo automático, instintivo,
de accionar el gatillo. Los disparos partían de cualquier lado dirigidos hacia ningún lado; no había fuego enemigo, sólo descargas que
terminaron concentrándose sobre la puerta de madera de dos hojas que comunicaba con un gran espacio, cuarto y comedor, y cuya pared parecía
que terminaría por derrumbarse horadada por los impactos.
No se sabe cuánto tiempo continuaron los militares disparando ráfagas, una tras otra. Las balas se incrustaron en los techos,
destrozaron las puertas, hicieron saltar las ventanas en añicos, agujerearon las paredes de
ladrillo y perforaron las medianeras del patio. Detrás de la puerta del comedor los militares encontraron a tres jóvenes en camisón,
acurrucadas, abrazadas entre sí y, por cierto, desarmadas. No preguntaron por Washington Barrios; simplemente las acribillaron, fuera
de sí, incapaces de contener el miedo que nace de la tensión.
Cuando las armas dejaron de escupir balas, cuando el capitán Gutiérrez y el coronel Rebollo –que había sido herido levemente en un brazo–
fueron evacuados, cuando los generales Julio César Rapela y Esteban Cristi “se
apersonaron en el lugar del enfrentamiento”, el teniente Jorge Silveira, “Chimichurri”, a quien le esperaba una larga carrera especializada en
asesinatos, torturas y violaciones, se dio un respiro, regresó al apartamento 5 y encaró a Hilda Hernández corajudamente: “Dígame dónde
está su hijo, que yo mismo lo mato”, sin que hasta hoy se sepa por qué tanto encono. En el apartamento 3, los oficiales dispusieron que se armara una
“ratonera”, es decir, tres o cuatro soldados que aguardarían
un improbable regreso de Washington Barrios. En un rincón del comedor, detrás de la puerta, quedaron los cuerpos acribillados y desfigurados de
Diana Maidanik, 21 años, estudiante de la Facultad de Humanidades y maestra de jardín de infantes; Laura Raggio, 19 años, estudiante de la
Facultad de Psicología; y Silvia Reyes, 19 años, esposa de Washington Barrios, embarazada de tres meses. Es posible que los responsables de
lo que después se conoció como “la masacre de Brazo Oriental” ni siquiera tuvieran idea de a quiénes estaban asesinando; la justificación
vino después, con el débil argumento, estampado en los comunicados de las Fuerzas Conjuntas, de que los militares habían respondido al fuego
de los sediciosos y que en la casa fue hallado un “berretín con armas”. El invento era irrelevante: ni aun así se justificaba la furia homicida,
más cuando, 32 años después, ante un juez penal, José Gavazzo reconocería, indolente –indiferente a los sentimientos de los familiares
que revivían en el careo el dolor intacto– que “Barrios no era un objetivo importante”.
Todo estuvo a punto de repetirse, una hora más tarde, a eso de las 3 y media, cuando los militares volvieron a copar
calles y azoteas en la zona de Jacinto Vera y Estivao, en el Buceo, en un edificio de apartamentos independientes, en uno de los cuales vivían
los padres de Silvia Reyes, y en otro, al fondo, Stella, la hermana de Silvia. Como antes, entraron en el corredor y fueron golpeando todas las
puertas. Stella y la pareja con su hija lograron a duras penas escurrirse; dejaron a la beba en la puerta de la abuela de Stella y
treparon a la azotea, pero los soldados apostados en los techos las vieron. Como antes, se desató una balacera infernal, incontrolada.
Previendo lo de antes, un megáfono tronó una orden: “¡Paren, que nos estamos tirando entre nosotros!”. Stella y la pareja lograron
descolgarse hasta los fondos y se escondieron en un galpón. Recién al amanecer los soldados las encontraron. Las ataron con una cuerda de
colgar ropa y comenzaron a torturarlas, allí mismo, en la calle, pero no para obtener información, para descargar el miedo acumulado. Los
vecinos, testigos de la saña, pedían que no las mataran. Después, en el cuartel de La Paloma, Artillería 1, con más método y menos prisa,
Gavazzo y Juan; Modesto Rebollo –cuya herida no le impidió torturar– interrogaron a Stella sobre Washington Barrios.
Recién a media mañana del domingo, los cuerpos de las tres chicas –las “muchachas de abril”–
fueron retirados del apartamento devastado y trasladados al Hospital Militar. Al mediodía la “ratonera” fue levantada para que un pelotón de
soldados, trasladado en varios camiones, iniciara el desguace del apartamento 3. Desde el otro lado del corredor, en la puerta de
enfrente, Jacqueline, la hermana de Washington Barrios, vio impotente cómo se llevaban todo el mobiliario, rúbrica postrera de la impunidad,
burla del dolor, gesto impúdico de rapacidad. Se llevaron hasta la puerta de entrada, los tapones y las tapas de las llaves de las luces;
Jacqueline vio cuando sacaban la máquina de coser y el colchón del sofá cama empapados en sangre. No pudieron llevarse el placar del dormitorio,
que estaba empotrado; lo rompieron.
Por la tarde, Washington Barrios padre entró en el apartamento 3: el revoque de las paredes formaba una
alfombra en los pisos, y en el comedor el blanco se confundía con el rojo de la sangre. Las paredes estaban salpicadas. “Era horrible. Las
balas incrustadas tenían trozos de cuero cabelludo”. El padre contabilizó 140 impactos de bala.
El lunes 22 las tres familias de las víctimas recibieron llamadas telefónicas conminándolas a retirar los
cadáveres en el Hospital Militar. Los padres de Diana Maidanik comprobaron que su hija había recibido 35 balazos; la madre de Laura
Raggio no pudo sobreponerse a la visión de su hija con una herida de bala en la cabeza; más tarde, cuando la velaban, creyó que Laura se
había teñido el pelo, pero era sangre. El padre de Silvia Reyes debió reconocer a su hija –identificarla– en la morgue: contó más de 38
impactos de bala en todo el cuerpo. Las heridas revelaban que habían recorrido el cuerpo con dos ráfagas, de arriba abajo, cuando ya estaba
muerta. Nadie se atrevió a decirle nada cuando le sacó el anillo de matrimonio de la mano derecha y lo guardó para su yerno, a quien nunca
más volvió a ver.
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Laura Raggio
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Pero aún no había acabado el calvario: cuando se realizaba el velorio de Silva, un grupo de soldados entró en la casa, se
dirigió a los fondos, donde vivía Stella, y comenzó a saquear la casa. Mientras al frente los familiares lloraban a la muerta, al fondo los
soldados se llevaban todo lo transportable mientras cantaban “Uruguayos campeones…”. El padre de Silvia no soportó la provocación, encaró al
general Rapela, que solía comprarle obras de arte y pretendió, en el forcejeo, arrebatarle el arma. Rapela no se lo esperaba, y antes de que
atinara a una reacción, un tío de Silvia logró tranquilizarlo. A la hora del sepelio, cuando sacaron el féretro de la casa, los vecinos de la
zona aguardaban compactos, en la vereda de enfrente; cubrieron el féretro con una lluvia de rosas.
En 1985 las familias Barrios y Reyes formalizaron la denuncia sobre los asesinatos de las muchachas de
abril, pero en 1986, ley de caducidad mediante, el caso fue archivado por orden del presidente Julio María Sanguinetti. Diecinueve años
después, en octubre de 2005, un equipo de abogados de Ielsur, organización no gubernamental, pidió retomar la indagatoria, que recayó
en el juzgado penal a cargo del juez Pablo Eguren. Insólitamente, el escrito que solicitaba la reapertura del caso no reclamaba expresamente
–como es habitual– responsabilidades penales para quienes estaban implicados en el operativo que culminó con los asesinatos. El fiscal
Enrique Moller, experto en archivar causas de violaciones a los derechos humanos, ni lerdo ni perezoso aprovechó el pretexto para solicitar que
se desistiera de la investigación. El juez Eguren estuvo de acuerdo. Al reactivarse todas las causas, en 2012, el expediente volvió al despacho del juzgado penal de 8º Turno, ahora a cargo de la jueza Graciela
Eustaccio. Pero hasta el presente, a 40 años de los sucesos, no hay ninguna sanción penal para los responsables de los asesinatos.
A 40 años del asesinato impune de las muchachas de abril,
por Samuel Blixen, semanario Brecha, Montevideo, 16/04/2014.
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Almanaque de Memorias. Uruguay y su pasado reciente
Uruguay en Latinoamérica
y su pasado reciente.
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Fechas para un almanaque de imágenes,
ordenadas con criterio mensual,
con la relativa indicación de las personas y hechos conmemorados.
En el almanaque se incluye el listado de detenidos/desaparecidos de Uruguay,
con las respectivas fechas de desaparición.
Un encuentro con los desaparecidos,
desde la mirada de familiares, amigos y artistas,
como en
Encontrarte con ellos
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Dada la amplitud del proyecto,
por supuesto que es apenas una contribución,
para guardar en las cajitas de memorias de las luchas
de esa gran familia de los pueblos latinoamericanos.
Reconstruyendo identidades con retacitos de memoria
Por Verdad y Justicia. ¡Nunca Más!
Por la vida y la alegría ...
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Cortos con Memoria “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia,
no tengan doctrina,
no tengan héroes y mártires.
Cada lucha debe de empezar de nuevo separadas de las luchas anteriores:
la experiencia colectiva se pierde,
las lecciones se olvidan.
La historia parece así como propiedad privada
cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.
Esta vez puede ser que se corte el círculo.” Rodolfo Walsh.
Cita en “El abuelo”,
cortometraje de Alberto Lecchi. Argentina 2010.
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En el Pabellón del Cine se acaba de inaugurar la Sala de los Azulejos,
dedicada a Cortos con Memoria.
Cortometrajes que insisten y punzan,
cortos de memoria larga,
que contribuyen a narrar el hoy
y la historia reciente de América Latina.
22 de agosto de 1972
han muerto revolucionarios
¡viva la revolución!
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Trelew Afiche de calle
Fecha: Agosto 1973
Medidas originales: 57 cm x 78 cm
Color: letras negras y blancas sobre fondo naranja
Firma: Movimiento Nacional de Solidaridad y revista Nuevo Hombre
Observaciones: Homenaje a un año de la masacre.
Autor: Ricardo Carpani
en el Centro Cultural Haroldo Conti,
(ex Esma), Buenos Aires.
Películas y audiovisuales de historia de América Latina
Reconstruyendo identidades con retacitos de memoria
Por Verdad y Justicia. ¡Nunca Más!
Por la vida y la alegría ...
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«Mi papá me enseñó a luchar» Regalo de una hija a su padre.
En el dorso, entre otras cosas,
como dedicatoria se lee la estrofa de Silvio Rodríguez
(en Canción del elegido):
“lo más terrible se aprende enseguida
y lo hermoso nos cuesta la vida”
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MEMORIAS EN LA PANTALLA Películas y audiovisuales que por su género contribuyen
para narrar el hoy y la historia de América Latina,
la heroicidad de sus luchas populares,
poniendo al desnudo la criminalidad extrema de liberalismos (y neoliberalismos)
y de las democracias exportadas (por los civilizadores de turno);
películas que repican y redoblan sueños y fracasos, penas y esperanzas;
que nos ayudan a interrogarnos profundamente indagando en el pasado.