Abracadabra
por Eduardo Galeano 17 de marzo de 2006
“Aquí no hay desaparecidos” fue, durante treinta años, la versión oficial en el Uruguay.
Ahora empiezan a aparecer. Muertos en la tortura, enterrados en los cuarteles.
Fotos del entierro de Ubagesner Chaves Sosa, 14 de marzo de 2006
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En el sepelio del primero de ellos, que el 14 de marzo congregó a una multitud en las calles de Montevideo, habló Eduardo Galeano.
Cada 14 de marzo, las uruguayas y los uruguayos que fueron presas y presos de la dictadura celebran el Día del Liberado.
Es algo más que una coincidencia.
Los desaparecidos que están empezando a aparecer, Ubagesner Chaves, Fernando Miranda, nos llaman a luchar por la liberación de la memoria, que sigue presa.
Nuestro país quiere dejar de ser un santuario de la impunidad, impunidad de los asesinos, impunidad de los ladrones, impunidad de los mentirosos, y en esa dirección estamos dando, por fin, después de tantos años, los primeros pasos.
Este no es un fin de camino. Es un inicio. Mucho costó, pero estamos empezando el duro y necesario recorrido de la liberación de la memoria en un país que parecía condenado a pena de amnesia perpetua.
Todos los que aquí estamos compartimos la esperanza de que más temprano que tarde habrá memoria y habrá justicia, porque la historia enseña que la memoria puede sobrevivir porfiadamente a todas sus prisiones y enseña que la justicia puede ser más fuerte que el miedo, cuando la gente la ayuda.
Dignidad de la memoria, memoria de la dignidad.
En el desigual combate contra el miedo, en ese combate que cada uno libra cada día, ¿qué sería de nosotros sin la memoria de la dignidad?
El mundo está sufriendo un alarmante desprestigio de la dignidad. Los indignos, que son los que en el mundo mandan, dicen que los indignados somos prehistóricos, nostalgiosos, románticos, negadores de la realidad.
Todos los días, en todas partes, escuchamos el elogio del oportunismo y la identificación del realismo con el cinismo, el realismo que obliga al codazo y prohíbe el abrazo, el realismo del vale todo y del arreglate como puedas y si no podés, jodete.
El realismo, también, del fatalismo. El más jodido de los muchos fantasmas que acechan, hoy por hoy, a nuestro gobierno progresista, aquí en el Uruguay, y a otros nuevos gobiernos progresistas de América latina. El fatalismo, perversa herencia colonial, que nos obliga a creer que la realidad puede ser repetida, pero no puede ser cambiada, que lo que fue es y será, que mañana no es más que otro nombre de hoy.
Pero, ¿acaso no fueron reales, acaso no son reales, las mujeres y los hombres que han luchado y luchan por cambiar la realidad, los que han creído y creen que la realidad no exige obediencia? ¿No son reales Ubagesner Chaves y Fernando Miranda y todos los que están llegando, desde el fondo de la tierra y del tiempo, a dar testimonio de otra realidad posible? Y todas y todos los que con ellos creyeron y quisieron, ¿no fueron, no siguen siendo reales? ¿Fueron irreales los verdugos, irreales las víctimas, irreales los sacrificios de tanta gente en este país que la dictadura convirtió en la mayor cámara de torturas del mundo?
La realidad es un desafío.
No estamos condenados a elegir entre lo mismo y lo mismo.
La realidad es real porque nos invita a cambiarla y no porque nos obliga a aceptarla. Ella abre espacios de libertad y no necesariamente nos encierra en las jaulas de la fatalidad.
Bien decía el poeta que un gallo solo no teje la mañana. No estuvo solo en la vida, y en la muerte no está solo, este criollo Ubagesner, de nombre tan raro, que hoy es un símbolo de nuestra tierra y nuestra gente.
Este militante obrero encarna el sacrificio de muchas compañeras y de muchos compañeros que creyeron en nuestro país y en nuestra gente, y que por creer se jugaron la vida.
Hemos venido a decirles que valió la pena.
Hemos venido a decirles que no se murieron por morir nomás.
Aquí estamos hoy, reunidos, para decirles qué razón tienen los tangos en eso de que la vida es un ratito, pero hay vidas que duran asombrosamente mucho, porque duran en los demás, en los que vienen.
Tarde o temprano nosotros, caminantes, seremos caminados, caminados por los pasos de después, así como nuestros pasos caminan, ahora, sobre las huellas que otros pasos dejaron.
Ahora que los dueños del mundo nos están obligando a arrepentirnos de toda pasión, ahora que tan de moda se ha puesto la vida frígida y mezquina, no viene nada mal recordar aquella palabrita que todos aprendimos en los cuentos de la infancia, abracadabra, la palabra mágica que abría todas las puertas, y recordar que abracadabra significa, en hebreo antiguo: “Envía tu fuego hasta el final”.
Esta jornada, más que sepelio, es una celebración. Estamos celebrando la memoria viva de Ubagesner y de todas y de todos las mujeres y los hombres generosos que en este país enviaron su fuego hasta el final,
los que nos siguen ayudando a no perder el rumbo,
y a no aceptar lo inaceptable,
y a no resignarnos nunca,
y a nunca bajarnos del caballito lindo de la dignidad.
Porque en las horas más difíciles, en aquellos tiempos enemigos, en los años de mugre y miedo de la dictadura militar, ellos supieron vivir para darse y se dieron enteros, se dieron sin pedir nada a cambio, como si viviendo cantaran aquella antigua copla andaluza que decía, y dice todavía, por siempre dice:
Tengo las manos vacías,
pero las manos son mías.
Fuente: Página 12, 17 de marzo de 2006,
en: Abracadabra
Para el listado completo de los desaparecidos de quienes se han recuperado sus restos, puede verse el documento, formato pdf,
en: Pancartas de la Memoria. Desaparecidos
Donde hubo fuegos cenizas quedan
Tejiendo memorias. Reconstruyendo identidades
Cuentos infantiles prohibidos por la dictadura cívico-militar en Argentina
«Los zapatos voladores» de Margarita Belgrano,
ilustraciones de Sara Conti
En 1977, el Centro Editor de América Latina (CEAL) lanzó una colección de cuentos infantiles escritos por autores y autoras argentinas e ilustrados también por artistas nacionales: eran historias breves, sencillas, atractivas que mostraban los innovadores recorridos iniciados por escritores nacionales de ese momento. Entre los cuentos publicados en la colección “Los cuentos de Chiribitil” estaba “Los zapatos voladores”, con ilustraciones de Sara Conti (Chacha), que fue prohibido por la dictadura cívico militar por considerarlo “subversivo”.
Sara Conti, hermana de Oski, comenzó a dibujar en colaboración con él intencionadas caricaturas políticas, que firmaba Van Pog, para el semanario“Cascabel”. Después se volcaría a la ilustración infantil, realizando personalísimas tapas e ilustraciones que firmaba Chacha, para la revista “Mundo Infantil”.
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«Los zapatos voladores»
En esta época en que todo el mundo habla de platos voladores a alguien se le ocurrió hablar de zapatos voladores.
Fue en un pueblo tranquilo en el que nunca había un bochinche ni un berrinche. Hasta el día en que, en medio de una calle, se escucharon los chillidos de un chico pelirrojo:
—¡Un zapato pasó volando arriba de mi cabeza! ¡Otro cruzó muy cerca de mi nariz! –gritaba. Y pegaba saltos señalando el aire.
Pero nadie vio nada en el aire. Salvo alguna que otra mosca y un gorrión chiquito que aprendía a volar, nada raro pasaba por sobre las cabezas.
—Habrá sido una mariposa gorda o un pajarito de cuero –le decían al chico en tono de burla.
Al otro día se repitió una escena parecida. Doña Rosa, la panadera, había salido a comprar dulce para rellenar alfajores y cuando llegó a la esquina vio que un zapato volaba a toda velocidad por arriba de los techos. Mientras muy sofocada aseguraba que el chico pelirrojo tenía razón salió corriendo García, el farmacéutico, para avisarles a los vecinos que había encontrado un zapato marrón enganchado en la antena del televisor, sobre la azotea de su casa.
La gente salió a cuchichear a las veredas: “¿Serán espías interplanetarios disfrazados de zapatos? ¿Serán platos voladores que no tienen forma de platos?”.
Todo el pueblo hizo cola frente a la casa del farmacéutico. Entraban de a diez para que las escaleras no se desplomaran y subían hasta la azotea para observar el extraño fenómeno atrapado por la antena de la televisión.
Bueno, de extraño no tenía mucho porque era ni más ni menos que un zapato marrón, bastante gastado, con suela, taco y cordones, como casi todos los zapatos.
Lo miraban con curiosidad y desconfianza. Nadie se atrevía a tocarlo por temor a morir pulverizado.
El zapato, quietito en su lugar, no daba muestras de inteligencia ni, menos que menos, de saber volar.
Al día siguiente nadie fue a trabajar. Los chicos faltaron a la escuela, las fábricas durmieron en silencio, los cines no pasaron películas, las veredas no fueron barridas, los almacenes no vendieron nada.
¿Por qué? Porque todos estaban haciendo cola para ver el zapato. Era tan larga que ocupaba cuadras y cuadras y se enroscaba por las manzanas del barrio como un hilo alrededor de un carretel.
Tal escándalo se armó que el gobernador, para restablecer el orden, hizo sobrevolar la interminable cola por un avión con micrófono y convocó a una reunión en la plaza principal.
La gente fue hacia allá.
—¡Yo lo vi! ¡Yo lo vi! –vociferaba doña Rosa apretujada por la multitud.
—¡Yo lo vi primero! –gritó el chico pelirrojo.
—¡Está en la azotea de mi casa! –dijo el farmacéutico, medio ronco por haberlo contado tantas veces.
El gobernador salió al balcón y rugió:
—¡Silencio! ¡Nuestro pueblo debe volver a la normalidad! ¡Déjense de historias y terminemos con esta farsa! Yo no le creo a nadie. Los pájaros vuelan. Los zapatos no son pájaros. Por lo tanto, los zapatos no vuelan. Buenas tardes.
Una nena dijo en voz muy alta:
—¡¡Mentiras!! Los aviones tampoco son pájaros y sin embargo vuelan.
En ese momento se escuchó la sirena de los bomberos. El camión colorado se abrió paso entre la muchedumbre hasta llegar al balcón del gobernador. Un bombero bajó, hizo una reverencia, colocó una larga escalera para subir hasta el balcón y, entregándole un paquete al gobernador, le dijo:
—Señor gobernador, en nombre de los bomberos voluntarios que arriesgaron sus vidas en esta peligrosa hazaña le hago entrega del zapato volador, que hemos cazado en casa del farmacéutico García para que usted lo vea con sus propios ojos.
El gobernador tomó el paquete entre sus manos, lo abrió sin ningún temor y, muy fastidiado, dijo:
—Esto no es un zapato volador. Esto es, simplemente, un zapato.
—¡QUE VUE-LE! ¡QUE VUE-LE! –pedía la multitud.
—¡SI, SEÑOR GOBERNADOR, EL ZAPATO ES VOLADOR! –continuaban coreando.
Pero el zapato, quietito en manos del gobernador, ni se movió.
Mientras la gente insistía y pateaba impaciente las piedritas de la plaza apareció el cartero Cartín, quien todas las mañanas repartía la correspondencia casa por casa.
Como era bajito se trepó a babucha de un farol y dijo lo más alto que pudo:
—¡Un momento, señor gobernador! ¡No se retire! Tengo que decir unas palabras.
El gobernador lo miró y observó que estaba descalzo. Entonces chilló:
—¿Cómo se atreve a presentarse descalzo ante este balcón que es orgullo de nuestro pueblo?
—Porque tiré mis zapatos por la ventana y ahora no tengo más qué ponerme –respondió Cartín.
Alrededor pudo escucharse un agitado murmullo.
El cartero prosiguió:
—Vengo a disculparme por haber causado este revuelo sin querer. Yo soy el causante del desorden.
—Explíquese y pronto, que estoy muy ocupado y es la hora de tomar el té –dijo el gobernador.
—Resulta que cuando me enfurezco tengo mucha fuerza –explicó Cartín–. Un día me enfurecí, arrojé los zapatos por la ventana y volaron como cohetes. Al otro día volví a enfurecerme y tiré el otro par. Ahora ando descalzo porque se me acabaron los zapatos.
La gente pataleó con ansiedad.
—No termino de entender –dijo el gobernador–, y el té se enfría.
Cartín, entonces, algo nervioso, explicó las razones que tenía para enfure-cerse.
—Me dolían los pies, señor gobernador, y eso es una injusticia. Y a mí la injusticia me enfurece.
—¿Ajá? –contestó el gobernador a punto de perder la paciencia–. ¿Así que el dolor de pies es una injusticia? ¿Para escuchar semejante tontería estoy per¬diendo mi valioso tiempo?
—La injusticia es tener que caminar...
—¿No me diga? ¿Qué quiere usted? ¿Volar como los pájaros? ¿Arrastrarse como las lombrices? –se sulfuró el gobernador.
—Digo que la injusticia es tener que caminar tanto, tanto, para repartir las cartas casa por casa, sin un triste triciclo o bicicleta o borrico que me lleve de una calle a otra.
—¿Y por qué no se compra un triciclo, una bicicleta o un borrico?
—Porque mi sueldo de cartero no me alcanza, señor gobernador. Y hay quienes se pasan el día sentados trabajando en oficinas, y sin embargo tienen auto o bicicleta, aunque no lo precisen tanto como yo y...
Las voces de la gente que llenaba la plaza no lo dejaron continuar:
—¡Bl-Cl-CLE-TA! ¡Bl-CI-CLE-TA!
—Trataremos... –dijo el gobernador.
—¡BI-CI-CLE-TA! ¡BI-CI-CLE-TA!
—Trataremosss... –repitió más fuerte.
—¡Bl-Cl-CLE-TA! ¡BI-CI-CLE-TA! –seguía coreando la multitud.
—TRATAREEEMOOOSSSS DE... –insistió el gobernador– DE SOLUCIONAR SU PROBLEMA LO MAS PRONTO POSIBLE, LUEGO DE CONSULTAR CON MIS COLABORADORES Y CONVOCAR A UN EQUIPO DE INVESTIGADORES QUE SE OCUPAN DE...
Pero nadie escuchaba ya al gobernador. Porque todos estaban arrojando monedas en un gran macetón vacío que adornaba el centro de la plaza. Y como la gente era tanta las monedas fueron muchas.
Las suficientes como para que Cartín el cartero pudiera comprarse una bicicleta y un lindo par de zapatos nuevos
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Cuentos infantiles prohibidos algunos cuentos infantiles aquí incluidos, en formato pdf:
Los zapatos voladores; de Margarita Belgrano
El pueblo que no quería ser gris; de Beatriz Doumerc
La ultrabomba; de Mario Lodi
Monigote en la arena; de Laura Devetach
Jacinto; de Graciela Cabal
La caída de Porquesí, el malvado emperador; de Silvia Schujer
El deshollinador que no tenía trabajo; de Laura Devetach
Nota. Las imágenes que acompañan esta entrada son fotografías tomadas el 1° de agosto de 2023, en ocasión del Día del detenido-desaparecido de la Enseñanza; Plaza Terminal Goes, Montevideo. El cuento del zapato perdido fue presentado por el grupo Fogones de la Memoria, haciendo referencia al secuestro y desaparición de la maestra Elena Quinteros, y a la larga lucha de Tota, madre de Elena, junto al pueblo uruguayo, ante la impunidad que siempre ha tenido ese delito. Al mismo grupo de Fogones también pertenece este gato:
y se viene el gato, a volar los zapatos
Gato del zapato Hace un tiempo vino un gaucho
a enseñarle a los niñitos
como se bailaba el gato
en la ronda del fogoncito
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si necesitás calzarte
venite a bailar un rato
que se armó en el fogón
la ronda de los zapatos
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se baila con tanto afán
que la tierra está temblando
los pies prendidos fuego
y los zapatos volando
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y como dijo la Tota
que no vuelvan más las botas
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Un álbum de fotografías con las imágenes de tal actividad,
puede verse, en página aparte, en:
Donde hubo fuegos cenizas quedan
Tejiendo memorias. Reconstruyendo identidades
«La torre de cubos» de Laura Devetach
Todos los cuentos de este libro infantil fueron prohibidos por la dictadura cívico-militar en Argentina. La torre de cubos fue publicado en 1966 y se prohibió primero en la provincia de Santa Fe, después siguió la provincia de Buenos Aires, Mendoza y la zona del Sur, hasta que se hizo decreto nacional en el año 1979.
«Maravillosamente el libro siguió circulando pero sin mi nombre: era incluido en antologías, los maestros hacían copias a mimeógrafo y se los daban para leer a los alumnos. Muchos lectores se me acercaron después y me dijeron que habían leído mis cuentos en papeles sueltos, sin saber de quién eran. Recuerdo varias Ferias del Libro en las que las maestras me acercaban esas hojas mimeografiadas para que se las firmara»;
testimonio de Laura Devetach, tomado de la revista La Educación en nuestras manos, N° 75 (Buenos Aires, SUTEBA, marzo de 2006).
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A todas las maestras y todos los maestros
que hicieron rodar estos cuentos
cuando no se podía, ¡muchas gracias!
Laura Devetach
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La planta de Bartolo Es un cuento del libro La torre de cubos
El buen Bartolo sembró un día un cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol, y cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.
Pronto la plantita comenzó a dar cuadernos. Eran cuadernos hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con muchas hojas muy blancas que invitaban a hacer sumas y restas y dibujitos.
Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:
— Ahora, ¡todos los chicos tendrán cuadernos!
¡Pobrecitos los chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribían mucho y los iban terminando, se enojaban y les decían:
— ¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!
Y los pobres chicos no sabían qué hacer.
Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:
— ¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos!
Una bandada de parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita del buen Bartolo y todos los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del brazo.
Y así pasó que cada vez que acababan uno, Bartolo les daba otro y ellos escribían y aprendían con muchísimo gusto.
Pero, una piedra muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo y los chicos. El Vendedor de Cuadernos se enojó como no sé qué.
Un día, fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa de Bartolo. Golpeó la puerta con sus manos llenas de anillos de oro: ¡Toco toc! ¡Toco toc!
— Bartolo –le dijo con falsa sonrisa atabacada–, vengo a comprarte tu planta de hacer cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de colores.
— No –dijo Bartolo mientras comía un rico pedacito de pan.
— ¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.
— No.
— Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.
— No.
— Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.
— No.
— ¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?
— Nada. No la vendo.
— ¿Por qué sos así conmigo?
— Porque los cuadernos no son para vender sino para que los chicos trabajen tranquilos.
— Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.
— No.
— Pues entonces –rugió con su gran boca negra de horno–, ¡te
quitaré la planta de cuadernos! –y se fue echando humo como la locomotora.
Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.
— ¡Sáquenle la planta de cuadernos! –ordenó.
Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos
los chicos silbando y gritando, y también llegaron los pajaritos y los conejitos.
Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche”, mientras los pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones.
Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al Vendedor con sus calzoncillos colorados, gritando como un loco, que tuvieron que sentarse a descansar.
— ¡Buen negocio en otra parte! –gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el Vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.
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La torre de cubos,
de Laura Devetach algunos cuentos infantiles aquí incluidos, en formato pdf:
Los responsables de los enterramientos de Toledo
tienen desmemoria,
nuestro pueblo no
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Monumento "Nunca Más",
obra del artista Rubens Fernández Tudurí. Homenaje a la resistencia del pueblo uruguayo al golpe de Estado
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A Ella,
de Toledo,
que ha vuelto entre nosotros
gracias a la memoria de muchos;
a Ella,
que reclama verdad y justicia
junto a tantas y tantos;
a Ella,
que una excavadora
ayudó de nuevo
a seguir soñando
a seguir luchando
por un mundo
más humano
y más digno,
para todos.
A Ella,
¡hasta que la dignidad
se haga costumbre!
junio 2023
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Uruguay. Paraíso para los impunes
En el Uruguay, apenas una mínima parte
de los represores identificados están procesados.
La ausencia de la Justicia hace del país un paraíso para los impunes.
Si estoy en tu memoria,
soy parte de esta historia Memoria viva,
de una a otra generación
Notas al documento 1) Tanto para los cargos de los represores, como para los lugares en que actúan, se ha tratado de indicar el año de referencia para los mismos. En este sentido, un formidable trabajo es el hecho por la publicación de Madres y Familiares “A todos ellos”, donde se señala sintéticamente con precisión el historial de cada uno indicando las fechas con los cargos y lugares en que actuó.
2) Esta presentación hemos preferido hacerla con el esquema de listados alfabéticos de las personas, que tomen en cuenta la situación ante la justicia de los denunciados: procesados e imputados, que son los menos, más allá del enorme trabajo hecho por la fiscalía especializada en estos últimos años, y los tantos denunciados por las víctimas y condenados por el sentir de un pueblo que sufrió el terrorismo de Estado.
cuyo índice general es:
Lista de uruguayos Detenidos Desaparecidos
Ellos también viven en nuestra memoria
Almanaque de Memorias
Albumes fotográficos de la Memoria
Memorias en la pantalla
Libros y publicaciones
Organismos y Archivos
Informaciones en la red
Uruguay. Paraíso para los impunes
Prólogo y epílogo
Quisiera hablar con sus palabras,
pero ellos están en silencio,
¡qué paradoja!
Quisiera escribirles,
pero ellos no leen,
¡qué paradoja!
Quisiera callar, mientras escucho,
esperando mi turno,
pero ellos son los últimos,
¡qué paradoja!
Quisiera tener la voz castellana
de Rigoberta Menchú, quiché,
¡qué paradoja!
Soy blanco y quisiera tener,
¡dorón, dorén!
la voz negra de Nicolás Guillén,
¡qué paradoja!
Quisiera decirles...,
pero ellos están trabajando.
... ... ...
Y entonces me dije:
'No te angusties,
porque ellos te oyen'.
Y sin esperar mi turno,
escribí mis palabras,
para leerlas en voz alta,
para que alguno de ellos
me diga si son las suyas:
«Quisiera que mis palabras fueran
como las vuestras,
que transmitieran nostalgia
por el futuro,
que fuesen, junto conmigo,
sólo un abrazo,
fuerte y pasajero.
Pero, les confieso,
quisiera...
que el querer fuese».
La música, de resistencia, lucha y esperanza, acompaña una muestra de imágenes preparadas para el encuentro del 23 de setiembre de 2023. Un encuentro “de traje”, de traje mis ganas de compartir fraternidad y vida digna.
En el prólogo se dice:
Yo me quedaré sin voz,
para que tú cantes;
yo he de morir,
para que tú no mueras.
fragmento de un poema de Virginia Oliveri,
de noviembre de 1969.
Virginia fue asesinada en Piriápolis, el 23 de setiembre de 1972.
Música La Flota de y por José Carbajal “el Sabalero”.
“La flota” fue grabada en 1983, en un año que fue de gran crecimiento de la resistencia del pueblo uruguayo a la dictadura, un momento en que para los exiliados uruguayos, como el mismo Sabalero declaraba, ya parecía más cercana la vuelta al país, a la querida tierra. Primeramente “el Sabalero” la cantó con Pepe Guerra y luego con la murga Falta y Resto, y la canción se convirtió rápidamente en uno de los cantares de la resistencia y en expresión de ese anhelo de reencuentro del pueblo uruguayo.
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La Flota (letra)
Volver... volver a ver tu cielo azul.
Sentir... tu verde canto de mar ...amor.
Vivir ... con renovada alegría
la esperanza que un día fue
tu calor tierra mía y se ...
se perdió en el adiós.
Volver... desde los tercios del alma gris
a ti, ... madre tibia y brutal ... dolor.
Sentir ... como rebrota la infancia
de la oscura distancia que
nos quemaba la vida ayer
y hoy es puente de amor.
¡Saluden!
porque ...
La gente manda cariño,
manda nostalgia, manda tristezas.
La gente no cree en la muerte,
quiere la vida, busca belleza.
La barra soltando amarras
anda el camino de la querencia.
La tierra siempre se aferra
a los rincones del corazón.
La flota no quiere otra
que ver la tierra donde nacimos.
El tiempo vendrá cantando
lo que ganamos, lo que perdimos.
Volver es robarle al tiempo
la batallita de la experiencia.
La tierra nunca es ausencia
cuando se lleva en el corazón.
Volver... desde los tercios del alma gris,
a ti, ... madre tibia y brutal ... dolor.
Sentir ... como rebrota la infancia
de la oscura distancia que
nos quemaba la vida ayer
y hoy es puente de amor.
La gente manda cariño,
manda nostalgia, manda tristezas.
La flota no quiere otra
que ver la tierra donde nacimos.
La barra soltando amarras
anda el camino de la querencia.
La tierra siempre se aferra
a los rincones del corazón.
Volver es robarle al tiempo
la batallita de la experiencia.
La gente no cree en la muerte,
quiere la vida, busca belleza.
El viento vendrá cantando
lo que ganamos, lo que perdimos.
La tierra nunca es ausencia
cuando se lleva en el corazón.
Volver... volver a ver tu cielo azul.
Sentir ... tu verde canto de mar, ... amor.
Vivir ... con renovada alegría
la esperanza que un día fue
tu calor tierra mía y se...
se perdió en el adiós.