INTERSTICIOS Y CONCORDANCIAS,
DE LA PALABRA Y DE LA IMAGEN,
DEL SENTIR Y DEL CANTAR ***
LECTURAS PARALELAS, PARALELOS CANTARES
Siempre entendí cuál era mi suerte: desentrañar la relación entre la pintura y la gente y la sociedad.
Nuestro solo derecho es empezar otra vez, bajo la luz del sol sereno.
CARLOS ALONSO Y OTROS POETAS
La pintura de Carlos Alonso como paralelo lenguaje de otros poetas; mutuas ilustraciones, concordancias y desarrollo de las propias concepciones. Dice Alonso (dicen los poetas): “Siempre entendí cuál era mi suerte: desentrañar la relación entre la pintura y la gente y la sociedad” (entre la palabra y ...).
Del trabajo de Alonso como ilustrador se destacan las obras realizadas para la lectura de Gelman y de Neruda, donde quizás las concordancias de vida hacen más nítidas las mutuas ilustraciones de los respectivos lenguajes, concordancias todas desde el sur de Latinoamérica hacia el centro del hombre, cielo y tierra tales como vividos, tales como soñados.
*Obras citadas:
Juan Gelman, Bajo la lluvia ajena ilustrada por Carlos Alonso,
Libros del zorro rojo, 2009
Pablo Neruda, 20 poesías de amor y una canción desesperada ilustrada por Carlos Alonso, Torres Agüero editor, 1974
Juan Gelman, “Otras partes”,
poesía publicada en Hacia el sur , Marcha editores, 1982,
y En abierta oscuridad , Siglo XXI, 1993
*Notas (otras concordancias de América y del Plata).
El cuadro del Che, hecho por Alonso pocos días después de la muerte del Che (argentino cubano en Bolivia), estaba en la casa argentina donde en 1977 fue secuestrada Paloma, hija de Alonso; con ella, la ESMA también secuestró el cuadro; se logró recuperarlo y le fue entregado en el 2003 a Aleida Guevara, cubana, hija del Che. Homenaje abrazo al Che y a Paloma.
Macarena Gelman García, uruguaya, es la nieta que pudo recuperar el poeta después de más de veinte años de búsqueda (2000). Sus padres argentinos, María Claudia y Marcelo (hijo de Juan Gelman) fueron secuestrados en 1976 y trasladados a Orletti. A Marcelo lo matan en 1976 y a María Claudia la trasladan embarazada a Montevideo. Macarena no sabe si su madre llegó a cumplir 20 años, sabe que un pueblo y su abuelo la estaban buscando.
OTRAS PARTES
¿oíste/corazón?/nos vamos
con la derrota a otra parte
con este animal a otra parte
los muertos a otra parte
que no hagan ruido/callados como están/ni
se oiga el silencio de sus huesos
sus huesos son animalitos de ojos azules
se sientan mansos a la mesa
rozan dolores sin querer
no dicen una sola palabra de sus balazos
tienen una estrella de oro y una luna en la boca
aparecen en la boca de los que amaron
pasan noticias de sus sueños
arrastran sus lágrimas
con un pañuelito detrás
como barriendo el padecer
como no queriendo mojarlo
para que el padecer estalle
y arda y haga asiento donde sentarse
a pensar otra vez
nos vamos/corazón/a otra parte/
hace mal
que no podás sacar los pies de la tristeza
aunque es tristeza
que besa la mano
que empuñó el fusil y triunfó
y tiene corazón
y guarda en su corazón
a una mujer y un hombre
pasando como tigres por el cielo del sur
una mujer y un hombre
como tigres enjaulados
en la memoria del sur
besando hijitos que nunca más van a crecer
compañeros
que nunca más van a crecer
y ahora cosen
la tierra al aire/cosen
tu corazón/corazón/sus animales/
una mujer y un hombre
caminando por el cielo del Tigre
como tigre que canta
vámonos con esta perra a otra parte
no tenemos derecho a molestar
nuestro solo derecho es empezar otra vez
bajo la luz del sol sereno
los límites del cielo cambiaron
ahora están llenos de cuerpos que se abrazan
y dan abrigo y consolación y tristeza
con una estrella de oro y una luna en la boca
con un animal en la boca
mirando el centellear
de los compañeritos que sembraron corazón
y levantan su corazón ardiente
como un pueblo de besos
1) Concierto para guitarra y cuerdas (primer movimiento), de Leo Maslíah;
guitarrista Eduardo Fernández, con la Orquesta Filarmónica de Montevideo.
2) Otras partes, leída por Juan Gelman,
con ocasión del homenaje que el pueblo del Uruguay quiso ofrecerle en el teatro El Galpón de Montevideo, el 4 de abril del 2000.
PANTALLAZOS DEL PUENTE
HISTORIAS DE ORDINARIA UTOPÍA
OIGAMOS LA CAMPANA
José Saramago febrero de 2002
Comenzaré por contar en brevísimas palabras un hecho notable de la vida rural,
ocurrido en una aldea de los alrededores de Florencia hace más de 400 años.
Estaban los habitantes en sus casas o trabajando los cultivos,
entregado cada uno a sus quehaceres y cuidados,
cuando de súbito se oyó sonar la campana de la iglesia.
En aquellos píos tiempos (hablamos de algo sucedido en el siglo XVI)
las campanas tocaban varias veces a lo largo del día,
y por ese lado no debería haber motivo de extrañeza,
pero aquella campana tocaba melancólicamente a muerto,
y eso sí era sorprendente,
puesto que no constaba que alguien de la aldea
se encontrase a punto de fenecer.
Salieron por lo tanto las mujeres a la calle,
se juntaron los niños,
dejaron los hombres sus trabajos y menesteres,
y en poco tiempo estaban todos congregados en el atrio de la iglesia,
a la espera de que les dijesen por quién deberían llorar.
La campana siguió sonando unos minutos más,
y finalmente calló.
Instantes después se abría la puerta
y un campesino aparecía en el umbral.
Pero, no siendo éste el hombre encargado de tocar habitualmente la campana,
se comprende que los vecinos le preguntasen dónde se encontraba el campanero
y quién era el muerto.
“El campanero no está aquí, soy yo quien ha hecho sonar la campana”,
fue la respuesta del campesino.
“Pero, entonces, ¿no ha muerto nadie?”,
replicaron los vecinos, y el campesino respondió:
“Nadie que tuviese nombre y figura de persona;
he tocado a muerto por la justicia,
porque la justicia está muerta”.
¿Qué había sucedido?
Sucedió que el rico señor del lugar (algún conde o marqués sin escrúpulos)
andaba desde hacía tiempo cambiando de sitio los mojones de las lindes de sus tierras,
metiéndolos en la pequeña parcela del campesino, que con cada avance se reducía más.
El perjudicado empezó por protestar y reclamar, después imploró compasión,
y finalmente resolvió quejarse a las autoridades y acogerse a la protección de la justicia.
Todo sin resultado; la expoliación continuó.
Entonces, desesperado, decidió anunciar urbi et orbi (una aldea tiene el tamaño exacto del mundo para quien siempre ha vivido en ella)
la muerte de la justicia.
Tal vez pensase que su gesto de exaltada indignación lograría conmover
y hacer sonar todas las campanas del universo,
sin diferencia de razas, credos y costumbres, que todas ellas, sin excepción,
lo acompañarían en el toque a difuntos por la muerte de la justicia,
y no callarían hasta que fuese resucitada.
Un clamor tal que volara de casa en casa, de ciudad en ciudad,
saltando por encima de las fronteras,
lanzando puentes sonoros sobre ríos y mares,
por fuerza tendría que despertar al mundo adormecido...
No sé lo que sucedió después,
no sé si el brazo popular acudió a ayudar al campesino
a volver a poner los lindes en su sitio,
o si los vecinos, una vez declarada difunta la justicia,
volvieron resignados, cabizbajos y con el alma rendida,
a la triste vida de todos los días.
Es bien cierto que la historia nunca nos lo cuenta todo...
Supongo que ésta ha sido la única vez, en cualquier parte del mundo,
en que una campana, una inerte campana de bronce,
después de tanto tocar por la muerte de seres humanos,
lloró la muerte de la justicia.
Nunca más ha vuelto a oírse aquel fúnebre sonido de la aldea de Florencia,
pero la justicia siguió y sigue muriendo todos los días.
Ahora mismo, en este instante en que les hablo,
lejos o aquí al lado,
a la puerta de nuestra casa,
alguien la está matando.
Cada vez que muere,
es como si al final nunca hubiese existido para aquellos que habían confiado en ella,
para aquellos que esperaban de ella lo que todos tenemos derecho a esperar de la justicia:
justicia, simplemente justicia.
No la que se envuelve en túnicas de teatro y nos confunde con flores de vana retórica judicial,
no la que permitió que le vendasen los ojos y maleasen las pesas de la balanza,
no la de la espada que siempre corta más hacia un lado que hacia otro,
sino una justicia pedestre, una justicia compañera cotidiana de los hombres,
una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de lo ético,
una justicia que llegase a ser tan indispensable para la felicidad del espíritu
como indispensable para la vida es el alimento del cuerpo.
Una justicia ejercida por los tribunales, sin duda,
siempre que a ellos los determinase la ley,
mas también, y sobre todo,
una justicia que fuese emanación espontánea de la propia sociedad en acción,
una justicia en la que se manifestase, como ineludible imperativo moral,
el respeto por el derecho a ser que asiste a cada ser humano.
Pero las campanas, felizmente,
no doblaban sólo para llorar a los que morían.
Doblaban también para señalar las horas del día y de la noche,
para llamar a la fiesta o a la devoción a los creyentes,
y hubo un tiempo, en este caso no tan distante,
en el que su toque a rebato era el que convocaba al pueblo
para acudir a las catástrofes,
a las inundaciones y a los incendios,
a los desastres, a cualquier peligro que amenazase a la comunidad.
Hoy el papel social de las campanas se ve limitado al cumplimiento de las obligaciones rituales
y el gesto iluminado del campesino de Florencia se vería como la obra desatinada de un loco
o, peor aún, como simple caso policial.
Otras y distintas son las campanas que hoy defienden y afirman, por fin,
la posibilidad de implantar en el mundo aquella justicia compañera de los hombres,
aquella justicia que es condición para la felicidad del espíritu
y hasta, por sorprendente que pueda parecernos,
condición para el propio alimento del cuerpo.
He dicho que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal como está redactada,
y sin necesidad de alterar siquiera una coma, podría sustituir con creces,
en lo que respecta a la rectitud de principios y a la claridad de objetivos,
a los programas de todos los partidos políticos del mundo,
expresamente a los de la denominada izquierda, anquilosados en fórmulas caducas.
Añadiré que las mismas razones que me llevan a referirme en estos términos
a los partidos políticos en general,
las aplico igualmente a los sindicatos locales y, en consecuencia,
al movimiento sindical internacional en su conjunto.
De un modo consciente o inconsciente,
el dócil y burocratizado sindicalismo que hoy nos queda es, en gran parte,
responsable del adormecimiento social
resultante del proceso de globalización económica en marcha.
No me alegra decirlo, mas no podría callarlo. Y, también,
si me autorizan a añadir algo de mi cosecha particular a las fábulas de La Fontaine,
diré entonces que, si no intervenimos a tiempo –es decir, ya–
el ratón de los derechos humanos
acabará por ser devorado implacablemente
por el gato de la globalización económica.
¿Y la democracia, ese milenario invento de unos atenienses ingenuos
para quienes significaba,
en las circunstancias sociales y políticas concretas del momento,
y según la expresión consagrada,
un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo?
Es verdad que podemos votar,
es verdad que podemos,
por delegación de la partícula de soberanía que se nos reconoce como ciudadanos
con voto y normalmente a través de un partido,
escoger nuestros representantes en el Parlamento;
es cierto, en fin, que de la relevancia numérica de tales representaciones
y de las combinaciones políticas que la necesidad de una mayoría impone,
siempre resultará un gobierno.
Todo esto es cierto,
pero es igualmente cierto
que la posibilidad de acción democrática comienza y acaba ahí.
¿Qué hacer?
De la literatura a la ecología,
de la guerra de las galaxias al efecto invernadero,
del tratamiento de los residuos a las congestiones de tráfico,
todo se discute en este mundo nuestro.
Pero el sistema democrático no se discute.
Mas si no estoy equivocado, si no soy incapaz de sumar dos y dos,
entonces, entre tantas otras discusiones necesarias o indispensables, urge,
antes de que se nos haga demasiado tarde,
promover un debate mundial sobre la democracia y las causas de su decadencia,
sobre la intervención de los ciudadanos en la vida política y social,
sobre las relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial,
sobre aquello que afirma y aquello que niega la democracia,
sobre el derecho a la felicidad y a una existencia digna,
sobre las miserias y esperanzas de la humanidad
o, hablando con menos retórica, de los simples seres humanos que la componen,
uno a uno y todos juntos.
No hay peor engaño que el de quien se engaña a sí mismo.
Y así estamos viviendo.
No tengo más que decir.
O sí, apenas una palabra para pedir un instante de silencio.
El campesino de Florencia acaba de subir una vez más a la torre de la iglesia,
la campana va a sonar.
Oigámosla, por favor.
«-»
Mensaje de José Saramago,
escritor portugués y Premio Nobel de Literatura,
en la clausura del Foro Social Mundial de Porto Alegre.
Se transcriben sus fragmentos más importantes.
CEGUERA: UNA EPIDEMIA COLECTIVA QUE CONDUCE A LA MÁS DESCARADA VULGARIDAD
por Norberto Lenzi (Italia),
8 de julio de 2010
Hace unas semanas ha muerto José Saramago,
uno de los más grandes escritores de todos los tiempos.
Después de sufrir el predecible ostracismo por parte de los editores de Berlusconi,
su memoria ha sido brutalmente aplastada por el Osservatore Romano,
con acentos de una amargura tan rencorosa
que parece inusual incluso para un periódico
que nunca ha escatimado reproches hacia quienes manifiestan su laicismo.
Uno de sus libros más bellos y más originales se llama Ensayo sobre la ceguera.
En una ciudad cualquiera de cualquier país,
un conductor se detiene en un semáforo esperando el verde
y en ese momento se da cuenta que ha perdido la vista.
Al principio piensa que se trate de un fenómeno pasajero,
y luego pasa a través de un crisol de emociones
que van desde la incredulidad, a la esperanza, a la desesperación.
Es el comienzo de una epidemia que afecta cada vez más a toda la ciudad y al país entero,
creando una situación de emergencia
que lleva a que los ciegos sean recluidos en un antiguo manicomio
y que vivan allí en un embrutecimiento total,
vigilados por soldados armados que no dudan en disparar a los que tratan de escapar.
En la mayoría, estas condiciones desatan los peores instintos,
el individualismo más exasperado, la opresión de los más débiles.
Esta es la alegoría despiadada de lo que puede suceder
cuando la vida social recibe una perturbación
que aleja a la comunidad de las normas de convivencia
y empuja a la realización exclusiva de salvajes
y egocéntricos intereses individuales,
conducida hasta el extremo de la supresión física
de quienes puedan oponerse a tales intereses.
Y es entonces cuando,
tan inexplicablemente como había aparecido,
la epidemia desaparece;
todos recuperan su vista
y toman conciencia de la enorme desolación
y de los escombros creados por la epidemia.
... ... ...
En el libro de Saramago
sólo una mujer logró milagrosamente preservar la vista
y no lo mostraba a los demás por vergüenza y por temor,
pero continuaba intentando ser una guía para los demás
acompañándoles en el cotidiano e imperioso vivir sus necesidades.
También entre nosotros, afortunadamente existen muchas mujeres y hombres
que han logrado mantener este sentido indispensable.
Algunos de hecho,
como sucede en ciertas situaciones que en el mundo animal
estimulan el instinto de supervivencia de las especies,
son capaces incluso de acrecentar su vista.
Y es en ellos que nos apoyamos
y que deberemos apoyarnos en el futuro,
para que todos estos ciegos,
como en la parábola de Bruegel,
no caigan en el abismo.
Dicen que nosotros, los jubilados,
tenemos una molesta tendencia a la apología.
Espero que en lugar de ello
se trate de una feliz predisposición para la profecía.
... ... ...
Fuente, original en italiano: Domani - Arcoiris.tv, 08/07/2010
EL AYER ES HOY
Conmemorar es mirar hacia atrás
y exigir debida justicia.
Conmemorar es recordar el proyecto de barbarie
y decir,
hoy,
¡Nunca más!
Conmemorar es proponer hoy,
para hoy y para mañana,
un proyecto de vida
para niños, mujeres y hombres:
que puedan vivir como tales.
Por eso conmemoramos.
«-»
VIENTOS HONDOS DE AMERICA Vientos de la memoria.
De ayer y de hoy.
Voces viejas, voces niñas,
voces que cantan,
con nosotros,
hoy,
cantan.
A TODOS ELLOS Conmemorar es mirar hacia atrás
y exigir hoy debida justicia.
El libro “A todos ellos” está dedicado
"A nuestros niños que sufrieron la desaparición por meses o años:
Amaral, Anatole, Andrea, Carla, Carlos, Gabriela, Mariana,
Marcela, María Mercedes, María Victoria, Máximo, Paula,
Simón, Victoria, Victoria Eva y la hija de María Claudia.
A quienes posiblemente nacieron en cautiverio
y aún no han sido ubicados y recuperados:
hija/o de Blanca Atman y Raúl Dopaso,
hija/o de Adriana Gatti y Ricardo Carpintero,
hija/o de María Emilia Islas y Jorge Zaffaroni,
hija/o de María Rosa Silveira y Omar Urtasun
y aquellos hijos de desaparecidos argentinos
que seguiremos buscando en Uruguay.
A los jóvenes menores de edad que están desaparecidos:
Carlos Baldomir Severo Barreto, Beatriz Lourdes Hernández Hobbas
y su hermano Washington Fernando Hernández Hobbas.
Y aquellos que fueron desaparecidos por soñar".
«-»
Exposición fotográfica
de Gustavo Germano - Argentina
Leticia Margarita Oliva Orlando René Méndez Playa La Tortuga Alegre
Río Uruguay, Concordia,
Entre Ríos - Argentina - 1975
[...]
*
*
Playa La Tortuga Alegre
Río Uruguay, Concordia,
Entre Ríos - Argentina - 2006
«-»
LISTAS DE NOMBRES / SOLO LISTAS, SIN SUEÑOS Conmemorar es mirar hacia atrás y exigir debida justicia.
Listado de detenidos-desaparecidos
Empieza, justamente, con los casi borrados,
con los desaparecidos de los que sólo
nos queda un sobrenombre o parte de su nombre.
Lista de quienes cuyo nombre completo se desconoce:
«1» ABUELA (LA) ALIAS (LA ABUELA)
Desaparecida el: 8/8/77, No. CONADEP: 11080
Secuestrada sin indicación de lugar
Vista en C.C.D. LA CACHA el: 8/8/77
VISTA 18/03/77 00/04/77 00/05/77 00/06/77 00/07/77 HASTA 08/08/77
En testimonio No: 01144
...
«117» FLACO ALIAS (FLACO)
Desaparecido el: 1/7/77, No. CONADEP: 9834
Secuestrado sin indicación de lugar
Visto en C.C.D. E.S.M.A. el: 1/7/77
AMIGO PERSONAL DE FANTI. DETENIDO CON SU NOVIA (URUGUAYA).
SECUESTRADO POR GT3.VISTO 00/08/77 HASTA 00/09/77.
En testimonio No: 04477
...
«406» ZURDO (EL) ALIAS
Desaparecido el: 18/3/77, No. CONADEP: 9736
Secuestrado sin indicación de lugar
No hay testimonio de su paso por un C.C.D.
...
«491» ESPOSO DE "LA RENGA"
Desaparecido el: 1/5/77, No. CONADEP: 9859
Secuestrado sin indicación de lugar
Visto en C.C.D. QUINTA DE SERE (CASTELAR) el: 1/5/77
ESPOSO DE LA RENGA.
En testimonio No: 04482
...
La lista prosigue con los detenidos-desaparecidos en Argentina
y que tienen un nombre:
«493» MARIA ELENA AARGOVAS
22 años.
Desaparecida el: 26/11/76, No. CONADEP: 2441
Fue secuestrada en LA PLATA BS AS C. Post: 1900
No hay testimonio de su paso por un C.C.D.
...
«1102» MARIA ASUNCION ARTIGAS NILO de MOYANO 24 años. Casada. Uruguaya. Ama de casa. |CU No:1281383|
Desaparecida el: 30/12/77, No.CONADEP:343, Decl.No: 7105
Fue secuestrada de su domicilio en BERAZATEGUI BS AS C. Post: 1884
María Asunción Artigas Nilo y Alfredo Moyano Santander
María Asunción tenía 26 años, Alfredo 21.
María había nacido el 26 de marzo de 1951 en Montevideo, Uruguay.
Alfredo era de nacionalidad argentina. Estaban casados y María Asunción estaba embarazada.
Alfredo era obrero de construcción y María Asunción era estudiante de medicina.
Los dos tenían actividades gremiales y políticas.
La pareja vivía en la calle 595 de Berazategui, en la provincia de Buenos Aires.
La pareja fue vista en el pozo de Quilmes y en el pozo de Banfield.
María Victoria Moyano Antigas, hija de María Asunción y de Alfredo,
nació en el pozo de Banfield el 25 de agosto de 1978.
El médico Jorge Vidal falsificó su certificado de nacimiento
y la beba fue dada al policía Víctor Penna y a su mujer María Elena Mauriño.
En 1987 fue recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo.
Desde entonces vivió en Uruguay con sus abuelos maternos.
...
«9921» JORGE RAUL ZWAIG
Desaparecido sin indicación de fecha, No. CONADEP: 8492
Secuestrado sin indicación de lugar
No hay testimonio de su paso por un C.C.D.
«-»
EL AYER ES FUTURO Conmemorar es recordar el proyecto de barbarie y decir,
hoy,
¡Nunca más!
MURIO EL EX CORONEL CARAPINTADA MOHAMED ALI SEINELDIN
Un paro cardíaco terminó con la vida de Seineldín,
el ex coronel que entrenó a torturadores,
peleó en Malvinas y atentó contra la democracia.
A los 75 años murió ayer el ex coronel Mohamed Alí Seineldín,
el inspirador de los carapintadas que se levantaron en armas
para evitar el juzgamiento de los represores.
Formado como comando, fanático nacionalista
y adorador de la Virgen de Luján,
fue acusado de enseñar a torturar en Centroamérica,
fue reivindicado como héroe de Malvinas,
fue condenado a cadena perpetua
por la rebelión de Semana Santa del ’90,
fue indultado por el ex presidente Eduardo Duhalde
y terminó enseñando tiro y desalojando campesinos
contratado por terratenientes en Santiago del Estero.
- “El país tiene dos instituciones básicas: la Iglesia y las Fuerzas Armadas.
Hoy las dos son atacadas, el enemigo es coherente en esto,
el día en que ambas estén debilitadas,
prácticamente nuestra Patria no existirá más.
No se olviden de que aquí llegó el Adelantado español con la espada y la cruz.
¿Y a qué vino? ¿A matar y a destruir?
¡¡No!! Llegó para convertir a los aborígenes para hacerles conocer la verdad.
Por lo tanto, la Iglesia y las Fuerzas Armadas conforman un sólo núcleo,
debiendo ser estas últimas las continuadoras de las enseñanzas de Cristo”.
- “La Guerra Revolucionaria busca alterar o cambiar los valores impuestos por Dios
y su accionar es tan viejo como el mundo mismo. Es la lucha del Bien contra el Mal,
de los Hijos de la Cruz contra los Hijos de las Tinieblas,
de Cristo contra el Anticristo”.
La lucha antisubversiva fue una “guerra larga de miles
y miles de pequeños combates, en la que vale todo”.
«-»
EL AYER ES FUTURO
DICCIONARIO CRITICO DE LA UTOPIA Y LA BARBARIE
TREINTA MIL VOCES Conmemorar es recordar
el proyecto de barbarie
y decir,
hoy,
¡Nunca más!
No creo que sea justo hablar de la utopía y la barbarie con números,
porque en estos casos uno es igual a diez que es igual a diez mil,
pero los números nos ayudan a pensar,
y si los nombres de los treinta mil desaparecidos
fueran las entradas de un vocabulario,
tendríamos en nuestras manos un precioso
“Diccionario crítico de la Utopía y de la Barbarie”.
El Diccionario de la Real Academia, edición 22 del 2001,
consta de 88.431 entradas y es el fruto de siglos de hispanohablantes;
este precioso nuevo incunable, que recorta unos pocos años de Utopía y Barbarie,
en América Latina, con el hablar de los territorios rioplatenses,
es un incunable que han cincelado miles de manos,
recordando nombres y sobrenombres,
bordando rostros a veces claros, a veces desdibujados,
armando el rompecabezas de historias y lugares,
pintando las siluetas de la Flaca
-vista en Tucumán, que tenía un hermano gemelo-
y del Flaco
-que tenía una novia uruguaya,
visto en C.C.D. E.S.M.A. el 1/7/77-
y la embarazada,
-Liliana, vista en C.C.D. Comando Merlo el 0/0/76-;
acariciando hermanos que se sabe torturados y muertos;
y se cincela y se borda y miles de manos agregan detalles,
agregan preguntas y respuestas,
y tantas veces sólo preguntas.
«-»
A redoblar A redoblar,...
A redoblar muchachos esta noche.
A redoblar muchachos la esperanza.
Que su latido insista
en nuestra sangre
para que ésta nunca olvide su rumbo.
Porque el corazón no quiere
entonar más retiradas.
Porque el corazón no quiere
entonar más retiradas.
De cómo, desde chiquitos, una concepción del urbanismo
nos puede enseñar a convivir en la res-pública.
La Rambla, una ventana al mar
*
La Rambla
(no existe Montevideo ni montevideano
sin la Rambla,
su Rambla, la Rambla de todos)
y el Río de la Plata (ancho como mar),
y el sol y el aire fresco,
y el sentarse a mirar y a conversar
(al otro y con el otro, el mar y con el mar),
y las palmeras altas y los banquitos,
y una línea de plazas y de arenas
que se pierden en el horizonte,
pescadores y ciclistas,
chiquilines y veteranos,
la Escollera Sarandí,
Barrio Sur y Palermo,
Ramírez y el Parque Rodó,
Punta Carretas con su faro
y Villa Biarritz con su feria,
Pocitos (con el ómnibus 121 que te lleva justito hasta la playa),
el besódromo y después el puertito del Buceo,
y el Museo Zoológico
y otra curva y otra playa,
Punta Gorda (creo que no exista la Punta Flaca, al menos no la conozco),
y se puede cortar por adentro, pero en bicicleta es difícil por el repecho,
y más allá Malvín,
y más palmeras y más médanos de arena,
y uno sigue mirando sin hartarse,
y allá en el fondo,
al final de Montevideo,
no de la Rambla,
aparece Carrasco y el viejo Hotel,
y uno se tienta con ganas de seguir viajando,
de seguir hacia el este,
quizás para ir hacia el sol,
quizás para acompañar al río,
ancho como mar,
quizás para dar toda la vuelta,
en sentido antihorario,
seguir hasta el Chuy
y costear luego el Brasil
hasta Bella Unión,
allá arriba, la de los Cañeros,
y volver luego
siguiendo el curso del Río de los Pájaros Pintados,
que deja el Uruguay a oriente
(y por eso orientales)
de las otras provincias de la antigua Liga del Río de la Plata.
*
Rambla ventana,
rambla pueblo,
rambla juglar de tantas historias,
rambla maestra de la convivencia humana.
RAÍCES Tristezas y dolores, alegrías intensas, vividas en otras tierras no bastaron para generar raíces -al menos tan profundas, retorcidas y apretadas a las piedras subterráneas- como éstas que me adhieren, vitales, a un trocito muy pequeño de este mapa americano. *
Historias de juglares y ordinaria utopía.
Raíces, una poesía de Gonzalo Pérez Iribarren (Uruguay).
RAÍCES Las raíces, ¿qué son? ¿serán sólo los recuerdos de paisajes, de olores y colores, de imágenes bucólicas
o de agitadas efervescencias juveniles? ¿Consistirán en la memoria vital de las uvas madurando en febrero,
del sabor de los higos llenos de miel o de las tardes de arroyos con bogas y bagres, tironeando de la línea
y arrastrando suavemente la chalana por el espejo del cielo y de los sauces?
¿Tanto poder poseerán
aquellas noches junto a un hogar de leña mientras el frío soplaba con fuerza y agua golpeando vidrios y tejados,
y un padre conversaba con nosotros entre el crepitar de las llamas y el del mate, o la figura de nuestra madre,
tejiendo silenciosa las bufandas y levantándose a mirar nuestras tareas escolares?
¿Habrán desarrollado
y endurecido sus tentáculos aferrados al suelo y al subsuelo, a piedras y terrones, las largas caminatas por la orilla
del río grande, las noches de los fuegos de artificio de las fiestas patronales, las charlas de café con compañeros,
las guitarreadas nocturnas del sábado y domingo, los plátanos callejeros, plenos de nudos y cáscaras,
blancos y negros entre la neblina con luces irisadas al acompañar al amigo, (por décima vez)
hasta su casa en la medianoche ciudadana?
¿Se habrán nutrido con las violetas
humildemente decididas a otorgar su perfume clandestino en los jardines de las tías y la abuela,
o con el amarillo de aquellas rosas enormes que sólo sabía colorear aquel viejo vecino?
Tronco en llanto *
Tristezas y dolores, alegrías intensas, vividas en otras tierras no bastaron para generar raíces -al menos tan profundas, retorcidas y apretadas a las piedras subterráneas- como éstas que me adhieren, vitales, a un trocito muy pequeño de este mapa americano. ¿No llovió a tiempo, faltaron los abonos, el trabajo de la pala o del arado?
A mis ignorancias sumo ésta: no saber qué son, cómo nacen y crecen, y se arraigan (justamente en mundos lejanos, fuera de su nutriente natural) estas mis raíces afirmadas en mi tierra. Sólo intuyo que mi ser es campesino; que dejaré mi cuerpo fertilizando la tierra que me vió nacer. Hasta que, recuperado mi cadáver para mí, se reconozca hasta en la piel, por el color de la arcilla de la arena que, tantos otros, tendrán junto conmigo.
Gonzalo Pérez Iribarren 17 de enero de 1983
Crepúsculo en Carmelo, sobre el río Uruguay
Enlace archivo formato pdf,
abrir en página nueva:
Raíces
Historias de la palabra y de otras historias
La etimología de mandinga
Mandinga. Se deriva de Manding, nombre geográfico, y también gentilicio, de un pueblo que habita en el África occidental; pero en español, principalmente en las zonas rurales de América, adonde el nombre llegó traído por esclavos africanos, es el nombre del diablo. En el portugués del Brasil, y también en varias regiones de Sudamérica por influencia brasileña, es el nombre de una hechicería que tiene por objeto ‘cerrar el cuerpo’ a los actos hostiles procedentes del exterior. En las zonas rurales americanas, esta palabra se vincula a todo lo que se refiere a brujerías o influencias sobrenaturales no explicadas por la religión.
Así, en el norte de Argentina, los fuegos fatuos o luces malas, que brillan en la oscuridad debido a la combustión del fósforo al entrar en contacto con el oxígeno, se llaman farol de Mandinga o farol del diablo.
En el poema Martín Fierro, del argentino José Hernández (1834-1886), el personaje epónimo atribuye al diablo los fenómenos cuya causa no comprende:
«Parece cosa ‘e Mandinga», dice Martín Fierro.
La palabra también llegó de África a Cuba, país que tuvo una intensa explotación de mano de obra esclava. Tal vez el poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989) haya sido el único autor latinoamericano que usó la palabra en su sentido original africano, como gentilicio:
“Yoruba soy, cantando voy, llorando estoy, y cuando no soy yoruba, soy congo, mandinga, carabalí.”
Dice Pedro Figari:
“Mi pintura no es ‘una manera de hacer pintura’ sino un modo de ver, de pensar, de sentir y sugerir.”
Es decir, la pintura como lenguaje, el pintor como juglar que trata de narrar desde adentro, que narra para intentar sanar, recomponiendo historias e identidades. Un lenguaje y una propuesta, una mirada y un subrayado, una lectura de la evidencia y fundamentalmente de los intersticios; cada ‘palabra’ encierra ese pensar, ese sentir y sugerir, y en cada ‘palabra’ se acomodan recostándose nuestras propias historias y sugerencias; y, sin quizás, escuchando esas historias se puede sanar y seguir soñando futuros.
La identidad de la que se habla en este caso es la de la población afrodescendiente en Latinoamérica, en el Uruguay; mejor dicho, el sabor afro de la cultura oriental. ¿Cómo llegaron, quiénes eran, qué hacían, cómo y dónde vivían, qué cantaban, por qué cantaban, por qué bailaban los negros del Uruguay? Y cómo esos por qué fueron coloreando y componiendo la cultura de los uruguayos.
Las obras que se presentan son todas de autores uruguayos y en su mayoría pertenecen a Pedro Figari. Entre otros, el Museo Nacional de Artes Visuales, el Museo Blanes y el Museo Figari de Montevideo exponen obras de este artista. También se incluyen obras de: Juan Carlos Amoretti, Ruben Galloza,
Carlos Páez Vilaró y Marta Szerel.
Se presentan también algunas imágenes de figuras en papel maché de claro corte figariano (como el árbol, el abrazo, el negro con el tamboril), que pertenecen a la obra “Kit Básico para la fundación de un pueblo”, de Cecilia Mattos y Nacho Seimanas, obra hecha con la idea de compartir comunitariamente esa reconstrucción de identidades retomando la iconografía figariana. La obra fue expuesta en abril de 2011 en el Museo Figari de Montevideo.
*Fotografías. Una gran parte de las fotografías expuestas son el hoy de ese sentir cultural de los uruguayos, expresado en este caso en la fiesta de carnaval que residentes uruguayos en Argentina realizaron en Buenos Aires, el 5 de marzo de 2011, en Avenida de Mayo; una fiesta de identidad oriental y rioplatense, otro abrazo de claro corte afrodescendiente.
*Música.
1) Jacinto Vera (de Yamandú Beovide y Roberto Darvin), (candombe),
2) Candombe del mucho palo (de Carlos Barea y Ricardo Zubiría).
Interpretadas por:
Pareceres y Jorge Do Prado.
Investigación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos
Todo está guardado en la Memoria
APUNTES Y PANCARTAS DE LA MEMORIA
Equipo de investigación de la Universidad de la República (Udelar) (mayo 2007), Investigación
Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos, Impo, Uruguay.
Edición 2007. La obra, en cinco tomos, fue publicada por la Presidencia de la República Oriental
del Uruguay, que había encargado la investigación a la Universidad de la República, y
comprende: a) Tomos I a IV, Investigación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos; b) Tomo V,
Investigación Arqueológica sobre Detenidos-Desaparecidos.
El primero de los cinco tomos, reconstruye el denominado contexto represivo e incluye
testimonios, el segundo tomo, incluye datos de las victimas, fichas personales de los casos en
Uruguay y Argentina. El volumen tres contiene datos de las victimas y fichas personales de
situación ocurridas en Argentina, Chile, Bolivia y Colombia. El tomo cuatro incluye
documentación de Comisiones, informes, legislación, decretos, sentencias, denuncias
internacionales, reparación simbólica archivos bibliografías. El quinto tomo despliega una
amplia investigación arqueológica con el informe final 2005 – 2006.
Investigación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos (2007),
obra completa, publicada por la Presidencia de la República Oriental del Uruguay.
El acceso a cada tomo, archivos en formato pdf, se realiza como sigue:
Tomo I. El primero de los cinco tomos, reconstruye el denominado contexto represivo e incluye testimonios.
Tomo 1, Investigación Histórica (2007),
(archivo en formato .pdf, 558 pp.),
[consulta 17/05/2023].
Tomo II. El segundo tomo incluye: Datos de las víctimas y Fichas personales. El presente tomo de la investigación histórica sobre detenidos desaparecidos, así como el tercero, contienen los datos sobre las víctimas. Dicha información se ha organizado por medio de Fichas personales que respetan el orden alfabético y por países: Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia y Colombia.
Por su volumen de información, en el caso de los ciudadanos detenidos desaparecidos en la República Argentina se decidió separar la información en el tomo dos (A-G) y tres (H-Z).
Tomo 2, Investigación Histórica (2007),
(archivo en formato .pdf, 1035 pp.),
[consulta 17/05/2023].
Tomo III. El volumen tres contiene: Datos de las víctimas, Fichas personales, Niños y N.N.
Tomo 3, Investigación Histórica (2007),
(archivo en formato .pdf, 1001 pp.),
[consulta 17/05/2023].
Tomo IV. El tomo cuatro incluye documentación de: Comisiones, Informes, Legislación, Decretos, Sentencias, Denuncias internacionales, Reparación simbólica, Archivos y Bibliografía.
Tomo 4, Investigación Histórica (2007),
(archivo en formato .pdf, 834 pp.),
[consulta 17/05/2023].
Tomo V. Equipo de investigación de la Universidad de la República (Udelar) (2007), Investi-
gación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos, Impo, Uruguay.
Tomo V. Grupo de Investigación de Arqueología Forense (GIAF) de la FHUCE, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Udelar), coordinado por José María López Mazz, Investigación Arqueológica sobre Detenidos-Desaparecidos. Informe Final 2005-2006.
El quinto tomo despliega la amplia investigación arqueológica sobre Detenidos-Desaparecidos en la dictadura cívico-militar, con el informe final 2005 – 2006.
Tomo 5, Investigación Arqueológica (2007),
(archivo en formato .pdf, 184 pp.),
[consulta 17/05/2023].
««-»»
Equipo de investigación de la Universidad de la República (Udelar), coordinado por Álvaro Rico
(diciembre 2008), Investigación Histórica sobre la dictadura y el Terrorismo de Estado en el
Uruguay (1973-1985),
3 tomos, Udelar, Montevideo.
Ampliación y complemento de la obra publicada en 2007.
Edición 2008. La obra, en tres tomos, fue realizada en el marco de la Universidad de la República
por el Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación y financiada por la Comisión Sectorial de Investigación Científica.
Recoge información basándose en fuentes documentales inéditas de más de 20 archivos,
gubernamentales, militares y policiales de la época de la dictadura, más precisamente entre los
años 1973 y 1985. Los 18 investigadores e investigadoras coordinados por Álvaro Rico son:
Jimena Alonso, Magdalena Figueredo, Rosita Fuentes, Carla Larrobla, Fabiana Larrobla, Aldo
Marchesi, Carlos Demasi, Graciela Sapriza, Gabriel Bucheli, Mariana Iglesias, Isabel Wschebor,
José Luis Gonzalez, Vanesa Sanguinetti, Valentina Curto, Viviana Ruiz, Ariela Peralta, Jaime
Yaffé y Vania Markarian.
Edición completa de la obra, publicada por la Universidad de la República, en versión digital:
(*) Tomo I (2008). ‘Las violaciones al derecho a la vida’: Recoge información concerniente al
asesinato y a la desaparición forzada de personas. Incluye una ‘sistematización y actualización’
de la Investigación Histórica sobre Detenidos-Desaparecidos, de la Presidencia de la República,
publicada en 2007, sobre 172 ciudadanos y ciudadanas desaparecidas.
(*) Tomo II (2008). ‘Las violaciones a la integridad física y la libertad de las personas’. Estudia el
fenómeno de la prisión prolongada como fenómeno masivo y sistemático. En este tomo también
se aborda lo que se denomina ‘La Vigilancia a la Sociedad Civil (el insilio)’, brindando
abundante documentación oficial sobre lo que los investigadores califican como el intento de
‘control total’ por parte de la dictadura sobre la sociedad. Contiene un capítulo especial dedicado
a la vigilancia y persecución a los uruguayos exiliados y la coordinación con otras dictaduras del
continente y servicios de inteligencia de Usa y Europa.
(*) Tomo III (2008). ‘Las Violaciones a los derechos políticos y sindicales y a la libertad de
enseñanza’. La investigación recoge la represión contra el movimiento sindical, estudiantil y los
partidos políticos. Hay un apartado especial sobre el cambio de la institucionalidad de la
educación y sus consecuencias. En la parte final la investigación incorpora los avances en
‘materia de verdad, justicia, memoria y reparación a las víctimas del terrorismo de Estado’.
RECETAS ORIENTALES Música y cantares desde el Uruguay
Convidar con un plato de comida,
compartir el pan,
sin mirar cuanto se tenga,
es un gesto profundo de solidario y humano encuentro.
Quien cocina para convidar,
cree que para agasajar al huésped, la mejor manera
sea la de ofrecerle un buen plato de su tierra
y se pone a buscar entre las viejas recetas que guarda.
Quien cocina a veces no sabe, porque no se lo dijeron,
que esas antiguas recetas entre las que busca,
tal como las ha aprendido, porque así le enseñaron,
narran, con sus sabores, la historia de su gente.
Quien cocina seguramente sabe, lo siente su paladar,
que esas recetas tienen el sabor de su tierra,
sólo las modifica, a veces, con unas gotitas de limón
o una pizca de no sé qué, que otro encuentro le ha enseñado.
Quien cocina, con el pasar del tiempo, solamente sabe
que esas recetas, que guarda en su recetario,
son su mejor cocina para compartir agasajando
y por eso las convida y las canta.
Y por eso, desde la Banda Oriental del Uruguay, les deseo ¡Buen apetito!
Y un gracias para quienes con sus cantares han permitido este breve recetario,
de abrazo con nuestro pueblo, cantarabrazo de nuestro pueblo.
««-»»
Música y cantares desde el Uruguay
LISTA DE PIEZAS MUSICALES Lista en formato .pdf,
pulsando en el título de la pieza musical
se abre el video correspondiente.
Historias de la palabra.
El abecedario También los signos del abecedario tienen su historia,
una historia en la que ya se reflejan las relaciones entre los pueblos:
los signos viajan desde Egipto a Palestina, con los fenicios hasta Grecia
y desde allí a la zona meridional de Italia y a la antigua Etruria ...
Y viajando se transforman, mueren y renacen, instrumentan, con “acta del lenguaje”,
la comunicación entre los hombres. Este último es el valor fundamental de la escritura.
PATRIMONIOS DE CULTURA Y LUCHA POPULARES
La historia de nuestra gente y nuestros barrios forma parte de nuestro Patrimonio
LAS MUCHACHAS DE ABRIL
Homenaje a tres luchadoras sociales:
Diana Maidanic, Silvia Reyes y Laura Raggio.
*
Para Laura, Diana y Silvia Abril no cantará
sus canciones de otoño
ni la tarde verá
proteger el retoño
porque no nacerá
ya no habrá primavera
no vendrán las sonrisas
no se abrirá la puerta
la mañana y su brisa
no las verá despiertas
la muerte anda con prisa
es la muerte de veras
armada con mil hachas
de golpes de tres filos
aplasta tres muchachas
ahogándoles el grito
convertido en escarcha
aguardan con sigilo
regresan de las piezas
de techos destruidos
coraza de entereza
se alza en alaridos
las tres se desperezan
retornan del olvido
se vuelve a oír el grito
no es de llanto ni entrega
es de honor infinito
que terminó la espera
y reclama su sitio
Para Laura, Diana y Silvia, de Ignacio Martínez
*
Diana Maidanic
*
"LAS MUCHACHAS DE ABRIL" Era 21 de abril de 1974.
En el barrio Brazo Oriental, como en tantos barrios de Uruguay,
en aquellos años oscuros de la dictadura, la gente se refugiaba temprano en sus casas.
Desde el golpe militar de 1973, la vida de los uruguayos se fue alterando.
No era seguro andar por las noches en la calle, siempre se podía ser sospechoso de algo,
un volante, una música inconveniente, un aspecto inadecuado podía ser un riesgo de ser demorado,
detenido…, torturado… En el barrio Brazo Oriental, la noche estaba serena.
Nadie podía presagiar la terrible tragedia que habría de suceder en la madrugada.
[...] en aquella noche funesta del 21 de abril de 1974,
en el ap. 3 de la vivienda de Mariano Soler comenzó el infierno.
Algunos vecinos de apartamentos cercanos relatan:
"… de golpe me despiertan gritos y golpes terribles en las ventanas y puerta de entrada…
Con mucho miedo me senté en la cama de un salto y comencé a entender lo que gritaban…
¡¡¡Abran, abran, … somos las Fuerzas Conjuntas, … abran que tiramos!!!"
"… eran muchas voces y seguían golpeando y gritando como desesperados! …
Se oía el ruido de las ametralladoras
y pensé que podían tirar contra las ventanas porque seguían gritando…"
"¡¡¡Abran, abran que tiramos!!!" …
"no entendíamos nada, mi madre dice que eran las 2.45 de la madrugada,
nos parecía que eso no era una realidad, que era una pesadilla…"
"… Al abrir la puerta, se abalanzaron una cantidad de militares con metralletas,
que apuntaban a mis padres y a mí …
El patio estaba lleno de soldados que gritaban y corrían como locos…" Hubo una terrible balacera …
Los vecinos sintieron inermes como disparaban hacia el apartamento de las jóvenes…
Después se hizo el silencio… y vieron como "sacaron los tres cuerpos en parihuelas,…
eran como inmensas muñecas de trapo… ensangrentadas…".
Eran las jóvenes Laura Raggio, Diana Maidanic y Silvia Reyes…
"… ellos dijeron que fue un enfrentamiento -dice Horacio Raggio, hermano de Laura-
pero a Laura la ejecutaron y a Diana la deshicieron…
Yo ví a Laura con un balazo en la cabeza… y cuando la velábamos creí
que se había teñido el pelo de rojo, pero era sangre. Tenía 19 años."
El operativo, según consta en el libro "Ovillos de la memoria",
estuvo a cargo del General Juan Rebollo, y participaron también
los Generales Julio César Rapella y Esteban Cristi,
los Mayores Armando Méndez y José 'Nino' Gavazzo,
el Coronel Manuel Cordero y los entonces Capitanes Mauro Mouriño,
Julio César Gutiérrez y Jorge Silveira…
Hoy, [...] intentando elaborar el dolor de tan terrible matanza seguimos recordando y preguntándonos:
¿¿¿Por qué las asesinaron, por qué semejante ferocidad con estas tres jóvenes militantes sociales???
De acuerdo a la Investigación sobre Terrorismo de Estado, dice el Historiador Alvaro Rico:
"El objetivo de la dictadura militar fue toda la población,…
su objetivo inmediato fue el desmantelamiento de la oposición…
pero tuvo otro a largo plazo, que tiene que ver con la reestructura de las relaciones sociales,
las normas de convivencia, instalando la inseguridad, la desconfianza,
el miedo… que sigue operando hasta hoy día…" Había que sembrar el terror, había de ejemplarizar,
seguir instalando el miedo, la desconfianza…
la inmovilidad, que impidieran , -que sigan impidiendo- toda forma auténtica de resistencia y
organización a un modelo económico y cultural neoliberal…
Seamos o no conscientes, este dolor, … y tantos otros, están en nuestras vidas, condicionándolas,…
impidiendo vínculos, dificultando relaciones, afectando nuestros cuerpos,
limitando la concreción de nuestros auténticos proyectos y sueños alternativos.
*
Silvia Reyes
*
SANGRE Y ROSAS
A 40 años del asesinato impune de las muchachas de abril
El horror y la barbarie de los asesinatos de tres jóvenes, Silvia Reyes, Diana Maidanik y Laura Raggio, siguen reclamando, 40 años
después, el justo castigo. Algunos de los responsables de la “masacre de Brazo Oriental” del 21 de abril de 1974 están entre rejas;
otros siguen desafiantes, a caballo de la impunidad. Justicia es el único capitulo que falta en esta historia,
paradigma de la aberración represiva de la dictadura.
Sólo alguien cansado, medio dormido, con las alertas bajas, podía transitar desprevenido las calles del barrio, a las 4 y media de la
mañana. De hecho, buena parte de los vecinos de Brazo Oriental, en la lengua que se apoya en Burgues y en San Martín, habían huido
despavoridos llevando a sus hijos menores, a sus padres ancianos, no importa a dónde, con tal de escapar de las balas que atravesaban
paredes, rebotaban en el pavimento, salían de las esquinas, de las azoteas, dibujando una malla de muerte antes de que la muerte posible
fuera anunciada por el estruendo, que se oía incluso en el Cerrito y en La Blanqueada.
Dorval Márquez, agente de Policía, pedaleaba su bicicleta con un resto de voluntad después de una jornada de trabajo
agotadora, cuando una bala de carabina o de fusil, salida de no se sabe dónde, disparada por no se sabe quién, lo mató en seco, inmediatamente,
aun antes de que la rueda dejara de girar, acostada en el pavimento. No fue el único muerto por balas militares aquella madrugada de domingo
que completaba una noche de sábado para los que aún tenían ánimo de
juerga después de dos años de guerra interna implacable. Eso sí: no fue una bala perdida la que abatió a Dorval; fue una bala premeditada,
disparada por las dudas, con poca reflexión y mucha impunidad, por si acaso el que pedaleaba la bicicleta fuera el mismo “sedicioso” al que
pretendieron detener dos horas antes. La explosión provocada por el disparo rompió el silencio que se había instalado al fin, y por un
momento se temió que la locura volviera a empezar.
A las 2.30 del domingo 21 de abril de 1974, las decenas de oficiales y soldados del Grupo de Artillería comandados
por el coronel Juan Modesto Rebollo y supervisados a su vez por el Organismo Coordinador de Actividades
Antisubversivas (OCOA) comenzaron a tomar posiciones a lo largo de la calle Mariano Soler, en la paralela Carabelas y en las transversales
Fomento y Ramón de Santiago, aunque el despliegue llegó hasta bulevar Artigas, hasta Luis Alberto de Herrera. No fueron particularmente
sigilosos al cerrar las calles y ocupar todas las azoteas de las cuadras más cercanas al objetivo: un modesto edificio de apartamentos de
Mariano Soler 3098 bis. Las corridas por las veredas, las órdenes asordinadas, los ruidos en el techo, interrumpieron el sueño e
instalaron el miedo en los vecinos.
A las 2 .40, oficiales y soldados entraron en tropel en el estrecho corredor, convencidos de que iban a capturar a Washington Barrios,
“Camilo”, militante del mln, que arriesgaba su legalidad imprimiendo afiches contra la dictadura y
volantes para el próximo Primero de Mayo con una impresora instalada en el sótano de su vivienda. No sabían, los represores, que “Camilo” había
viajado el día anterior a Argentina, con la esperanza de obtener dinero para evacuar a una pareja y una beba de nueve meses, y a dos muchachas.
Todos habían sido liberados recientemente, después de meses de encierro por razones tan nimias que no justificaron, siquiera, el pase al juez
militar. Pero no lograban obtener trabajo, eran políticamente leprosos, y semanalmente debían someterse al destrato de la vigilancia en los
cuarteles. Como muchos otros, dejaron de presentarse en el cuartel y automáticamente se convirtieron en fugitivos. Intentaron ocultarse en
casa de un amigo, en La Teja; providencialmente un vecino les alertó: “Ojo, que hay una ratonera”. Finalmente, a través de una red de amigos,
se contactaron con Washington, que dejó a las dos jóvenes al cuidado de su esposa, en su casa, y solicitó a su cuñada que escondiera a la pareja
y a la beba.
Los militares que entraron en la vivienda de Mariano Soler cometieron un primer error: los oficiales al frente del pelotón
–los mayores José Gavazzo y Manuel Cordero, los capitanes Armando Méndez, Julio César Gutiérrez y Mauro Mauriño, y el teniente Jorge
Silveira– se equivocaron de apartamento, fueron hasta el fondo y golpearon la puerta número 8. Sus aterrados habitantes explicaron que
Barrios vivía en el 5. Desandaron sus pasos a los gritos, contagiando el nerviosismo a los soldados que se agolpaban en el corredor, dispuestos a
cumplir órdenes, a ser sumisos en la disciplina, si tan sólo las órdenes no fueran contradictorias, antagónicas, ilógicas, en el coro
histérico de gritos y amenazas. Volvieron a equivocarse: los oficiales exigieron a los gritos que abrieran la puerta numero 5,
entraron insultando y puteando, blandiendo metralletas que apuntaban indistintamente a los ocupantes, un hombre, su esposa y la hija menor.
“¿Dónde está Washington Barrios?”. El hombre, en calzoncillos, dijo: “Soy yo”, y automáticamente varios se abalanzaron sobre él, golpeándolo y
arrastrándolo hacia el corredor, hasta que alguien gritó: “No, a ese no lo maten que es el padre”.
En un creciente paroxismo los oficiales se abrieron paso a través de los soldados que se apiñaban en el corredor
y enfilaron hacia enfrente, al apartamento número 3. Desde el suelo, Washington Barrios padre; intentaba captar la atención de los militares
para postergar el desenlace que se leía en los rostros crispados, en las miradas desorbitadas, y su esposa, Hilda Hernández, los seguía llorando
y rogando: “No las maten, no tiren que mi nuera está embarazada”.
Derribaron la puerta y entraron en la vivienda disparando sus armas. Se sorprendieron: de hecho, la puerta daba acceso a un patio abierto; las
ráfagas barrieron las paredes y destrozaron el baño y la cocina, que daban al exterior. Los soldados apostados en las azoteas también
comenzaron a disparar. Las balas traspasaban la mampostería. Un vecino de otro apartamento salió despavorido en calzoncillos, pidiendo por
favor que dejaran de tirar porque las balas traspasaban la pared: “Van a matar a mis hijos”; lo obligaron a ponerse con las piernas abiertas y
las manos contra la pared. Desde allí oyó unas voces femeninas gritando que querían entregarse. Otros gritos advirtieron que el capitán
Gutiérrez había caído. (Había sido herido por sus propios camaradas; la bala le perforó el cuello y el capitán murió un mes después.)
Ya no fue posible detener la balacera en el apartamento, en el corredor, en la calle, en las azoteas, que repetía el reflejo automático, instintivo,
de accionar el gatillo. Los disparos partían de cualquier lado dirigidos hacia ningún lado; no había fuego enemigo, sólo descargas que
terminaron concentrándose sobre la puerta de madera de dos hojas que comunicaba con un gran espacio, cuarto y comedor, y cuya pared parecía
que terminaría por derrumbarse horadada por los impactos.
No se sabe cuánto tiempo continuaron los militares disparando ráfagas, una tras otra. Las balas se incrustaron en los techos,
destrozaron las puertas, hicieron saltar las ventanas en añicos, agujerearon las paredes de
ladrillo y perforaron las medianeras del patio. Detrás de la puerta del comedor los militares encontraron a tres jóvenes en camisón,
acurrucadas, abrazadas entre sí y, por cierto, desarmadas. No preguntaron por Washington Barrios; simplemente las acribillaron, fuera
de sí, incapaces de contener el miedo que nace de la tensión.
Cuando las armas dejaron de escupir balas, cuando el capitán Gutiérrez y el coronel Rebollo –que había sido herido levemente en un brazo–
fueron evacuados, cuando los generales Julio César Rapela y Esteban Cristi “se
apersonaron en el lugar del enfrentamiento”, el teniente Jorge Silveira, “Chimichurri”, a quien le esperaba una larga carrera especializada en
asesinatos, torturas y violaciones, se dio un respiro, regresó al apartamento 5 y encaró a Hilda Hernández corajudamente: “Dígame dónde
está su hijo, que yo mismo lo mato”, sin que hasta hoy se sepa por qué tanto encono. En el apartamento 3, los oficiales dispusieron que se armara una
“ratonera”, es decir, tres o cuatro soldados que aguardarían
un improbable regreso de Washington Barrios. En un rincón del comedor, detrás de la puerta, quedaron los cuerpos acribillados y desfigurados de
Diana Maidanik, 21 años, estudiante de la Facultad de Humanidades y maestra de jardín de infantes; Laura Raggio, 19 años, estudiante de la
Facultad de Psicología; y Silvia Reyes, 19 años, esposa de Washington Barrios, embarazada de tres meses. Es posible que los responsables de
lo que después se conoció como “la masacre de Brazo Oriental” ni siquiera tuvieran idea de a quiénes estaban asesinando; la justificación
vino después, con el débil argumento, estampado en los comunicados de las Fuerzas Conjuntas, de que los militares habían respondido al fuego
de los sediciosos y que en la casa fue hallado un “berretín con armas”. El invento era irrelevante: ni aun así se justificaba la furia homicida,
más cuando, 32 años después, ante un juez penal, José Gavazzo reconocería, indolente –indiferente a los sentimientos de los familiares
que revivían en el careo el dolor intacto– que “Barrios no era un objetivo importante”.
Todo estuvo a punto de repetirse, una hora más tarde, a eso de las 3 y media, cuando los militares volvieron a copar
calles y azoteas en la zona de Jacinto Vera y Estivao, en el Buceo, en un edificio de apartamentos independientes, en uno de los cuales vivían
los padres de Silvia Reyes, y en otro, al fondo, Stella, la hermana de Silvia. Como antes, entraron en el corredor y fueron golpeando todas las
puertas. Stella y la pareja con su hija lograron a duras penas escurrirse; dejaron a la beba en la puerta de la abuela de Stella y
treparon a la azotea, pero los soldados apostados en los techos las vieron. Como antes, se desató una balacera infernal, incontrolada.
Previendo lo de antes, un megáfono tronó una orden: “¡Paren, que nos estamos tirando entre nosotros!”. Stella y la pareja lograron
descolgarse hasta los fondos y se escondieron en un galpón. Recién al amanecer los soldados las encontraron. Las ataron con una cuerda de
colgar ropa y comenzaron a torturarlas, allí mismo, en la calle, pero no para obtener información, para descargar el miedo acumulado. Los
vecinos, testigos de la saña, pedían que no las mataran. Después, en el cuartel de La Paloma, Artillería 1, con más método y menos prisa,
Gavazzo y Juan; Modesto Rebollo –cuya herida no le impidió torturar– interrogaron a Stella sobre Washington Barrios.
Recién a media mañana del domingo, los cuerpos de las tres chicas –las “muchachas de abril”–
fueron retirados del apartamento devastado y trasladados al Hospital Militar. Al mediodía la “ratonera” fue levantada para que un pelotón de
soldados, trasladado en varios camiones, iniciara el desguace del apartamento 3. Desde el otro lado del corredor, en la puerta de
enfrente, Jacqueline, la hermana de Washington Barrios, vio impotente cómo se llevaban todo el mobiliario, rúbrica postrera de la impunidad,
burla del dolor, gesto impúdico de rapacidad. Se llevaron hasta la puerta de entrada, los tapones y las tapas de las llaves de las luces;
Jacqueline vio cuando sacaban la máquina de coser y el colchón del sofá cama empapados en sangre. No pudieron llevarse el placar del dormitorio,
que estaba empotrado; lo rompieron.
Por la tarde, Washington Barrios padre entró en el apartamento 3: el revoque de las paredes formaba una
alfombra en los pisos, y en el comedor el blanco se confundía con el rojo de la sangre. Las paredes estaban salpicadas. “Era horrible. Las
balas incrustadas tenían trozos de cuero cabelludo”. El padre contabilizó 140 impactos de bala.
El lunes 22 las tres familias de las víctimas recibieron llamadas telefónicas conminándolas a retirar los
cadáveres en el Hospital Militar. Los padres de Diana Maidanik comprobaron que su hija había recibido 35 balazos; la madre de Laura
Raggio no pudo sobreponerse a la visión de su hija con una herida de bala en la cabeza; más tarde, cuando la velaban, creyó que Laura se
había teñido el pelo, pero era sangre. El padre de Silvia Reyes debió reconocer a su hija –identificarla– en la morgue: contó más de 38
impactos de bala en todo el cuerpo. Las heridas revelaban que habían recorrido el cuerpo con dos ráfagas, de arriba abajo, cuando ya estaba
muerta. Nadie se atrevió a decirle nada cuando le sacó el anillo de matrimonio de la mano derecha y lo guardó para su yerno, a quien nunca
más volvió a ver.
*
Laura Raggio
*
Pero aún no había acabado el calvario: cuando se realizaba el velorio de Silva, un grupo de soldados entró en la casa, se
dirigió a los fondos, donde vivía Stella, y comenzó a saquear la casa. Mientras al frente los familiares lloraban a la muerta, al fondo los
soldados se llevaban todo lo transportable mientras cantaban “Uruguayos campeones…”. El padre de Silvia no soportó la provocación, encaró al
general Rapela, que solía comprarle obras de arte y pretendió, en el forcejeo, arrebatarle el arma. Rapela no se lo esperaba, y antes de que
atinara a una reacción, un tío de Silvia logró tranquilizarlo. A la hora del sepelio, cuando sacaron el féretro de la casa, los vecinos de la
zona aguardaban compactos, en la vereda de enfrente; cubrieron el féretro con una lluvia de rosas.
En 1985 las familias Barrios y Reyes formalizaron la denuncia sobre los asesinatos de las muchachas de
abril, pero en 1986, ley de caducidad mediante, el caso fue archivado por orden del presidente Julio María Sanguinetti. Diecinueve años
después, en octubre de 2005, un equipo de abogados de Ielsur, organización no gubernamental, pidió retomar la indagatoria, que recayó
en el juzgado penal a cargo del juez Pablo Eguren. Insólitamente, el escrito que solicitaba la reapertura del caso no reclamaba expresamente
–como es habitual– responsabilidades penales para quienes estaban implicados en el operativo que culminó con los asesinatos. El fiscal
Enrique Moller, experto en archivar causas de violaciones a los derechos humanos, ni lerdo ni perezoso aprovechó el pretexto para solicitar que
se desistiera de la investigación. El juez Eguren estuvo de acuerdo. Al reactivarse todas las causas, en 2012, el expediente volvió al despacho del juzgado penal de 8º Turno, ahora a cargo de la jueza Graciela
Eustaccio. Pero hasta el presente, a 40 años de los sucesos, no hay ninguna sanción penal para los responsables de los asesinatos.
A 40 años del asesinato impune de las muchachas de abril,
por Samuel Blixen, semanario Brecha, Montevideo, 16/04/2014.
*