Salvador Allende, su último discurso

Salvador Allende, su último discurso. 1973


11 de setiembre de 1973

Los pueblos unidos,
jamás serán vencidos


Manifestación de solidaridad con el pueblo chileno
llevada a cabo ante la embajada de Chile en Uruguay.
Montevideo, 21/octubre/2019.

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Les habla el Presidente de la República, desde el Palacio de la Moneda. Informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería, habría aislado Valparaíso y que la ciudad estaría ocupada, lo cual significa un levantamiento en contra del gobierno, del gobierno legítimamente constituido, del gobierno que está amparado por la ley y la voluntad de los ciudadanos.

En estas circunstancias llamo, sobre todo a los trabajadores, que ocupen sus sitios de trabajo, que concurran a sus fábricas, que mantengan calma y serenidad. Hasta este momento, en Santiago no se ha producido ningún movimiento extraordinario de tropas según me ha informado el jefe de la guarnición; Santiago estaría acuartelado y normal. En todo caso, yo estoy aquí en el Palacio de Gobierno y me quedaré aquí defendiendo el gobierno que represento por la voluntad del pueblo. Lo que deseo fundamentalmente, esencialmente, es que los trabajadores estén atentos, vigilantes, que eviten provocaciones.

Como primera etapa tenemos que ver la respuesta, que espero sea positiva, de los soldados de la patria, que han jurado defender el régimen establecido que es expresión de la voluntad ciudadana y que cumplirán con la doctrina que prestigió a Chile y lo prestigia por el […] de las fuerzas armadas.

En estas circunstancias tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación. De todas maneras, el pueblo, y los trabajadores fundamentalmente, deben estar movilizados activamente, pero en su sitio de trabajo, escuchando el llamado que puede hacerle y las instrucciones que le dé el compañero presidente de la república. Para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa, será superada. Este es un momento duro y difícil. Es posible que nos aplasten, pero el mañana será del pueblo. Será de los trabajadores.
La humanidad avanza a la conquista de una vida mejor.


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De cuanto sigue,
puede escucharse el audio,
en página aparte,
duración 6’24”,
Salvador Allende, su último discurso


«Compatriotas. Ésta será seguramente la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron...; soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, general rastrero... que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.

Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales, ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi Patria, quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre, que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento, definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder, para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las líneas férreas, destruyendo los oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará. Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición
».

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